“Y el ganador es…” Según arrojan las estadísticas de Spotify -se envían cada año para comienzos de diciembre-, el capítulo más escuchado de El podcast de tu vida en 2023 ha sido la hermosa charla que mantuvimos con el ingeniero agrónomo Javier Amuchástegui, haciendo foco en su otra pasión, el deporte, y en especial por las montañas. Esa charla destacó más en particular cuando contó que cumplió el sueño de hacer cumbre en el Aconcagua con 50 años.
“La montaña es un refugio para el alma, la vida se te pasa por delante como una película, te conectás con vos, con los que están ahí en medio de la montaña y con la naturaleza, es maravilloso”, compartió el productor cordobés durante la entrevista.
En lo empresarial, hace 30 años que junto a su hermano “Pancho” pusieron en marcha Tecnocampo, una empresa agropecuaria que hace cultivos extensivos, especialities y ganadería bovina. “Somos muy distintos, los dos somos agrónomos, pero a él le gusta más el campo y a mí cultivar personas y vínculos”, cuenta Javier en la nota y advierte: “Tenemos códigos de oro que nunca se rompieron y todo lo resolvemos juntos”.
En la entrevista hicimos foco en su historia de vida, su vínculo con el campo (no vienen de una familia rural, “somos más bien citadinos”), y su motivación por los deportes: “Windsurf, kitesurf, vela, snowboard, parapente, carreras de trail, subir montañas, me gusta la adrenalina”, dice. Pasen y lean porque como siempre les digo, “ustedes creen que los conocen hasta que los leen acá”…
-Lo primero que quiero saber, es algo que pregunto siempre. ¿Cuál es tu historia vinculada al campo? ¿Tuviste una infancia campera y qué te acordás de ella?
-La verdad es que soy muy citadino. No tuvimos una infancia de campo. Sin embargo, siempre me gustó la naturaleza y el campo. No me preguntes por qué. De chico me gustaba. Fernando, mi hermano, tuvo alguna experiencia con amigos que tenían campo y siempre quiso estudiar agronomía. Yo estaba entre biología y agronomía, me incline por la agronomía, pero calculo que mi pasión por la naturaleza y el aire libre fue lo que me llevó por esa carrera.
-¿Tu plan B era biología?
-Medicina. La opción era biología o agronomía por un lado, y medicina por otro.
-¿Qué te gusta de lo que hacés hoy?
-Nosotros llevamos más de 30 años laburando con Tecnocampo. De agrónomo hace rato que no ejerzo. Al campo voy de vez en cuando a dar una vuelta. Mi contacto hoy es mínimo. Es más a través de otras gestiones que hacen a la actividad. Hace tiempo que dejé de cultivar plantas y empecé a cultivar personas. Porque trabajar en una empresa requiere de una organización con empleados, con otras empresas, con cámaras, etc. Hace rato que no pateo lotes. Y a mí siempre lo que me gustó es la diversidad de cosas que se pueden hacer. Soy agrónomo, pero en la empresa soy arquitecto, paisajista, abogado, psicólogo… bueno, soy coach ontológico, porque hice la formación y seguí mucho trabajando en eso. Si hay algo que me apasiona es aprender. Me defino como un aprendiz de la vida. Me gusta mucho trabajar con personas. Y más allá de la actividad en sí, eso es lo que más me motiva. Y me impulsa a seguir creciendo.
-Cuando fue creciendo la empresa, ¿en qué momento sintieron con tu hermano Fernando que necesitaban profesionalizar la empresa?
-Te diría que éramos unos brutos cuando arrancamos (se ríe). Empezamos prestando servicios, después empezamos a sembrar, justo arrancó la siembra directa y todo se aceleró. Desde el día uno que estábamos arriba de las máquinas. Pero sabíamos que queríamos ir creciendo. El primer año que nos largamos a sembrar nos agarró una Niña y nos llevó todo prácticamente. Tuvimos que empezar de cero. Hemos tenido un montón de aprendizajes. Al principio se gestiona con sentido común. Lo primero que profesionalizas es lo que sabés que es la agronomía, pero necesitás también profesionalizar la parte contable y la administración. Y después siempre buscando la sustentabilidad. El proceso más fuerte de profesionalización ha sido los últimos 10 años. Pero siempre las decisiones, por más que la empresa crezca, las tenés que tomar vos. No tenés un jefe para preguntarle.
