Humberto Tagarelli ha trabajado toda su vida (hoy tiene 71 años) como médico en Mendoza, pero desde hacer treinta años pasa además sus días trabajando sus 25 hectáreas de viñedos en La Consulta, en el Valle de Uco. Recuerda que cuando comenzó con esta actividad productiva, a principios de los 90, lo hizo pensando en tener un ingreso adicional para el día que tuviera que jubilarse. Por eso implantó lo que en aquel entonces llamaban “la viña del futuro”, con variedades tintas que conquistaban los mercados, como el Malbec, un sistema de riego por goteo y erradicando el sistema de parral para conducir las plantas en espaldera. “Mi padre tenía otras uvas y en aquel momento ya empezaba a tener problemas”, recordó.
Humberto ha ido invirtiendo año a año todas sus ganancias en el mismo viñedo, que luce muy bien y fue equipado además con malla antigranizo en gran parte de sus 25 hectáreas. La puso hasta donde pudo y justo por estos días le cayó una granizada que arruinó la cosecha esperada en un sector que había quedado desprotegido. Se lamenta porque la falta de rentabilidad de la actividad y la ausencia de créditos blandos no le permitió proteger todo. “No es que no llegué a tiempo. Tiempo tuve. No llegué con cantidad de dinero que yo necesito invertir para poner la malla a toda la finca”, nos explica.
Sin embargo, a pesar de haber desarrollado la “viña del futuro” y tener las mejores uvas malbec del mundo, Tagarelli se considera con esas 25 hectáreas como un productor chico. “Antes, hace 40 años, una familia podía vivir con 5 hectáreas de viñas, pero hoy ni con 20 es suficiente”, se lamenta en una entrevista con Bichos de Campo.
“Yo si no tuviera la jubilación no podría seguir con esto”, afirma Tagarelli. Que pregunta: “¿Ustedes creen que con el mismo precio de la uva en los últimos tres años, frente a una inflación del orden del 50% anual, se puede seguir?”. De locos.
El mundo patas para arriba. El jubilado bancando al productor y no a la inversa.
Aquí la entrevista completa con el viñatero Humberto Tagarelli:
La rentabilidad tan finita -y hasta a pérdida- que ofrece la vitivinicultura para la mayoría de los productores chicos y medianos se origina básicamente por el tan bajo precio que reciben por la uva entregada a las bodegas en las últimas tres campañas. En efecto, desde la Vendimia 2018 los viñateros vienen recibiendo el mismo precio, en pesos, casi sin ningún tipo de actualización por inflación. Recién ahora comenzaba a moverse un poco. En su caso, Humberto viene cobrando unos 24 pesos por kilo de uva y es casi un privilegiado, porque por lotes de uva de otra variedad y menor calidad se han pagado en este misma provincia unos 9 pesos.
Nos explica el médico que a los productores no les queda otra que entregar rápido los racimos cosechados porque no hay manera de guardarlos, es fruta fresca. Es allí que quedan atados a lo que los bodegueros estén dispuestos a pagar y sin demasiadas posibilidades de pataleo. Tagarelli cree que este es un círculo vicioso que no conduce a nada. Razona: “Si empezamos a matar al productor primario no vamos a salir nunca de la mediocridad. Entonces yo voy a hacer una calidad de trabajo menor a la que tengo. Y así, todos los viñedos están bajando su calidad de trabajo”.
Pero es así. Y las bodegas terminan pagando en cuotas valores de uva que no siempre cubren los costos y que en muchos casos los productores terminan de cobrar luego de varios meses, al termino de la cosecha del próximo año. “Te pagan lo que quieren, cómo y cuando quieren”, resume Tagarelli.
“Yo afortunadamente tengo una bodega de buena madera, no me puedo quejar. Y por eso esta viña está como está. Hay otros productores que vendieron a otras bodegas y recién ahora están cobrando la uva del año pasado. O sea, un año. Pobre aquel que le hayan pagado 20 pesos, ya que ahora con la inflación no le debe haber quedado nada. Ese productor no puede reinvertir nada”, relata Humberto.
Junto a otros productores ligados a la Sociedad Rural del Valle de Uco, Humberto está reclamando con insistencia que cambien las reglas de juego, porque no puede ser “que uno no tenga ni un precio de referencia ni un contrato que le diga cuánto le van a pagar y cuándo le van a pagar.
-Parece algo medieval entregar la producción sin saber ni siquiera cuánto le van a pagar…
-Lo es. Yo culpo directamente a los gobiernos, que son los que tienen que poner las reglas claras. Las ponen muy claras para cobrarnos los impuestos, y entonces deberían tener la capacidad de poner las reglas claras también para que cobre la producción (lo que le corresponde). Si ellos fueran capaces de manejar correctamente esta situación y habría un estadista, el Estado se haría cargo de todos los déficit que pudiera haber. Porque si no ahora todos los déficit los tiene el productor.
Tagarelli tiene claras cuáles son las necesidades del productor para poder seguir en carrera. “Necesitamos poder trabajar con contratos y reglas claras para que el grande no abuse del chico y en esto tiene que intervenir el Estado, como interviene cobrando impuestos deben poner reglas claras para todos”, señaló.
Luego, señalando sus viñedos, dice que “el político siempre saca de acá el 30 o el 50%, se los lleva en impuestos”. De todos modos, considera que esta economía regional está muy descuidada frente a otras producciones. “Al político directamente no le interesa la vitivinicultura con respecto a otras produccciones prmarias, como la soja, el trigo o el maíz”, que mueven mucho más recursos.
“Aquí hace falta un estadista, no un simple político”, repite en la despedida.
No sé si hace falta otro ente,las leyes antimonopolicas y posiciones dominantes están hace varios años.
Los responsables de hacerlas cumplir son los Gobernantes y deberá la justicia hacer los juicios de falta a los deberes de funcionario público y con sus consecuencias económicas.