“Uno estudia música para ser mejor persona, lo artístico te permite mirar fuera de la caja y ser mejor empresario” y “no pierdo las esperanzas de algún día poder cantar en el (Teatro) Colón”. Estas fueron algunas de las perlas que quedaron suspendidas como acordes de guitarra y bandoneón en la charla que tuvimos con Gustavo Grobocopatel durante la grabación del capítulo 88 de El podcast de tu vida. Hablamos de su historia de vida, como surgió “Los Grobo” pero, sobre todo, de su pasión por cantar.
Fundador de Los Grobo junto a su padre y su hermana, presidió ese grupo entre 2002 y 2020, y durante los últimos años se dedicó al asesoramiento y la consultoría a empresarios y gobiernos como los de Colombia, Ghana y Kazajstán. Elegido la última década entre los cinco empresarios más prestigiosos de Argentina, Gustavo viene recibiendo innumerables premios y reconocimientos.
Grabó tres CDs de música folklórica con el trío Cruz del Sur. Como solista es cantante de música de cámara argentina. Brindó conciertos en el Teatro San Martín, el Centro Cultural Kirchner, la Usina del Arte y el Centro Cultural Borges, entre otros escenarios. Junto a su actual pareja, Verónica Cangemi (en abril de 2023 fue galardonada como la mejor intérprete clásica en los premios International Professional Music BraVo Award, durante la gala que se realizó en el mítico teatro Bolshoi de Moscú) grabó hace poco “Entre dos mundos”, un disco con música cuyana.
Anticipa que para 2024 se viene su libro y otro disco “Diez tonadas”. Está convencido de que “el arte te hace mejor líder”. Pasen y lean…
-¿Qué hacés hoy? ¿Te levantás y de qué va tu día, tu vida?
-Tengo varias actividades. Algunas que tienen que ver con la empresa, en el área de innovación o de consultoría, participando de reuniones. También participo de iniciativas sociales, una que se llama Argentina Armónica. Trabajo para el desarrollo de un proyecto cultural en Carlos Casares vinculada con la sociedad israelita, y después tengo campo… Es de lo que vivo y lo que me gusta. Y cada vez más me dedico a la música. Acabo de hacer un disco con mi pareja Verónica Cangemi sobre música cuyana, que se llama “Entre dos mundos”. Y ahora estoy preparando un nuevo disco que se llama “Diez tonadas”, que es también música de Cuyo, con músicos cuyanos. Y espero en algún momento sacar mi libro que ya lo tengo bastante escrito, me faltan los últimos cepillados. Así que 2024 será el año de mi libro y de “Diez tonadas”.
-¿Y el libro es de todo el abanico de cosas que has venido haciendo hasta ahora?
-Claro, porque se juntan ahora que se cumplen 40 años de profesión, 40 años de democracia y 40 años de la empresa Los Grobo. Es muy simbólico. Y lo que hago es una conversación con una periodista que se llama Luciana Vázquez (fue subeditora de revista Gente, jefa de suplementos del diario Infobae, redactora de Clarín y Perfil y colaboró en muchos otros medios). Es una conversación larga sobre los distintos temas que me fueron pasando en la vida y enhebrando esos temas desde lo práctico, con las vivencias y experiencias, pero también con lo que aprendí en la academia y me ayudó a pensar.
-¿Qué es lo que, cuando vos te levantás a la mañana, decís ‘me gusta hacer esto’? Me cambia el día esto que voy a encarar…
-Hoy estoy en una época de mi vida en la que hago sólo lo que me gusta. O sea que lo que no me gusta no lo hago. Así que todo eso que te conté que hago, me gusta. De alguna manera todas son parte de un equilibrio y de intereses que tengo por distintos temas.
-Tenés una interesante historia de inmigrantes judíos que llegaron al país provenientes de Moldavia, históricamente una tierra disputada por el Imperio Ruso y el Imperio Turco-Otomano. ¿Qué podés o querés contar de esos inmigrantes? ¿Dónde se instalaron? ¿Cómo se vincularon con el campo? Si no me equivoco son tus bisabuelos Abraham Grobocopatel y Blume Dujovne los que en 1912 se vinieron para América del sur…
-Mi familia viene de lo que hoy es Moldavia, antiguamente Besarabia, y vinieron de ahí porque tenían muchas persecuciones y buscaban vivir en un lugar en paz. Vinieron como parte de un proyecto que tenía el Barón Hirsch, se llamaba la Jewish Colonisation Association. Algunos fueron a Estados Unidos, otros a Brasil y otros a Argentina. Y mi familia cayó en Carlos Casares, donde ya había asentada una colonia que era Colonia Mauricio (por Mauricio Hirsch). Eso fue alrededor de 1908, y desarrollaron una tarea más que nada como contratistas rurales, ellos no tuvieron tierras porque ya estaban distribuidas.