-Si, y después vienen las nuevas generaciones…
-Eso es algo que tuvimos claro desde el principio. Profesionalizarla y ser una empresa familiar. Más allá de ser hermanos, con Pancho hemos tenido códigos de oro. Somos muy distintos, pero hemos podido resolver todas las cosas que se nos han puesto enfrente. A el le gustan más los fierros, las vacas y el campo, y a mí más la parte de gestión de la empresa y las personas. Y con respecto a los hijos, ya están trabajando con distintos roles. Y tenemos en claro cuáles son los principios que están por encima. Tener una empresa sana contribuye a la familia y tener una familia sana contribuye a la empresa. Son dos sistemas distintos con lógicas distintas, es todo un arte hacerlos convivir.
-Ahora si, hablemos de deporte y montaña. ¿Qué ha sido el deporte en tu vida?
-Siempre fui fanático del deporte. Y lo sigo siendo. No concibo estar sin hacer deporte. He hecho de todo. Una de las cosas que más me apasionó es la náutica, sobre todo la vela. De chiquito me armaba balsas, veleritos, compré un velero siendo muy chico y navegaba mucho. Otro deporte que me gustaba mucho es la montaña, el trecking, y el campamento. En esa época te ibas y no tenías comunicación. Otros tiempos. Era una aventura. Eso lo hacía con mis amigos y siempre estuvo en ese momento el sueño de subir el Aconcagua, cuando tenía 15-16 te digo. Hoy sigo haciendo windsurf, kite, vela, parapente, buceo. El running también me encanta.
-Nunca tejo, pin-pong, truco… Todas cosas de riesgo.
-Claro. Ja. También hago sky, snowboard, he hecho trecking en la nieve. Me gusta la adrenalina y la libertad que te dan ese tipo de deportes.
-Me decías que a los 15 ya pensabas en el Aconcagua. ¿Cuándo ese sueño alocado y lejano adolescente se terminó convirtiendo en realidad y qué hiciste para concretarlo?
-Es muy loco lo que te voy a contar. Y tiene que ver el coaching ahí. Nosotros hacíamos todas montañas chicas. Básicamente en las sierras de Córdoba. La primer montaña grande que hicimos fue el Lanín. Esa fue nuestra cumbre en serio. Casi sin equipos, sin guía. Dios nos dio una mano creo porque fue una locura lo que hicimos. Por suerte fue todo bien. fue muy emocionante. Llorábamos, nos abrazábamos. Eso fue en 2003. Hace 20 años. Ahora tengo 54.
-¿Y después?
-Hicimos otras montañas, ya con guía, más preparación. Hielos continentales, Tronador, y otros picos. Después pasaron varios años sin hacer mucho.
-¿Y el Aconcagua cuando apareció?
-Para mí se había convertido en algo ya postergado para siempre. Pensaba “qué lindo hubiera sido”. Ya está. Me decían que necesitaba una historia de montaña, una preparación, varias montañas grandes antes. Pero en 2018, en una formación en coaching en Chile, haciendo un role play sobre algo imposible, algo que se te hubiera negado, empezamos a tirar temas. Yo tiré lo del Aconcagua. Y fue muy fuerte. Me quebré. Y las otras personas me impulsaron a hacerlo. Y me decían que lo iba a hacer. Yo venía entrenando para carreras de trail, pero nada de atura. Y en un momento, fui a hacer un trecking a la base del Aconcagua y cuando hablé con el guía me dijo que iba a poder hacerlo. Sólo tenía que ver cómo me pegaba la altura. Y lo decidí de una semana para la otra. Sin mucha expectativa, a ver qué pasaba.
-¿Y cómo fue?
-Cuando les contaba a los otros que hacía años que no hacía ninguna cumbre y que lo máximo que había hecho había sido 4000 metros no lo podían creer. Y ya estaba en los 50. Febrero de 2019. Fue suerte de principiante, no sé. Fue fabuloso. Hicimos cumbre. Anduvo todo bien.
-¿Hay una parte muy técnica en el Aconcagua?
-No. Por la ruta clásica no tenés que escalar. Usas crampones y por ahí encordado pero no hay escalada. Pero es un trecking exigente. Y el último día es una locura sí, porque vas de los 6000 metros a los casi 7000 en condiciones muy difíciles. Pero lo puede hacer una persona que no tenga conocimientos técnicos.
-¿Y cuánto creés vos que es físico y cuánto cabeza?
-Te diría que son tres cosas: la preparación física, que yo ya venía haciendo. De hecho, para mí fue un paseo hasta el día de cumbre, que fue muy duro. Nada que ver con la exigencia de las carreras que son más explosivas. Y mucho disfrute. Porque hay mucho de aclimatación. Estuvimos casi 20 días. Eso es lo más rico. Después tenés la dificultad técnica y tu aclimatación a la altura. Y después la cabeza siempre. La cabeza es fundamental. Hay gente que ha ido 2-3 veces bien entrenados pero no soportan la altura. Y la cabeza es clave porque te quebrás mentalmente mil veces. Pasás situaciones difíciles.
