En las últimas dos décadas “la producción de soja y carne vacuna han sido los principales impulsores de la deforestación en la región chaqueña, y las proyecciones muestran que la producción de estos commodities continuará impulsando la deforestación en la región”, advierte la Fundación Vida Silvestre Argentina en un estudio que presentó en conjunto con el Fondo Mundial para la Naturaleza (World Wildlife Fund-WWF).
Luego de esa definición, las influyentes organizaciones ambientalistas apoyan la implementación de un sistema de trazabilidad para certificar cuando la ganadería y la agricultura están “libres de deforestación”.
En el documento, estas entidades se mostraron preocupadas por la creciente demanda de carne vacuna en todo el mundo, impulsada por el aumento de los ingresos en Asia-Pacífico, así como en Oriente Medio y África. “Entre 2015 y 2020, el consumo mundial de carne vacuna aumentó un 7% debido al aumento de los ingresos en China y otros países en desarrollo, así como al crecimiento de la población mundial. En el 2020 el 75% de las exportaciones de carne vacuna de Argentina fueron a China y dado el impacto a largo plazo de las enfermedades porcinas y avícolas en China, la tendencia podría continuar durante diez años o más”, enunciaron.
¿El desafío? Este tipo de organizaciones cree que “hay que resolver el conflicto entre la producción de alimentos y la conservación de la naturaleza, y que hay que obtener información actualizada y confiable de los ecosistemas y las cadenas productivas que le permita al consumidor diferenciar entre productos provenientes de un manejo sustentable de los recursos naturales y aquellos que provienen de sistemas de producción con alto impacto ambiental”.
Pero mientras se encuentra ese equilibrio, Vida Silvestre considera que hay que identificar los productos que hayan sino producidos sin provocar una mayor deforestación, a partir de un sello especial y un sistema que asegure su trazabilidad.
El estudio recordó que en los últimos años se vienen llevando a cabo diferentes consultas públicas sobre posibles legislaciones en los países compradores (usualmente los europeos) para impedir que los productos vinculados a la deforestación y la conversión lleguen a los mercados, pero para poder asegurar esto, afirman que “hace falta un sistema de trazabilidad efectivo y confiable, que combine información sobre el sistema de producción y el ecosistema donde se desarrolla”.
Recordaron que el sistema de trazabilidad existente en la industria alimentaria en argentina apunta sobre todo a la regulación del uso de agroquímicos y productos veterinarios. Sin embargo, ante los cambios en los pedidos de los compradores resulta necesario sumar la “trazabilidad ambiental” a los productos para asegurar que el sistema es libre deforestación y conversión de ambientes naturales. Es decir que no se hayan realizado desmontes ni se hayan transformado áreas naturales en ninguna de las etapas del proceso de producción, industrialización y distribución.
Ambas organizaciones sostuvieron que mediante un modelo innovador “se puede reducir la deforestación y la conversión de ecosistemas críticos”, al tiempo que “se mejora la resiliencia económica y ambiental y se posibilitan beneficios para el gobierno, las empresas, los productores y el medio ambiente”.
Durante los últimos dos años, la Fundación Vida Silvestre Argentina y WWF exploraron en ese modelo con el potencial de alterar los mercados y revolucionar las estrategias de impacto climático y pérdida de biodiversidad.
“El aumento de la población mundial conduce a un mayor consumo y demanda de alimentos, lo que da lugar a la expansión de la agricultura comercial y la ganadería intensiva. Estos factores ejercen una fuerte presión sobre los recursos naturales a nivel mundial, especialmente los bosques y otros ecosistemas naturales”, indicaron Vida Silvestre y WWF. “Se estima que alrededor del 80% de la deforestación mundial está impulsada por la expansión agrícola, vinculada a la demanda mundial de productos como el aceite de palma, la soja o la carne”, agregaron.