-¿Y cómo siguió la cosa?
-Fueron contratistas toda la vida, hasta que en 1960 mi abuelo pudo comprar sus primeras 100 hectáreas de campo. Mi abuelo tardó 50 años en comprar 100 hectáreas… que después tuvo que vender al año siguiente por una sequía tremenda. Pero ahí arranca esa historia, con mi padre y sus hermanos, una muy buena década del 70, y en 1984, cuando yo terminé agronomía, mi padre y sus hermanos deciden separarse y nosotros formamos Los Grobo, una empresa familiar los primeros diez años de vida. Después la empresa fue derivando a otras cosas, cambió el modelo de negocios, incorporamos socios, nos fuimos a otras geografías y llegamos a lo que es hoy Los Grobo, que es una empresa que tiene socios de distinto tipo del mundo, que tiene un modelo de negocios muy innovador, de servicios. Parte de la familia ha vendido sus acciones, mis hermanas, yo estoy. Pero es una empresa que tiene su vida propia más allá de la familia. Ha sido un camino poco común en las empresas agropecuarias argentinas, de ser una familiar a una profesional, fuimos una multinacional, porque en un momento teníamos más facturación fuera de Argentina que adentro, exploramos varios caminos con varias actividades y el resultado es que hoy los que fueron accionistas cada uno tiene sus proyectos, tienen su vida, tenemos una familia cada día más unida, es una buena forma de entender el desarrollo, con libertad. Que cada uno elija libremente lo que quiere hacer.
-Viajemos en el tiempo para conocer al Gustavo Grobocopatel niño. ¿Cómo fue tu infancia? ¿Dónde, haciendo qué, en qué contexto familiar? ¿Cómo eras de niño?
-Infancia y casi toda mi vida en Carlos Casares. Juegos, amigos, fútbol. En adolescencia la música, tenía un dúo con mi amigo Gaby Bisang, un conjunto que se llamaba “El quinteto Camelias”, con otros amigos que hacíamos música para divertirnos. Una vida muy feliz te diría yo en un pueblo pequeño,
-¿Y de campo? ¿Qué te acordás? Cerrás los ojos y qué te pasa por el cuerpo?
-A mí me llaman mucho la atención los aromas. Mi abuela tenía una casa de campo que era de barro. Pero tenía un jazmín afuera y una madreselva. Esos aromas me recuerdan a mi abuela. Y por el lado de mi madre, mi abuelo tenía una sedería en Paternal, Buenos Aires. Entonces, el aroma a telas, también me transporta. Son dos recuerdos muy fuertes. Ahora cuando voy al barrio de Once, camino y me meto en las sederías y ese aroma me lleva directo a mi abuelo.
-Llegó el momento de estudiar, ¿por qué agronomía? ¿Terminaste siendo o haciendo eso que soñabas cuando eras estudiante universitario? ¿Tenías un plan b?
-Siempre quise estudiar agronomía. En algún momento tuve algunas dudas con veterinaria. Pero agronomía siempre fue, me gustaba el campo, tenía un mandato familiar. Yo soy el primer profesional de mi familia. Nieto mayor, hijo mayor de los dos lados, entonces, tenía un mandato que no me costó realizarlo. Es más, yo creo que hoy volvería a elegir agronomía.
-¿Tuviste que instalarte en Buenos Aires?
-Me vine a Buenos Aires con un amigo de Casares, vivíamos los dos en un departamento de 50 metros, mismo cuarto. Así vivimos dos años hasta que llegó mi hermana y mis padres alquilaron un departamento un poco más grande. Mis recuerdos de esos momentos fueron muy buenos, pero muy duros, muy dedicados al estudio. Mi única actividad fuera del estudio era el cine. Era muy cinéfilo. Iba al club Scholem Aleijem a jugar al vóley.
-¿Y cuando terminaste la carrera?
-La mitad del tiempo iba a Carlos Casares, dos o tres días por semana iba a trabajar con mi padre y el resto hacía la carrera docente en la Facultad. Yo era ayudante en la Cátedra de Manejo y Conservación de Suelos. La función era Jefe de Trabajos Prácticos, el JTP. Ahí estuve como 8 años. Ahí mezclaba la academia con la docencia y la práctica. Y también me empezaron a salir trabajos de asesoramiento de otros campos. Hacía de todo un poco.
-¿Y después?
-Me casé con una ingeniera agrónoma, que había sido alumna mía en la facultad… tengo cierto pecado confesable… y nos fuimos a vivir en Carlos Casares y empecé a full en Los Grobo. Eso fue en la década del 90.
-¡Qué bueno lo que contás del cine! ¿Te acordás de alguna peli que hayas visto en esa época? ¿Qué te gustaba?
