La vida del empresario avícola Hugo Contreras (48) ha sido muy dura desde su infancia, y lo único que le faltaba era, de grande, sufrir los embates de la burocracia estatal. Pero no todo le ha sido “espinas”, porque hasta hoy agradece la valiosísima ayuda del INTA y de otros estamentos, como también de privados.
Recorramos su derrotero. Hugo nació y se crió en Santiago del Estero, donde su padre tenía una galletitería, pero le sobrevino la hiperinflación del gobierno de Alfonsín, y el comercio quebró. Recuerda que pasaron mucha pobreza y como su abuela vivía con un abuelastro en Río Gallegos, al sureste de la provincia de Santa Cruz, su padre decidió mudarse allí con toda su familia.
Recuerda que llegaron con 15 grados bajo cero, “cosa común en aquella época”, dice. Rememora que, si bien su abuelastro se dedicaba a la política, tanto éste como su abuela, no los trataban a ellos de igual a igual. “Ellos comían milanesas completas y a nosotros nos preparaban una polenta, y yo me quedaba envidiándolos”, relata Hugo con tristeza y agrega: “Papá era un tipo de pocas ambiciones, y después de andar changueando durante dos años, consiguió un puesto de portero en un colegio”.
“Cuando yo crecí, me propuse torcer ese destino, de no pasar más miseria, ni yo ni mi familia, y además de ser independiente -reflexiona hoy, el productor-. Es por eso que, gracias a Dios, después de trabajar mucho en cosas que no me gustaban, logré hacerme una linda casa, que a mis hijos nunca les falte nada, y hasta hoy tener mi propio emprendimiento avícola”, asevera, orgulloso. Se casó con una médica, tuvieron dos hijos, y con la ayuda de ellos lleva adelante su criadero de gallinas pastoriles y vende huevos agroecológicos. Sí, en Río Gallegos.
La historia del emprendimiento comenzó cuando logró que la municipalidad le otorgara una chacra ubicada en un barrio a 18 kilómetros de la ciudad, con doble propósito, de vivienda y producción, a pagar con un crédito UVA, explica. La dimensión es de 20 por 82,7 metros y allí dice que se hizo la casa de sus sueños con los ahorros de muchos años de trabajo. Como el río le pasa cerca y el terreno es gredoso, en marzo de 2020 se le ocurrió visitar la sede del INTA para consultar sobre qué árboles plantar. Y de pronto allí, la licenciada Carla Larrosa le ofreció llevarse 25 pollitas ponedoras y las aceptó.
Primero las crió en el quincho y después se hizo un pequeño gallinero. Al tiempo, le entregó 75 más, y más adelante 150 pollitas más. Pero le sobrevino la pandemia y para colmo se lesionó sus dos hombros en el que fue su último trabajo, bajo dependencia. Lo enviaron a su casa pero sin percibir sus haberes durante un año. “Ya venía sufriendo maltrato laboral, que me provocó una situación de estrés y todo eso me hizo caer en un estado depresivo. Pero como soy creyente, me aferré a una advocación de la Virgen María y gracias a Dios logré salir adelante. Es el día de hoy que, en agradecimiento, rezo un rosario todas las noches y le dediqué mi emprendimiento a la Virgen”, confiesa Contreras.
A pesar de diversos tratamientos que hizo, Hugo aún se tiene que volver a operar de sus hombros e indica que no siente su dedo pulgar de la mano derecha. Pero en ese estado de recuperación, se levantó de la depresión y a pesar de su crítica aptitud física, se puso a construir galpones para sus ponedoras, con sus propias manos y con la sola ayuda de sus hijos y su señora. Así cuenta que llegó a criar 400 gallinas “a patio y libres de jaula”. Los huevos los vendían por Facebook, cuando de pronto se tuvo que preguntar con su esposa cómo seguir.
Pues cuenta Hugo que decidieron comenzar a formalizar, en vistas a crear una empresa avícola. Se inscribió como monotributista y debía crear un logo, que le diseñó su prima, Fabiana Gómez. Luego registró su marca “La Guardiana”, en honor a la Virgen protectora que, según dice, hasta hoy lo sostiene. El INPI le otorgaría su marca el 11 de marzo de 2024. Tramitó la habilitación sanitaria del Senasa y en ese momento se encontró con la necesidad de hacer un recambio de gallinas.
Como cada día tenía más demanda, Hugo en 2021 se fue al Ministerio de la Producción de su provincia a solicitar un crédito de 2 millones de pesos, que le otorgaron en diciembre de 2022. Además cuenta que cuando pidió aquel crédito, la placa OSB para mejorar sus instalaciones costaba 700 pesos, pero cuando se lo otorgaron, la misma costaba 9000 pesos, y así con todo lo que había presupuestado, de modo que el crédito no le alcanzaba para lo que había proyectado.
Además le avisaron al productor que al crédito lo debería pagar en 84 cuotas, cuando para él ese monto era insignificante, porque se había desvalorizado. Luego de muchos reclamos logró que le bajaran a 36 cuotas. Al tiempo que ya estaba pagando el crédito, se enteró de que lo habían pasado al Veraz, con el argumento de que el Banco de Santa Cruz no estaba autorizado para refinanciar el crédito. Figuraba en “situación 4”.
