Probablemente, lo más aventurado que haya hecho Jorge Romagnoli en su vida no haya sido torcerle el brazo a la historia milenaria del arado para, con apenas 20 y pico de años, jugarse por la siembra directa y sus bondades sustentables. De grande atravesó todo el continente asiático en moto para llegar a Europa, pasando por gran parte de China, países de la ex URSS, y otros de Europa del este.
“Me tocó ver cosas que jamás hubiera imaginado”, confesó en la charla que tuvimos para el capítulo 57 de El podcast de tu vida (por entonces se llamaba oli-nada-garcas) en septiembre de 2022.
Jorge Carlos Joaquín Romagnoli nació el 19 de febrero de 1954 en la zona rural de Monte Buey. Claro, sus abuelos por parte de madre y padre fueron inmigrantes que cuando llegaron al país se dedicaron al campo. Y la cosa siguió de generación en generación. Su esposa, Viviana. Sus hijos, Fernando, Virginia, Federico y Florencia.
“Soy productor agropecuario desde 1978”, afirma. Pionero, innovador, perfeccionista, laburador incansable, soñador… Para muestra les dejo un botón: A mediados de los años 70 supo que en Estados Unidos se estaban haciendo unos ensayos en siembra directa. En 1977 logró que un tío le trajera información para ver qué estaban haciendo y adaptarlos. Tenía apenas 24 años. A la campaña siguiente sembró los primeros lotes de soja sobre trigo sin arar. Se estaba empezando a gestar una de las últimas revoluciones de la agricultura argentina y mundial.
-Contame de tu infancia. ¿Qué hacías a los 10 o 12 años? ¿Dónde andabas? ¿Ibas al Club? ¿Cómo eras en el Colegio? ¿Qué cosas te interesaban, qué te gustaba hacer… Básicamente, ¿Cómo era “Jorgito” Romagnoli?
-Mi crianza fue en el campo, vengo de una familia de productores. Mis dos abuelos inmigrantes se instalaron en el ámbito rural y mis padres, por lo tanto, se criaron como productores agropecuarios, y yo me crié ahí. Fui a la primaria en una escuela rural y al secundario en uno agronómico de Monte Buey. Toda mi infancia fue en ese ámbito. Obviamente desde chico acompañaba a mi padre a los boliches de campo, después a los clubes, la cancha de fútbol. Básicamente era bochas y futbol rural.
-Siempre me gusta preguntar por olores, sabores, porque a esa edad de pibe a uno le quedan muy pegadas ese tipo de sensaciones… ¿Qué cosas, si cerrás los ojos, te quedaron grabadas en el alma?
-Mi recuerdo más remoto, de niño, fue una mudanza que hicieron mis padres en donde yo iba acompañando a toda la mudanza arriba de un acoplado, trasladando los muebles de campo. Yo tenía dos años y medio en ese momento. Siempre lo asocio a un lugar del camino en el traslado. Me quedó de por vida.
-¿Y cómo era tu día a día de crianza rural?
-Todos los trabajos rurales tenían que ver con la crianza de animales. Ordeñar. Criar cerdos. Ir a caballo. Yo en los primeros años iba a la escuela de a caballo. Desde muy pequeño iba, después en sulky. Toda esa etapa fue viviendo todas las costumbres rurales. Y muchas influenciadas por algunos peones rurales que me enseñaron cuestiones con el manejo del lazo, o andar a caballo, pialar un animal y hasta rascar una guitarra.
-Llegó el momento de estudiar y, me imagino, ahora vos me vas a decir, si estudiar algo vinculado con el campo y la producción fue el Plan A y si habían un Plan B.
-Yo te diría que las opciones eran agronomía o veterinaria. Era lo que me atraía porque era el medio donde me había criado. Incluso por la formación secundaria, que te dije, fue en un colegio agro técnico.
-Lo que vos imaginabas cuando tomaste la decisión de estudiar agronomía fue luego lo que encontraste? ¿O descubriste cosas?
-Te diría básicamente que mi vocación estaba en la dirección que después seguí. Pero tengo otras actividades que fueron paralelas a todo el desarrollo de la profesión agronómica que tienen que ver con la ingeniería, el diseño, la mecánica, dibujo, todo lo que está relacionado a proyectos de programación en términos de espacio y ocupación de ambientes. O si querés cosas relacionadas a la ingeniería mecánica como a la ingeniería civil. Pero eso fueron actividades en paralelo a la agronomía. Yo fui ampliando conceptos agronómicos y de aplicabilidad de la producción agropecuaria con esas otras profesiones o carreras.
-Yo decía al principio que tenías veinte y tantos cuando empezaste a estudiar qué era lo de la siembra directa, que era hacer algo que e iba a llevarlos a romper un paradigma.
