Para algunos, el proyecto de vida de Marcelo Adrián Ruano quizá sea un resquicio de otra época, de otra etapa de la vida en el campo. Para él, es todo lo contrario: una elección de una filosofía de vida que es muy disruptiva, justamente, con la configuración actual del sector.
Marcelo es chacarero y cooperativista, dos etiquetas que parecen sacadas de un libro de historia pero que configuran para él, y para muchos otros productores de Río Cuarto, el medio de vida. Son quienes eligen vivir y producir en el campo y se resisten a ser replegados por el avance de la frontera agrícola.
Pero la historia, que merece ser bien contada, necesita de una primera salvedad, que él mismo hace: “No estoy en contra de la soja porque es la que hoy nos sostiene como país”, explicó Marcelo quien, más que renegar de la agricultura extensiva, sólo quiere mostrar que aún hay alternativas para producir a pequeña escala y agregar valor.
“Es posible, pero se necesita conocimientos, ganas y asociativismo”, señala el productor ovino y caprino, que viene de una familia chacarera del interior cordobés y ve con mucho dolor cómo la mayoría de los campos que solía recorrer de chico hoy están deshabitados.
“La agricultura nos corrió. Hoy el chacarero que vive en el campo ya no existe”, lamentó Marcelo. En efecto, eso se debe a que, por lo cambios en el sector agropecuario, ya no es rentable vivir del trabajo en la tierra a pequeña escala y por eso las pequeñas chacras y fincas ya no son la unidad productiva por excelencia.
“Hoy los terratenientes son los pequeños productores que alquilan su campo porque les es inviable producir a pequeña escala”, expresó, no sin antes demostrar que, en parte, esa lectura está errada. A fin de cuentas, lo que no es viable es hacer agricultura a esa escala, pero casos como el suyo, y muchos otros cooperativistas de la zona, demuestran que sí lo es con otras alternativas.
A fin de cuentas, “es una decisión de vida”, dice muy seguro este productor.
Aunque nació y se crió en el medio del campo, en la zona de San Ernesto, Marcelo tuvo también la chance de ir a la universidad pública. Allí, no sólo aprendió mucho de lo que aún hoy aplica en la diaria, sino que también adquirió mucha conciencia política, porque militó en agrupaciones radicales en plena primavera democrática alfonsinista.
Por eso es que, como presidente de la cooperativa de Productores y Artesanos de Río Cuarto, le molesta que se confunda el asociativismo con ciertas ideologías. “Los cooperativistas no somos todos zurdos. Esto es capitalismo y economía social”, explicó, y aseguró que, más allá de los maniqueísmos, ellos son una suerte de “gris” que busca equilibrar balanzas y recuperar un estilo de vida en crisis.
“Nadie se salva solo”, expresa, recuperando la frase popularizada por la serie de El Eternauta.
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A título personal, junto a su compañera Sonia y sus hijos, Marcelo produce quesos, chacinados y cueros con su rodeo de cabras y ovejas en un campo de la localidad de Cuatro Vientos. Pero, a la vez, se apoya en el grupo que conforma junto a otros productores, que es el que les permite agregar valor y acceder a circuitos comerciales.
La idea original de formar una cooperativa surgió del trabajo en conjunto con el INTA, cuando llegaron a la conclusión de que asociarse -y manejar ellos mismos su entidad- iba a ser la mejor forma de subsistir.
Y no tiene muchos secretos, asegura, más que el trabajo en conjunto para hacer frente a costos de infraestructura, habilitaciones o de distribución. Es así como conviven sus subproductos caprinos y ovinos con, por ejemplo, gírgolas, stevia o telares.
Y es así también como confían en que muchas familias del interior productivo pueden salir adelante. Con sus bases intactas: la vida en el campo y el agregado de valor.