Desde hace varios años, para los pequeños –y no tan pequeños- productores ovinos del norte de la provincia de Buenos Aires el momento de la esquila se ha tornado todo un desafío. Esto se debe principalmente a dos motivos: uno tiene que ver con los bajos precios que obtienen por la venta de su lana, que en muchos casos no alcanza para afrontar el pago de los servicios de esquila, y otro con la falta de esquiladores que quieran trabajar con pequeñas majadas. En el peor de los escenarios, esto ha llevado a que algunos decidan no esquilar incluso cuando se acerca el verano.
Pero vayamos por partes. ¿Qué diferencia a los productores ovinos de la zona pampeana de aquellos ubicados en la Patagonia? En primer lugar la raza de los animales. Más hacia el norte es común que se encuentren ovinos de razas como la Texel o Corriedale, que son aquellas que se destinan al mercado de la carne. Esto hace que el trabajo sobre el mejoramiento de su lana sea dejado a un lado, y que los animales dispongan de lanas gruesas, más irregulares e imperfectas, que en el mercado cotizan a menor valor. Hacia el sur del país las majadas están conformadas principalmente por Merino, cuya lana es mucho más fina y suele ser exportada.
Ahora bien, ¿esto significa que la lana más gruesa no sirve? Para nada. Las fibras más gruesas tienen múltiples destinos posibles y eso es lo que los productores del norte están remarcando desde hace tiempo.
“La lana de la cuenca del Salado hacia el norte es una cruza media, media gruesa, de más de 30 micrones. Lo que nos están pagando hoy ronda, con mucha suerte, los 50 pesos por kilo, pero muchos no te pagan ni 20 pesos. Cuanto más gruesa es la lana, se la puede destinar a menos cosas, pero eso no quiere decir que no tenga un destino”, dijo a Bichos de Campo Ana Borraccia, productora ovina y coordinadora de un grupo de productores en Exaltación de la Cruz, al norte de Buenos Aires.
“Esa lana tiene valor. Sirve para mantas, alfombras, tejidos artesanales, para cepillos de todo lo que sea derrames de petróleo, para pinceles, y hasta para paños aislantes usados tanto para construcciones como para heladeras y hornos. También como ignífugo en los aviones y en las alfombras de los hoteles. Hay un destino, el tema es que se desarrolle”, indicó Borraccia.
En paralelo al bajo valor del producto, está la cotización del proceso de esquila y para entenderla primero hay que diferenciar entre quienes aplican el protocolo del Programa para el Mejoramiento de la Calidad de la Lana (PRONALA) y quienes no lo hacen.
A la hora de esquilar, los productores contratan a “comparsas” de esquila, es decir, grupos de trabajadores estacionales especializados en este procedimiento y que, por lo general, vienen desde el norte hasta llegar a las grandes majadas de la Patagonia. Algunos de ellos se encuentran certificados en protocolo PROLANA, el cual supone una esquila en función el bienestar animal y el cuidado de la calidad. Dicha certificación tiene un costo y se debe renovar todos los años.
¿Qué implica? En primer lugar que no se manea al animal, una práctica muy tradicional que consiste en voltear al animal y sostenerlo de sus patas, para evitar que se estrese. Tampoco se trabaja sobre tierra, para asegurar la correcta higiene, y se separa la lana para su clasificación y posterior enfardado.
protocolo-esquila-ovinosLa lana se distingue entre aquella de vellón, obtenida del lomo del animal, y aquella de las patas, garras y barriga. Luego se arman fardos o bolsones de entre 180 y 190 kilos (se trata de una unidad de medida internacional), para lo que se utiliza una prensa hidráulica. Posteriormente se realizan los análisis correspondientes para conocer, entre otros parámetros que impactan en el precio, la finura o micrones de la lana, además de su rinde post lavado y peinado.
“De acuerdo a la calidad que tenga cambia el valor del mercado. Todas las razas carniceras tienen calidad de lana reducida, poco largo de mecha, finura muy gruesa, y eso tiene un valor. El grosor no es el único parámetro de calidad. Pero produce menos lana. Ahora tienen obligación por ejemplo de tener balanza, por lo que cada fardo sale con su rotulo, con un código”, aseguró Gustavo Almassio, productor ovino del partido de San Cayetano, a Bichos de Campo.