-Si. Yo veía mucho cine arte. Y solía ir a algunos cines específicos. Estaba en ese momento el Cosmos 70, la sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín, la Sociedad Hebraica en la calle Sarmiento, el Lorca. Y lo que miraba en general eran ciclos de directores europeos. A mí me gustó siempre mucho (Ingmar) Bergman (director sueco de, entre otras, “El séptimo sello”, “Cuando huye el día”, “Sonata de otoño”, “Gritos y susurros”); Sergei Eisenstein (director y guionista de cine soviético de origen judío, su obra probablemente más conocida sea “El acorazado Potemkin, también “Iván el terrible”, “La huelga”, “Octubre”); los hermanos Vittorio y Paolo Taviani; Federico Fellini (“La dolce vitta”, probablemente su película más conocida en el año 1960). Los directores de Europa del Este: de Polonia, Checoslovaquia. Un poco menos me gustaba el cine francés. El español me gustó más adelante.
-¿Y una película?
-Me encanta una de Bergmann, “Cuando huye el día”. Y alguna película de los hermanos Taviani que se llama “Caos”, que es de varios cuentos de Luigi Pirandello, sobre cuentos sicilianos.
-Anduviste por un montón de países (Colombia, Ghana, México, Albania y hasta Kazajstán), asesorando empresas y gobiernos, conociendo nuevas culturas. ¿Qué aprendiste? ¿Qué valoraste de lo que tenemos acá? ¿Qué creés que nos falta y podríamos tener?
-Me parece que la cultura argentina, la forma de hacer las cosas, la cuestión de la amistad, del abrazo, la palmada, compartir, hacer juntos, eso no lo he visto en otro lugar del agro. Es una fortaleza la confianza. Es un ecosistema realmente increíble con una gran calidad de amistad. En otros países, claro, a uno le gusta la estabilidad macroeconómica y otras cuestiones, pero no hay nada que pague esta cosa de sentirse que uno produce y trabaja entre amigos. El mate, el asado, la ironía, la tragedia compartida. Yo ahora vivo en Uruguay desde hace bastante, por un proyecto de vida, pero es muy parecido a Argentina. Puede haber elegido irme a vivir a cualquier otro lado, pero elegí Uruguay porque no sé si podría vivir lejos de Argentina. Cuando digo lejos no me refiero a distancia, sino lejos de la cultura cotidiana.
-Quiero que hablemos de la música. ¿Qué se escuchaba en la casa de los Grobocopatel cuando eras pibito?
-En mi casa no eran gente muy de la música. Empezó cuando empecé yo. Me interesaba al principio el rock del momento, más acústico, Spinetta, Sui Generis, Charly García… y escuchaba también rock internacional, Yes, Genesis, el rock sinfónico… y eso me duró hasta los 15-16 años, cuando descubrí el folclore y la música clásica. Me gustaba mucho la música barroca, me gustaba mucho (Joan Sebastian) Bach, (Georg Friedrich) Händel, (Antonio) Vivaldi. Y en el folclore me empezaban a gustar los grupos vocales: El cuarteto Supai, Los Fronterizos, los Quilla Huasi…
-¿Y cuándo decidiste estudiar música?
-Cuando me vine a Buenos Aires empecé a estudiar canto. Estuve con una maestra 30 años. Y con ella desarrollé un repertorio de la música clásica de cámara argentina. He hecho varios conciertos en varias de las mejores salas. Todavía no llegué al Colón, pero no pierdo las esperanzas (se ríe). Hice giras en el exterior, en Europa, cantando música de cámara argentina que es muy interesante.
-¿Qué características tiene este tipo de música?
-La música de cámara se desarrolló en Europa para ser escuchada en espacios reducidos, es un cuarto, una salita, un living, un piano y se cantaba. ¿Y qué cantaban? Poemas de los grandes poetas, musicalizados por grandes músicos. Y en Argentina eso prendió muchísimo durante el siglo 20 y muchos autores se inspiraron en lo europeo, pero también muchos se inspiraron en el folclore. Hay cosas de la música clásica mezcla con folclore de poetas de los más importantes del siglo 20 en Argentina. Yo canto poemas de Borges, de Leopoldo Lugones, León Benarós, Oliverio Girondo, Conrado Etchebarne. Y la música, de los más conocidos, Guastavino, López Buchardo, Ginastera, Juan José Castro. Y hago autores contemporáneos, de música más compleja, porque me gusta explorar límites y cosas nuevas.
-¿Y el trío Cruz del Sur?
-En paralelo a mis estudios y a la música de cámara formamos un trío con dos amigos de Pehuajó (José Félix Boses en guitarra y Héctor Llanos, guitarra y voz) el trío Cruz del Sur y con ellos canté más de 25 años. Grabamos tres discos, también cantamos en París, en Estados Unidos, y en Argentina en muchos lados. Eso es de música folclórica tradicional. Cosas que me guardo, cuando el entregaron el Honoris Causa en el Senado de la Nación a Ramón Ayala nos invitó a cantar con él. Era un trío que hacía bien las cosas. Ahora estamos un poco desactivados.
