Además de ser ingeniero agrónomo, Jorge Adámoli se desempeña como profesor de Ecología en la Universidad de Buenos Aires (UBA), área de estudio sobre la que se ha vuelto todo un referente en las últimas dos o tres décadas. Por tal motivo, resulta todo un atractivo cruzarse con él en cualquier conferencia o congreso vinculado al sector, sobre todo si lo que se busca es analizar las transformaciones que han acontecido en materia de agricultura.
No se puede negar que la producción agrícola ha realizado un viraje en los últimos años hacia prácticas más sustentables y cuidadosas del medio ambiente, punto que Adámoli reconoce y celebra. De hecho, el machacaba con esta necesidad de comunión hace muchísimos años en los congresos de Aapresid, cuando la soja brillaba y se discutía muy poco sobre los colaterales de la intensificación agrícola.
“Es bueno incorporar cuestiones ambientales. La cosa es hacer todo en su medida y armoniosamente. Jorge Molina, un admirado profesor de Agricultura General de la UBA, decía que la agricultura era ecología aplicada. Ese discurso me gustó. Producción y ambiente son las dos caras de una misma moneda. Todo productor es un tipo que está tomando decisiones ambientales en todo momento”, dijo el especialista durante una charla con Bichos de Campo.
“Aunque lo arrastre la codicia, un tipo que está trabajando en el campo está tomando decisiones ambientales permanentemente, ya sean buenas, regulares o malas. Se resalta mucho lo malo, porque existe lo malo claro, pero también hay cosas muy buenas desde hace mucho tiempo atrás”, agregó.
Para Adámoli, la siembra directa es un claro ejemplo de eso.
“La base de la agricultura, desde la revolución neolítica hace 12.000 años, ha sido transformar la naturaleza, remover la tierra y darle condiciones a las semillas para que puedan crecer. Ese es todo el secreto de la agricultura. Hace años un grupo de locos pensó en otra cosa, contra miles de años de historia de la humanidad. Esa semilla prendió con una fuerza increíble. Cuando uno mira el crecimiento de la siembra directa en la Argentina es vertiginoso”, explicó el agrónomo.
En efecto, la siembra directa resultó en un enorme impacto ambiental porque mejoró la estructura de los suelos, la infiltración del agua, disminuyó la evaporación, evitó la erosión eólica y la pérdida de suelos. En sí, condujo a una alineación de los factores ambientales.
Sin embargo, eso no significa que se haya aplicada siempre de la mejor manera y Adámoli reconoce que existen los “peros”.
“Cualquier referente te va a decir que más del 90% de la agricultura argentina se hace con siembra directa. Está bien y es bueno, pero vayamos a verla en el campo. Cuando uno la ve en las presentaciones, ve un campo con un colchón de rastrojos. Una maravilla. Pero cuando vos ves en algunos lugares que te hacen girasol convencional y soja con una sembradora directa, no hacés la base de la rotación que es poner una gramínea, algo que incorpore materia orgánica. Son dos plantas que por su propia naturaleza, se van a descomponer rápidamente. Es monocultivo”, señaló.
Mirá la nota completa acá:
El especialista explicó luego que el siguiente paso a la preocupación por la siembra directa, fue la inquietud por las nuevas malezas, lo que impulsó no solo el interés por rotar cultivos sino por hacer lo mismo con los agroquímicos. Con los años, los cultivos de servicio también se sumaron a la agenda de la evolución de la agricultura.
-No son los ecologistas los que te dicen de hacer esas cosas, sino los agrónomos que están buscando respuestas.
-Yo separo ecólogo de ecologista. Un ecólogo, alguien con formación ambiental y buena onda. Él te va a decir “ustedes me dicen esto pero yo veo es que está avanzando para otro lado, que se están contaminando ríos, que no se están haciendo las cosas bien y hay que corregirlo”. A mí me gusta definir la contaminación agrícola como una mezcla de mucha plata y poco seso, porque si vos vas a aplicar un fertilizante, un pesticida, un herbicida, es para esta parte del lote. Si vos aplicás tres veces más, una buena parte se va a ir a los arroyos y es una burrada. O sea, estás perdiendo plata porque no estás aplicando el seso.
–Ha habido mucha gente que iba advirtiendo estos daños colaterales del modelo agrícola argentino. Ahora todo hay un viraje. ¿Hay riesgo en que estemos simulando ser ambientales?
-Y sí, hay cosas que tienen el nombre de maquillaje verde. Hago como que si, porque hay una parte de la sociedad que reclama y queda bien hacer eso. Lo importante es hacerlo porque estás convencido de que eso tiene que ser así.
-¿Por qué vale la pena ser ambientalmente consciente?
-En primer lugar, porque si vos manejás bien el sistema de rotación, incorporás agua al suelo, etcétera, disminuís la erosión que es tu campo, conservás tu patrimonio, tu capital. Si no tirás fertilizantes y pesticidas a los ríos, esa plata que estás tirando la vas a incorporar solamente en tu campo. También te conviene. Y después hay una serie de regulaciones que vienen del exterior. Muchas están bien, algunas son abusivas porque tienen un tufillo paraarancelario impresionante, pero está bien que haya presiones, que exigen determinado tipo de prácticas agrícolas o ganaderas. El bienestar animal. Por ejemplo.
-¿Estás contento con este giro, donde todo el debate está cruzado por el tema ambiental, después de 20 años de machacar y ser casi el único ecólogo que venía a los congresos de Aapresid?
-Sí. Yo veo cada vez hay más gente que te que maneja estos conceptos. Hace varios años, todo lo que era manejo integrado de plagas, niveles de daño, yo lo aprendí acá, en las conferencias magistrales. Eso es ecología pura de la cabeza a los pies, con beneficios para los productores porque evita el ataque y porque gasta menos plata, que es la glándula más sensible.
Capo total el Negro Adámoli. De la época en la que los agrónomos éramos agrónomos