Podría decirse que la vida del resero Ángel González va a contra mano. En medio de una ciudad moderna como lo es la Capital Federal, con pocos vestigios de su pasado rural, él todavía viste bombachas de campo, alpargatas, boina y hasta un poncho cuando hace frío. A mitad de la noche cuando todos duermen, este gaucho se despierta para comenzar su jornada entre el barro, la bosta y los corrales del Mercado de Hacienda de Liniers.
Hace 42 años que forma parte del personal “de a caballo” del lugar, y hace 30 que es capataz de Campos y Ganados, una de las más de cuarenta casas consignatarias que operan allí. Desde la una de la mañana se encarga de clasificar y ordenar la hacienda que ingresa en camiones, y para las cinco puede vérselo recorriendo el predio, asegurándose de que todo esté en orden para los primeros remates del día.
Al mediodía, mientras todos almuerzan, González duerme la siesta.
“Como me gusta tanto el laburo no lo siento, uno lo hace de corazón. Acá para darse cuenta de todo lo que hace y anda tiene que fijarse en el reloj, sino no sabés lo que pasó”, dijo Ángel González a Bichos de Campo.
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Hoy, mientras todos ensayan sus despedidas a la espera de la mudanza del mercado hacia Cañuelas, al resero se le pianta un lagrimón y piensa cómo va a meter 42 años de anécdotas en una caja.
-¿Qué significa para usted el Mercado de Liniers?- le preguntamos a González.
-Cuando yo llegué acá tenía una muda de ropa sola y hoy en día, gracias a dios, hemos ido para adelante. No con mucha escuela, solo la que el padre y la madre daban en la mesa, pero con eso uno sale. Eso siempre lo mantuve, con eso caminás. Yo me gané todo con esa escuela que me dieron ellos.
-¿Qué implica que el mercado se mude?
-Es una tristeza muy grande. Calculá que nosotros laburamos toda la noche, nos acostamos a dormir la siesta y a la tarde venimos, tomamos unos mates con los caballos, con los animales. Uno charla con los animales, les agradece por todo lo que nos han dado. Es muy fuerte. Para nosotros es un amigo el mercado de hacienda.
-¿Usted seguirá con el mercado?
-Voy a seguir porque uno tiene una familia y tiene que mantener todo lo que hizo. A nosotros nos enseñaron a trabajar, no a otra cosa, así que vamos a encarar el tema.
-Si tuviera que elegir un momento que le guste mucho de su historia acá en el mercado, ¿cuál sería?
-La charla con los chicos, eso se va a extrañar. Lo lindo de este lugar es que la gente que labura en el mercado viene de generación en generación. Yo traje a mis hijos de chiquitos y hoy en día trabajan acá. Son mensuales de cada firma y así pasa siempre. Acá se saluda, se dice buen día, permiso, si se tienen que sacar la boina se la sacan. Todavía está ese estilo vio, el respeto.
-¿Cree que esas tradiciones se van a mudar al nuevo mercado?
-Eso no se va a perder porque los chicos van todos. Van mis hijos y después irán mis nietos. Yo siempre digo que a las cosas hay que cuidarlas porque así como nosotros nos vamos a jubilar, si vos lo cuidás el Mercado va a durar porque se tiene que jubilar mucha gente más.