Para colmo, en aquel momento Senasa le avisó que había epidemia de Gripe Aviar y entonces le exigía colocar varias protecciones que le encarecían la inversión, “de modo que no pude hacer el recambio de aves para poder seguir produciendo”, se lamenta.
En eso una consultora le ofreció ayudarlo gratis a profesionalizar su plan de negocios. Hugo describe que con 450 gallinas producía 10 maples diarios, unos huevos de tamaño grande, de un promedio de 72 gramos. “La consultora me los había catalogado como Premium, de alta calidad”. Con ello logró armar una carpeta que en 2023 presentó al Ministerio de Producción de la Nación. Éste le otorgaría un aporte no reembolsable de 8 millones de pesos, y que tendría que devolver con huevos a instituciones públicas, como escuelas y hospitales. Pero en ese momento, cayó la gestión de Sergio Massa y nunca le acreditaron el dinero.
Pues Hugo se llenó de preguntas y temió porque alguien se hubiera gastado aquella plata y que seguramente él debería devolver. Pero después de muchas averiguaciones, se quedó tranquilo, porque constaba oficialmente que no se lo habían otorgado. Un tiempo después, presentó el mismo proyecto al Ministerio de su provincia, y un día se enteró de que al crearse la SAU (Sociedad Anónima Unipersonal) Santa Cruz Puede, la misma iba a aprovechar los proyectos recibidos de los productores. Hugo se indignó, porque le usaron su proyecto, pero a cambio de nada.
Finalmente Contreras, luego de “incalculables” trámites, logró que lo borraran del Veraz y pudo conseguir que el Banco de Santa Cruz le prestara 4 millones y medio de pesos, por lo que se reconcilió con el Estado. Con el mismo pudo comprar 500 pollitas más, de raza Lohmann Brown, y hacer mejoras en el interior de sus instalaciones. Para el recambio, Hugo le compró las pollitas ponedoras a Cabaña Camila, en la localidad de Suipacha, provincia de Buenos Aires, que le facilitó mucho la gestión.
Hugo no olvida, además, que el veterinario de la misma cabaña, Ariel Demarco, le brindó un asesoramiento valiosísimo, con total generosidad. Por fin la semana pasada, Contreras, pudo constituir una SAS (Sociedad por Acciones Simplificada) y se registró como empleador en el Renatre, porque sabe que, como viene creciendo, pronto va a necesitar contratar gente.
Hace poco hubo un alerta de Sunami en Chile y en Río Gallegos sufrieron un temporal con vientos de más de 120 kilómetros por hora, por los que le cedió un respiradero de un galpón y el frío extremo le generó la muerte de unas 50 pollas en la semana 10 de vida. “Eso me bajoneó bastante”, dice. Pues ya aseguró mejor los respiraderos, y ahora se encuentra en etapa de recría, esperando que las gallinas empiecen a producir huevos. Está muy agradecido por la ayuda que ha recibido de la veterinaria Zulma Canet, de INTA Pergamino, y de la ingeniera zootecnista de la Secretaría de Agricultura de la Nación, Gisela Mair.
“Los vendo como huevos frescos, del día, de gallinas felices, y la verdad que tengo mucha demanda y por ahora el negocio no parece tener techo. Para el mes de julio, estimo que voy a producir unos 13 maples diarios, y ya estoy buscando más financiación para aumentar la infraestructura y la producción”, señala Hugo, con gran optimismo e indica que otra clave es que no los vende mucho más caros que los huevos comunes, porque necesita venderlos inmediatamente, como “frescos”.
Hoy también reparte a domicilio en su camioneta y cuenta que le va tan bien, que llegó a tener más de 100 pedidos en lista de espera y que muchos le trasferían el pago con un plus para que les entregara primero, pero les tenía que devolver el monto porque no podía abastecerlos. Explica que está comprando los envases de los maples a una empresa de Córdoba y el balanceado a un molino de la provincia de Buenos Aires.
“Además en mi terreno me puse a hacer cultivos biodinámicos y agroecológicos. Composto con la cama de viruta de las aves. Siembro alfalfa y verduras de hoja para complementar, ya que eso ayuda a que las yemas salgan más amarillas. Además, mucha gente me demanda constantemente verduras y podría crecer en ese rubro, en paralelo, sumando hortalizas. Mi idea es saltar a criar 1000 o 1500 aves”, completa Hugo, muy entusiasmado.
“Aunque todo requiere de inversión, porque debo montar un depósito de alimentos, vestuario del personal, y sólo el limpiabotas me cuesta 3 millones y medio”, vuelve Hugo a manifestar que aún le espera un largo camino de mucho esfuerzo y sacrificio, si bien, nada le quita las ganas de seguir luchando.
En sus tiempos de depresión, Hugo Contreras aprendió a tocar la guitarra y nos quiere dedicar la canción que más lo acompañó en esos duros tiempos: Zamba de amor y mar, de “Tito” Segura, interpretada por Los Tucu Tucu.