El ministro de Economía, Sergio Massa, ahora es el principal candidato presidencial del oficialismo y se ha hecho muy visible como puso a toda su cartera a trabajar para generar “buenas noticias” que apuntalen su campaña. Uno de los sectores involucrados es la Secretaría de Agricultura, donde tienen tanto ánimo por cooperar que no repararon que lo que anunciaron como una “buena noticia”, el crecimiento de la producción de carne, es en realidad la consecuencia de la masacre ganadera que provocó la gran sequía.
Un comunicado oficial, este sábado, anunció que entre enero y mayo se produjeron 1.357.886 toneladas (de carne vacuna), lo que permitió que las exportaciones treparan más del 13% y que el consumo per cápita supere los 50 kilos en mayo”.
Todos los especialistas ganaderos, pero absolutamente todos, coinciden en que estos indicadores positivos han sido producto no de los méritos de la política oficial (que continúa regulando las exportaciones, y hasta prohíbe los embarques de siete cortes) sino consecuencia de la crisis climática de los últimos tiempos. Por la falta de lluvia, muchos ganaderos no tenían pasto suficiente para mantener sus animales y por lo tanto los enviaron más rápido al matadero. Eso provocó una sobreoferta que deprimió a su vez los precios de la carne, que volvieron a atrasarse respecto de la inflación. En consecuencia, en términos relativos el alimento se abarató y por lo tanto los argentinos pudieron comprar un par de kilos anuales más per cápita.
Para tener una dimensión de la masacre ganadera provocada por la sequía vale decir que la faena de animales en el primer semestre de 2023 llegó a crecer un 15% y que si la producción de carne no subió lo mismo sino solo 10 puntos porcentuales fue porque la gran parte de los animales que llegaban a los frigoríficos eran vacas de descarte y terneros flacos porque no comieron los suficiente. Poro regocijo deberían sentir los funcionarios por esa situación, que significó la descapitalización de muchos en el primer eslabón ganadero, la cría.
No extrañaría que este balance ganadero -que además implica el sacrificio de muchas más hembras que lo recomendable, y por lo tanto un achicamiento a futuro de la “fábrica de terneros”- sea deformado por cualquier político en campaña, desesperado por cosechar un par de votos más. Pero entristece que los autores de la información sean técnicos y funcionarios de un organismo público que no debería falsear la realidad ni maquillarla por razones electorales.
“La Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación informa que la producción de carne bovina creció 10% entre enero y mayo de este año, respecto a igual periodo del 2022, lo que permitió aumentar tanto las exportaciones como el consumo interno. De acuerdo a los datos relevados por la Subsecretaría de Ganadería y Producción Animal, en los primeros cinco meses de 2023 se produjeron 1.357.886 toneladas equivalentes a res con hueso”, hasta ahí todo bien, datos fríos.
Pero a renglón seguido, la gacetilla dice que el Secretario Juan José Bahillo resaltó que “la gestión planteada por el ministro de Economía, Sergio Massa, tiene como objetivo acompañar el potencial que caracteriza a las y los productores argentinos para ampliar la presencia de nuestros alimentos en el mundo, garantizando el abastecimiento interno”.
¿Era necesario? Ni Massa ni Bahillo alteraron una coma de las reglas de juego para la exportación de carne dejadas por su antecesor en el cargo, el ex ministro Julián Domínguez. Estas reglas incluyen la prohibición de exportar 7 cortes de consumo interno y la asignación sospechosa de cupos de exportación por empresa (“sospechosa” porque el Estado reparte esos cupos sin dar a conocer a las empresas que los reciben, dando margen a la discrecionalidad y la corrupción). A la vez, la carne vacuna sigue tributando un 9% de retenciones, que se le quita a la renta de los ganaderos.
En este gobierno, además, Agricultura lanzó un plan de estímulo ganadero, el Plan Ganar, que tanto Massa como Bahillo no continuaron y dejaron medio cajoneado. Preveía créditos accesibles para el sector por unos 100.000 millones de pesos, que por ahora brillan por su ausencia.
Pero lo más indignante de este análisis es que se desconoce que la mayor oferta de carne no tiene nada que ver con la política pública sino con la escasez de lluvias. La mayor oferta de carne y el consecuente crecimiento del consumo interno tiene que ver con eso, la mayor oferta de ganado que se escapada de los campos por falta de alimento. No decirlo es de mala leche.
Sigan los incautos lectores de la propagando pública pensando que el aumento del consumo per cápita, que según los datos oficiales alcanzó los 50,44 kilos anuales en mayo, creyendo a Massa y Bahillo. En unos meses, cuando la oferta decrezca forzosamente y vuelvan a subir los precios de la carne por los faltantes de oferta, recuerden que nosotros les avisamos.
Igual, como ya no serán tiempos de campaña electoral no importará demasiado.
Inconsistencia temporal es la definición de la política q caracteriza a esta gente: resultados “exitosos” de cortisimo plazo q hipotecan el futuro (largo plazo)