-Yo en este sentido tengo que confesar que tuve una predisposición importante en buscar alternativas sustentables y de conservación. En el colegio secundario ya había tenido una formación en ese sentido. Pero luego en la universidad tuve la influencia de un agrónomo que para mí fue el más importante de la Argentina, Jorge Molina, con quien he tenido una relación durante vario años. Incluso haber recibido formación de discípulos de Molina que los tuve en la facultad. Este hombre ha tenido una visión clara en lo que es agricultura de conservación y producción en simultáneo. Por eso, con esa base, rápidamente, a partir de las cosas que empecé a ver en Estados Unidos y otros sitios me aboqué a aprender de la siembra directa.
Recordando a Jorge Samuel Molina, el padre de la siembra directa
-¿Y cómo fueron esos primeros “escarceos”?
-En un viaje que hizo un tío mío a Estados Unidos, en el año 1976 le pedí que me trajera material y eso ayudó a dar los primeros pasos en siembra directa en Argentina.
-¿Y qué te acordás de cuándo arrancaste? ¿Qué te decía algún vecino?
-(Se ríe) Obviamente pasaron muchas cosas. En Monte Buey nos trataban como locos, además esto asociado a mi juventud era algo totalmente descabellado. Los comentarios eran que yo iba a fundir a mi familia, que iba a perder todo el campo. Obviamente, era un momento que no conseguía crédito. Cosas que pasaron los primeros años hasta que después se demostró que sí, era posible. Después de 10-12 años de practicar siembra directa e insistir y tener éxito sostenido las opiniones cambiaron radicalmente y ya en los 90s se generalizó la adopción. Por diferentes razones, desde el perfeccionamiento en el manejo de las máquinas, el control de malezas, entender en cómo funcionaba el sistema en su conjunto, no sólo sembrar sin arar, sino rotando, aportando rastrojos, controlando nuevas plagas, aportando nutrientes, una serie de cosas que nos permitieron a través del intercambio entre productores, que nos reuníamos para llevar adelante un progreso firme y consistente. Y son estas reuniones que dan lugar, algo más de una década después de los primeros lotes sembrados y mucho trabajo, a la fundación de AAPRESID.
-Ahora, Jorge, en ese momento, cuando vos y otros pioneros empezaron, en tu caso puntual, ¿Qué te motivó? Porque vos me hablás de un espíritu innovador, pero ¿Qué viste en ese momento que podía ofrecerles este sistema totalmente disruptivo?
-Yo te diría que, en lo particular, en nuestros campos no teníamos graves problemas de erosión, porque la familia venía de un buen manejo en rotaciones, asociado a la ganadería, de manera tal que nuestros campos no estaban deteriorados. Pero sí lo veía en otros campos. Y con el cultivo de soja, la intensificación del doble cultivo llevaban a duplicar las labranzas en el campo. Yo sabía que haciendo más labranzas el deterioro vendría inexorablemente. Eso fue lo que hicimos en el 1974/75 con laboreos mínimos y un par de años después ya hacíamos sin labranza y ya en los 80s toda la soja de segunda, sobre trigo, la hacíamos en siembra directa y hacíamos un mínimo laboreo para sembrar trigo y para sembrar maíz. Y desde fines de los 80 ya incorporamos todos los cultivos en siembra directa. Pero te repito, yo imaginaba claramente por la formación académica que había tenido que con la intensificación y el laboreo la destrucción del suelo era inexorable.
-Lo último que te pregunto con esto, que tiene que ver con la actualidad, si identificas algo en los sistemas que hoy están trabajando o de lo que se viene que tenga un poder revolucionario como lo tuvo dejar el arado y empezar con la directa.
-Es difícil imaginar un cambio tan significativo como el que hubo con la siembra directa. Pero yo te diría que entender al suelo como un organismo vivo es la clave para imaginar un planeta realmente sustentable para una humanidad crecente tanto en población como en demanda y calidad de vida. La población del planeta se estabilizaría en unos años en 10.000 millones de habitantes aproximadamente y eso ocurra en 30 a 50 años. Yo creo que van a crecer las demandas en calidad de vida como en recursos nuevos. Y por otro lado desarrollo de conceptos que no hemos internalizados aún pero en los deseos de los consumidores van a plantear nuevos desafíos. Y esos desafíos podrán cumplirse sólo si logramos suelos más productivos, y para eso tenemos que pensar al suelo como un organismo vivo tridimensionalmente, no como el campo en superficie, sino en volumen. ¿Cuánto podemos explorar en tres dimensiones de este suelo para que la captación de la luz que es la fuente de energía que tenemos pueda ser transformada en bienes, servicios y recursos necesarios? En los últimos tiempos, en muchos lugares de la actividad agropecuaria hemos perdido la capacidad de explorar tridimensionalmente. Hemos perdido volumen de suelo. Tenemos que volver. Hay que entender física, química pero también biología del suelo, que es donde más desconocemos.