Pero este complejo proceso no es realizado por todas las comparsas, porque algunos aducen que supone un mayor costo. Eso porque, por ejemplo, algunos no realizan el enfardado con una prensa, sino a los “pisotones”, lo que implica que una persona empuja la lana dentro del bolsón al pararse sobre ella.
Otro costo adicional es el material de la bolsa para el enfardado, que en packs de diez puede costar hasta 7000 pesos, por lo que muchos eligen lienzo o una arpillera plástica, corriendo el riesgo de contaminar la lana con las fibras de la bolsa.
“Que a nosotros nos hagan la esquila por PROLANA nos serviría mucho para defender un poco más el producto, pero no nos dan ‘ni pelota’. Ellos -los esquiladores- se manejan como quieren porque saben que en esta zona nadie lo quiere hacer, son pocos animales. El negocio siempre lo terminan haciendo los esquiladores”, señaló a Bichos de Campo Luciano Villena, productor ovino en la localidad de Parque Sicardi, en el partido de La Plata.
Villena agregó que en muchos casos se pacta para que el esquilador se lleve la lana, ya que almacenarla implica gastar en los bolsones y en el flete hasta las barracas que la procesan, y aún con eso no se logra cubrir el gasto de esquila.
¿Cuánto sale la esquila? “Hoy tenés que calcular que una esquila está desde 200 pesos por oveja, y hasta 400 pesos, valor que me han llegado a pedir en las zonas de Navarro y Cañuelas. Y el carnero se paga el doble. Ponele que saques tres kilos (de lana) por oveja, entonces no estás pagando la esquila”, afirmó Borraccia.
Este escenario cambia radicalmente si nos vamos hacia el sur, donde la lana cotiza mejor y la renta por la esquila es más alta. Tal es el caso de Jorge Srodek, ex jefe de gabinete del área de Agroindustria de Buenos Aires y productor ovino del partido de Coronel Dorrego.
“Se paga aproximadamente 220 pesos por animal. Una lana de 24 micrones vale entre 300 y 350 pesos el kilo. Una oveja bien llevada produce cinco kilos de lana, es decir que pagás la esquila con 700 gramos de lana y te quedan cuatro kilos y pico para vender. La lana tiene una dinámica internacional, vale lo que vale en el mundo. No es un tema de Argentina”, indicó a este medio.
Toda esta situación ha llevado a que muchos productores, algunos miembros de la Mesa Ovina de Buenos Aires, se unan para esquilar en conjunto y lograr volver sostenible la actividad, apelando a la venta de lana en cantidad.
“Se nos ocurrió empezar a pedir precios a distintas barracas. Se armaron distintas mesas locales. Lo que hacemos es esquilar, pesar lo que cada productor aporta y ofrecer una cantidad en conjunto. No es lo mismo ofrecer 1000 kilos de lana yo solo que ofrecer 6000 en conjunto. El primer año fuimos diez productores que esquilamos y este año fuimos 50”, contó a Bichos de Campo Sebastián Sofía, productor ovino de Chacabuco y miembro de la Mesa Ovina bonaerense.
Junto a Ana Borraccia, Sebastián y los demás productores comenzaron a trabajar siguiendo los lineamientos del protocolo PROLANA, aunque no aplicándolo al 100%. Uno de los motivos tiene que ver con intentar lograr la mayor rentabilidad posible.
“No es que es un problema la esquila en Buenos Aires, sino que nunca se le dio valor a esta lana. Por ejemplo, una de las cuestiones del PROLANA es separar el vellón de las demás partes. No se justifica que nosotros hagamos el vellón por un lado, la barriga por el otro, etcétera, por la calidad de la lana. Con la lana fina los valores cambian, van de cuatro dólares a siete según la parte del animal. Ahí sí se justifica. Estamos hablando de 700 a 800 pesos el vellón”, señaló el productor.
Y a continuación agregó que “nadie dice que nos paguen cuatro dólares, pero que nos paguen lo que corresponde. Debería estar alrededor de un dólar y estamos recibiendo 50 centavos de dólar”.
Algo muy remarcado por los productores y que podría ser una forma inicial de recomponer los precios es la cuestión de la formalización de las majadas en Buenos Aires. Según cifras oficiales actualmente hay declaradas solo dos millones de cabezas en la provincia, cuando se considera que en verdad hay al menos un millón y medio más sin registrar. Saber la cantidad concreta de animales existentes podría ser el puntapié inicial para calcular el promedio de lana gruesa disponible y pensar así en posibles destinos que la misma podría tener.