En su carrera para buscar proveedores alternativos de productos agroindustriales –factor clave para reducir la dependencia de EE.UU. y garantizar la soberanía alimentaria– China está instrumentando diferentes y múltiples caminos.
La última gran innovación en Sudamérica fue habilitar la importación de maíz brasileño y sorgo uruguayo, además de reabrir la negociaciones para incorporar también el maíz argentino en algún momento de 2023.
Pero también está recurriendo a productos poco convencionales, tal como muestra un informe sobre China publicado esta semana por el Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA).
En el documento se indica que en los primeros once meses de 2022 (últimos datos oficiales) las compras de arroz partido realizadas por China a India fueron de 2,00 millones de toneladas, una cifra que más que duplica la registrada en 2021. También crecieron de manera bestial las compras del producto provenientes de Pakistán y Tailandia.
La cuestión es que el crecimiento de las compras fue tan violento que provocó un alza impresionante de los precios de exportación del arroz partido, algo que –previsiblemente– comenzó a provocar una desaceleración de las importaciones chinas.
De hecho, el informe del USDA destaca que en 2022 las importaciones arroz en su totalidad superaron por primera vez en la historia el cupo anual chino de 5,32 millones de toneladas con aranceles preferenciales, luego del cual los importadores deben abonar un cargo extra.
Entre las diferentes fuentes energéticas importadas por China, el informe del USDA identifica como las más competitivas –en orden de importancia– la cebada proveniente de Argentina, Australia y Francia y la burlanda de maíz exportada por EE.UU.