-La última antes del pin-pong, tiene que ver con ¿cuál creés que es la clave de tu éxito? ¿Qué cosas te ayudaron a desandar el camino que has hecho?
-Yo siempre tengo un recuerdo y reconocimiento a la formación familiar y la educación que he podido recibir. Desde la etapa primaria, secundaria y universitaria. Eso me dio las bases para razonar, entender los sistemas. Yo creo que la esencia para innovar y descubrir y perseverar en una idea es entender los procesos. Y para entenderlos la formación es clave. Eso lleva al razonamiento. La ciencia es un razonamiento, prueba y error, probar nuevas ideas, y seguir. Creo que he perseverado en esa dirección.
-Bueno, ahora sí, llegamos al pin-pong de El podcast de tu vida, la primera pregunta es ¿Cómo despejás tu cabeza?¿Cómo te reseteas?
-Tengo la suerte de que mi mujer cocina muy rico, es una apasionada de la cocina. Llego a casa y me siento a compartir la comida, particularmente la cena, también tomando un buen vino que es lo que me permite terminar el día en una buena charla. Después mirar alguna serie, o escuchar música. Esas son las cosas que me distienden y me permiten descansar bien. Dormir lo suficiente para muchas veces despertarme temprano y ahí en la cama resuelvo problemas que después durante el día no puedo resolver.
-¿Qué serie te ha gustado?
-Me gustó mucho “Borgen”, una noruega. También he esperado “La sociedad de la nieve”. Todo lo que sea poner a las personas en condiciones extremas me motiva mucho. Analizar, ver cómo el cerebro procesa toda esas situaciones difíciles. Por esa misma razón es que hago travesías en moto, he andado por lugares difíciles. Son las cosa que me dan satisfacción. Me generan adrenalina y me ponen en resolución de temas que me hacen bien.
-¿Ese es uno de tus hobbies, las travesías en moto?
-Si, hace ya varios años tengo algunas travesías extrañas como atravesar todo Asia hasta llegar a Europa durante 60 días. Pasar por todo China de este a oeste los países de la ex URSS, Europa del este. Atravesar todas esas cosas me ha generado un conocimiento no imaginado. Viajar, sobre todo en esos ambientes, fortalece el ánimo y por sobre todas las cosas dan una capacidad de razonamiento distintas a las que uno puede tener en un ambiente de comodidad. Me tocó ver cosa en Asia que no me hubiera imaginado.
-¿Y por qué otros lugares anduviste? ¿Vas con amigos?
-Ando en diferentes modos. Solo o en grupos. En algunas oportunidades hasta nos hemos juntado con gente de otros países, mexicanos, y otras veces son de la zona de acá. Con quien se de, lo hacemos.
-¿Y tenés alguna travesía que tengas en la cabeza pendiente para hacer?
-Si, claro. Tengo que unir Alaska con Ushuaia. Ya tengo hecho de Ushuaia hasta La Quiaca. Y ahora me falta el resto. También estaba en los planes hacer la Siberia, pero no está muy bien ahora la zona.
-Cuando vas en la moto, ¿Vas escuchando algo, vas pensando? ¿En qué vas pensando?
-La moto no perdona. Te exige dedicación plena. Tenés que estar con la vista y todos los sentidos puestos en la moto, porque una distracción te puede costar caro. Por eso, además de andar en moto, además de la adrenalina que genera, es una abstracción total. Yo te diría que una semana en moto es un año de diván de psicólogo.
-Si pudieses viajar en el tiempo, ¿Adónde irías y por qué o para qué?
-Yo perdí mi padre de muy joven y es algo que siento, también un hermano. Y seguramente hubiese aprendido y entendido mucha más cosas si hubiera compartido más tiempo con ellos. También con mi madre que si bien falleció a los 84 año, también debí haber compartido más cosas para tener vivencias más plenas. Tanto del pasado como cosas que quedaron en la juventud. Además, es una curiosidad enorme saber qué va a pasar de acá a los próximos 50 años. Ver de qué modo se va a relacionar la sociedad y bajo qué paradigma van a coexistir las personas, los individuos.
-Bueno, Jorge, qué linda historia, la parte más conocida y la menos conocida. Vos sabés que estas charlas siempre terminan con un tema musical que elige el entrevistado. ¿Qué elegís?
-Sin duda, un chamamé, “A mi Corrientes porá”, que lo aprendí mis primeros años estudiando. Que cuando me puse de novio con mi actual mujer quedó encantada con esa canción. Es un chamamé que me encanta escucharlo por todos los intérpretes.