Una escuela secundaria “campesina” lleva una década promoviendo la educación para jóvenes con el propósito de brindarles contención y una formación orientada a la producción agropecuaria local. La institución se creó gracias al impulso de un grupo de familias del noroeste cordobés que pusieron su granito de arena para que el sueño pueda concretarse.
La comunidad de La Cortadera, ubicada a unos 45 kilómetros al norte de la ciudad de Villa Dolores, Córdoba, se organizó para que los jóvenes de la zona puedan acceder a la educación sin tener que abandonar su pueblo. Bichos de campo se acercó al lugar para conocer de primera mano la propuesta educativa que ofrece la Escuela “La Cortadera” en la zona Traslasierra. “Los chicos aprenden contenidos universales y también los específicos de su vida cotidiana en el campo”, dijo Carolina Moyano, coordinadora y docente de la escuela campesina.
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Acceder a la escuela secundaria para la mayoría de las comunidades rurales es complicado por el largo camino que tienen que recorrer los alumnos, quienes muchas veces deben recurrir a internados para poder acceder a una educación de calidad.
En ese marco, las familias de la zona en 2011 gestionaron un reclamo comunitario ante el Ministerio de Educación de Córdoba para poder obtener la habilitación de su propia escuela secundaria, la cual fue construida en su mayor parte por los propios vecinos de la zona. La iniciativa cuenta con el apoyo del Instituto Privado Villas de las Rosas.
Además de contenidos relacionados con la producción agroecológica, la escuela cuenta con un módulo de biogás alimentado con guano de cabras y se focaliza en la planificación del manejo de los recursos presentes en el bosque de la zona de Traslasierra de acuerdo con los criterios establecidos por la legislación nacional y provincial vigente.
La llegada de la pandemia de Covid-19 complicó a esta comunidad, ya que las familias de La Cortadera no cuentan con servicio de agua potable ni tendido eléctrico y aun menos con conectividad. “La virtualidad que se instaló no visibiliza las dificultades que hubo de sostener la educación en un lugar donde no hay ni una biblioteca; cuando se cerró la escuela (en 2020), se cerró el espacio de sociabilidad y de estudio para estos chicos”, expresó la docente.
Para mantener este lugar se dividen en grupos y son los propios integrantes de la comunidad quienes realizan tareas de limpieza, reparaciones y cocina. Para formar y generar ingresos, suelen elaborar dulces y quesos con leche de cabras. “Soñamos con un acceso a conectividad, cursos de formación laboral, cursos de estudios superiores y que la voz de los jóvenes del campo se escuche cada vez más”, cerró Moyano.