-¿Identificás algún momento en el que dijiste quiero que esto de un salto?
-Son varios momentos. Cuando decidí estudiar con la maestra, Lucía Maranca se llama, decidí dar un salto. Después, cuando formamos el trío y empezamos a grabar hubo otra decisión de dar otro salto. Y hace seis años vivo con Veronica Cangemi, mi pareja, que es una gran cantante lírica… pero gran cantante, es Messi. Le dieron en 2023 el premio a la mejor cantante del mundo… imagínate (En abril de 2023 fue galardonada como la mejor intérprete clásica en los premios International Professional Music BraVo Award, durante la gala que se realizó en el mítico teatro Bolshoi de Moscú). Compartir con ella me ha impulsado a mejorar lo que hacía, me impulsa a seguir trabajando en la música, y es muy lindo. Yo necesito a veces, aunque no parezca, que me den un poco de manija.
-Quizás esta pregunta es medio filosófica, pero ¿cuánto en música es de talento y cuánto de transpirar la camiseta?
-Creo que algo de talento hay que tener. Por ejemplo, hay que afinar. Pero me parece a mí que el trabajo es fundamental. No sé, 70% es trabajo. Después las condiciones naturales te hacen ser más o menos exitoso. Igual, el que quiere aprender a cantar, nunca es tarde, después lo vas a hacer mejor o peor.
-Hace unos años te escuché que decías que el arte te hace mejor empresario. porque desarrollás el hemisferio creativo del cerebro. ¿Cómo podrías traducir esto?
-El arte es comunicar. Cuando están cantando estás comunicando. Y es una comunicación profunda, empática, que llega al corazón. Con lo cual, los que tenemos la suerte de cantar, también comunicamos mejor. Y hoy es todo comunicación. En la empresa, con tu familia, con tu mujer o tu novia. Sos mejor comunicador si desarrollás el pensamiento artístico. Pero además, el hemisferio artístico está vinculado con mirar afuera de la caja, con la creatividad, la innovación. Si además, podés tocar en una orquesta o cantar, hacés algo con otros, es trabajo en equipo, no sos ni más ni menos que los otros, tenés que tener mucha disciplina, tenés que ser líder en algunos momentos… en fin, es un desarrollo muy necesario. Por eso yo creo que tiene que ser obligatorio en las escuelas. El desarrollo de pensamiento artístico. Después alguno seguirá algún camino artístico, unos pocos y otros no. Pero uno no estudia música para ser músico, uno estudia música para ser mejor persona.
-Bueno Gustavo, llegamos al pin-pong de El podcast de tu vida. ¿Cómo te llevás con la cocina? ¿Sos buen cocinero?
-Me gusta la cocina. Me divierte. No tengo mucha paciencia. Creo soy un buen asador y hago algunos platos, distintos tipos de pasta, arroces. Se me da bien.
-¿Algún país o lugar que no conozcas y que te gustaría conocer?
-Tengo la ilusión de conocer Irán. Porque me interesa mucho lo del imperio persa y las ruinas. He viajado muchísimo por suerte, he estado en muchos lugares. Y en algunos lugares siempre volver es descubrir cosas nuevas. En Italia siempre descubro cosas nuevas a pesar de que tengo muchos kilómetros hechos en Italia. Viajar es maravilloso, aunque sea volver a un lugar conocido.
-Si pudieses tener algún súper poder ¿Cuál te gustaría tener?
-Curarme de la diabetes.
-Te dejan viajar en el tiempo, en tu vida o en la historia de la humanidad. ¿A qué época te gustaría ir?
-Me gustaría ir a lo que va a pasar dentro de 5 o 10 años.
-¿Un tema musical para cerrar la nota?
-Yo soy un “Yupanquiano” terrible, fundamentalista. Hay muchas milongas, pero la que me está gustando mucho ahora se llama “Las piedras”, donde Atahualpa Yupanqui reflexiona sobre las piedras. Esa elijo. Podría elegirte 100 más, todas hermosas, pero esa es algo original.
Como fan y lector habitual de Bichos repudio esta nota al autoproclamado”Rey de la soja”. Inventor del pool financiero, de la soja y glifosato a mansalva. Es ofensivo que tanto él como el periodista olviden su pasado como asesor de la Venezuela de Chávez de la mano de Nestor Kirchner. Un personaje nefasto y dañino para nuestro agro. Grobocopatel se dedica al autobombo en distintos medios como LN y ahora Bichos. Una lástima.
Cuando leí el título de la nota, pensé que era chiste, pero no, es peor que eso.