En el norte del país no se hacía demasiado trigo hasta que apareció la siembra directa y hubo que incorporar el cereal para una rotación adecuada de los cultivos. Hasta ese momento, para proveer de harina a las panaderías de la región, había que importarlo del sur.
Fue en ese contexto, allá por 1962, que Hectár Luciano Castets decidió asociarse con otros panaderos de la región (los había de Romang, de Las Toscas, de la correntina Goya) para crear un molino propio que los pudiera abastecer de la harina que necesitaban. Nació así la empresa IMAN en Reconquista, en el norte santafesino. Sigue siendo una empresa familiar en manos de los Castets, que fueron comprando su parte al resto de los socios.
Los orígenes de la industria molinera argentina, conformada por más de 150 plantas que usualmente están muy vinculadas a cada una de sus localidades, suelen ser de estos modos: por necesidad de procesar la materia prima cerca de los puntos de producción y consumo. En el molino de Reconquista primero procesaban el trigo que llegaba en camiones desde el sur. Luego empezaron a abastecerse directamente de la zona.
-¿Y para Reconquista, que implica tener un molino?- le preguntamos a Raul Castets, el nieto del fundador, tercera generación de molineros.
-Yo creo que es bastante importante. Nosotros en la zona gracias a Dios somos fuertes, somos un molino que compite con el resto de los colegas del país, pero partimos de la base de que proveemos a varias provincias. En aquel momento (en referencia a la fundación) estaban Salta y Tucumán también. Hoy, por cuestiones de flete y otros costos, estamos más enfocado en en el Norte: Chaco, Formosa, Corrientes, Misiones y por supuesto Santa Fe.
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-Cualquier industrial que invierte en el interior del país sabe que “Dios atiende en Buenos Aires”. ¿Que es lo más difícil que tiene que enfrentar una empresa familiar de estas características estando ubicada tan lejos de Buenos Aires?
-Es así: Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires. Por ahí hay trámites demasiado burocráticos y siempre se depende de Buenos Aires. Y eso es una complicación.
-¿Que es lo que necesitan las empresas de este tipo para crecer?
–Habría que escribir varios libros. Mira, tenés para hacer muchísimas cosas desde la parte impositiva. Pongo un ejemplo que nos toca a nosotros, que es la cantidad de impuestos que vos tenés cuando salís del molino, cuando entras en otra provincia, cuando entras en otra localidad.
-¿Funcionan como si fueran retenciones internas?
-Exacto. Por ahí alguna se justifica. Algunas llegan a donde tiene que llegar, pero hay otras que no sabes para qué te cobran. Entonces sería bueno poder unificar, sería bueno simplificar.
-Va a ser jorobado conseguir trigo esta campaña, porque hubo una sequía enorme. ¿Cómo se arreglan en estos escenarios?
-El financiamiento sería fundamental. Lo que pasa es que vos ahora vas a pedir un préstamo y la tasa es altísima. Entonces hay que poner las dos cosas en la balanza. Nosotros gracias a las cooperativas y a los acopios de la zona (por allá es fuerte la Unión Agrícola Avellaneda), por ahí nos podemos manejar. Hacemos una suerte de pulmón entre el acopiador y nosotros.
-¿Se bancan con la generación local de trigo?
-Gracias a Dios sí. Los productores también. Sin ellos no podríamos existir. Hoy hay un problema serio de faltante de trigo y vamos a estar demasiado ajustados los molinos, creo que va a ser una de las pocas veces a nivel país en la que van a estar muy ajustados los molinos.
-¿Qué deberían hacer las autoridades? Porque cuando los años vienen complicados, los gobiernos empiezan a meter mano…
-Habría que hacer el recuento de qué es lo que tenemos de cereales. Y bueno, dejar lo necesario para el mercado interno y lo demás, como siempre ha hecho Argentina, venderlo. Pero en vez de vender trigo tendríamos que vender nuestra harina, nuestros productos manufacturados para que haya mejor ingreso para las industrias.