-¿Si cerrás los ojos qué es lo primero que se te viene? ¿Frío? ¿Cansancio? ¿Falta de aire?
-Primero la conexión plena, la sensación de libertad. Desconectar para conectar. Sin señal. Siete días sin conexión. Te conectás con la naturaleza, con uno mismo, con el grupo. Pasás por todos los estados. Es como una parodia de la vida. Miedo, incertidumbre, te querés volver, te alucina un paisaje. Pero más allá de la cumbre, me acuerdo de un atardecer antes de hacer cumbre, el sol entre dos nubes, todos los picos nevados. Parecía de otro planeta. Me quedé hasta las 10 de la noche ahí. Fue un momento mágico que no me voy a olvidar nunca en mi vida.
-¿Tenés algún próximo desafío en mente?
-No. Después he seguido haciendo varias montañas y siempre tenés varias en el radar. Ya no te importa tanto una montaña en particular. Me da lo mismo. Hay muchísimas montañas en Argentina, lugares hermosos. Uno de los que tenemos pendientes es el Incahuasi, de 6600 metros, en Catamarca. Pero casi no importa la montaña, es siempre estar soñando con alguna y estar trabajando para ir.
-También me parece que lo interesante es el camino… Después, podés hacer cumbre o no, pero las historias, los paisajes, el silencio, el cielo, todo es increíble.
-Eso lo vas aprendiendo con el tiempo. Y más que la foto de la cumbre que todos la quieren, empezás a conectar y pedirle permiso a la montaña. Eso es mágico. Pase lo que pase. Relacionado con eso, cuando son muy intensivas, no tenés tiempo para el disfrute. En cambio, en las expediciones más largas, alcanzás a desconectar. Es un refugio para el alma.
-¿Te acordás en qué vas pensando cuando vas subiendo? ¿Qué se te viene a la cabeza?
-Te diría que después te ponés muy introspectivo y la vida te va pasando como una película y la mirás desde otra perspectiva. Y cuando la pasás mal pensás en cosas buenas. Y eso te saca de ahí.
-Bueno, dicho esto, vamos al pin-pong de El Podcast de tu vida, ¿un país o ciudad que te gustaría conocer?
-Me gustaría ir al Himalaya… a ver qué onda… He visto muchas cosas y me gustaría estar ahí. (N de la R: El Himalaya tiene el pico más alto de la tierra con 8.850 metros, una cordillera situada en el continente asiático que se extiende por varios países: Bután, Nepal, China, Birmania, India y Pakistán).
-¿Algún lugar que conozcas y recomiendes para ir?
-Alguno que he vuelto algunas veces y es fantástico es la Polinesia. Los islotes, arrecifes, no la ciudad en sí, sino los islotes, bucear, es un paraíso.
-A la hora de cocinar, ¿Cómo te va? ¿Sos bueno?
-Soy certificado ISO 9001. Soy el asador oficial. Hacer un vacío plantado es algo que tiene todo un folclore. Lo aprendí en el sur, viendo a los baqueanos. Pero tenés que tener el tiempo para hacerlo. Y si no a la parrilla también vacío.
-Cuando tenés que ver series, películas, ¿Qué mirás?
-Nada. No miro.
-¿Y leés?
-Si. Tengo mi lista de espera de unos 40 libros (se ríe). Pasa que usualmente le dedico el tiempo a otras cosas. Pero son libros de formación y desarrollo personal, no novela o ficción.
-Si pudieses elegir algún superpoder, ¿Cuál elegiría?
-Volar. He hecho parapente, me ha tocado volar con cóndores. La sensación de el viento y la vista de arriba es fabulosa.
-Si pudieses viajar en el tiempo, ¿Dónde irías?
-Quizás a mi infancia en Carlos Paz. Los veranos eternos. Sin reloj, sin compu, sin celular. Íbamos toda la familia. Varias casas cerca. Jugar. Hacer una balsa. Y más grande empecé a competir en windsurf entrenaba casi todo el día. Me encantaba. Las guitarreadas de la noche. Eso tan sano que hoy parece tan lejano. Me transportaría ahí.
-La última, ¿Qué tema musical te gustaría recomendar?
-Muchos. Pero si tengo que elegir, “Yellow” de Coldplay.
-Gracias
-Si hay un mensaje que me gustaría transmitir es que no nos pongamos límites.
Gracias, me gustó mucho la entrevista, me inspira a empezar el día de otra manera.