Héctor Huergo, que lleva muchos años como responsable de Contenidos del Hub Rural del Grupo Clarín, suele decir: “El campo se está consolidando como locomotora de la economía argentina”. Pero más que de ‘campo’ a secas, prefiere hablar sobre la bioeconomía. ¿A qué se refiere? A un concepto más amplio que el propio Huergo comenzó a acuñar desde una editorial que escribió en 1991 titulada “Ponga un choclo en su tanque”.
“Esa editorial proponía meterle al etanol de maíz en la Argentina y recuerdo que en ese momento había una publicidad de Esso que decía ‘ponga un tigre en su tanque’. Pero nosotros decimos ‘ponga un choclo en su tanque’ porque lo nuestro es el maíz, un cultivo de origen americano, con una tecnología que Argentina desarrolló al galope, con la aparición de nuevos híbridos y paquetes tecnológicos que resolvían problemas anteriores”, explicó Huergo a Bichos de Campo.
El comunicador agregó que, en aquel momento, “el maíz no tenia cómo defenderse de los yuyos, y entonces se usaban herbicidas ineficientes, costosos y contaminantes como el 2,4D, pero con la introducción de la soja al sistema de rotación en siembra directa, se pudo rotar el tipo de herbicidas, y al ingresar a los campos, limpió terreno para el maíz y así, gracias también al glifosato, pudimos controlar el sorgo de Alepo y el gramón”.
“El glifosato cumplió su ciclo vital, pero también debemos decir que le generó beneficios extraordinarios a los suelos pampeanos y a los sistemas de producción. Es un herbicida de muy bajo impacto ambiental, muy poco contaminante y realmente terminó con malezas que eran de combate obligatorio e imposible”, recordó el editor de Clarín Rural.
Según Huergo, desde ese momento el maíz “empezó a generar alternativas de nuevos usos como los biocombustibles, en momentos en que el petróleo era muy barato y no se observaba efecto contaminante. Parecía una propuesta ecológicamente favorable, pero económicamente imposible. Seguimos empujando, y 20 años después logramos la ley que impuso el corte obligatorio de etanol a base de caña de azúcar y de maíz en las naftas”.
Mirá el reportaje completo a Héctor Huergo:
En este balance, Huergo cree que desde aquel momento “las cosas cambiaron para bien para los productores, incluso a pesar de las malas políticas, porque si esto hubiese tenido un flujo natural sin la intervención enferma del Estado, ya estaríamos desde antes en los niveles que recién estamos alcanzando ahora con libertad comercial, reducción y eliminación de las retenciones y mejor ecuación insumo- producto”.
El analista consideró que “antes exportábamos suelos, y ahora estamos importando el fertilizante que después re exportamos como granos, pero al menos no estamos reportando pérdidas. Además, estamos usando todo el arsenal que nos propone la biotecnología con eventos que permiten controlar insectos que antes eran de combate imposible. Antes no se podía aplicar insecticidas para terminar con la Diatraea, la cual perforaba el tallo y las espigas del maíz. Hoy eso no ocurre porque tenemos maíces que se defienden de modo biotecnológico de los insectos, y con eso dimos un paso muy importante”.
Le preguntamos a Huego si no ve necesario un cambio de sistema agrícola y si la Siembra Directa ya cumplió un ciclo. Opinó: “Yo creo que el mundo quiere comida sana y segura, y es la que producimos más y mejor en Argentina. De modo que yo no veo la necesidad de un cambio, aunque sí la incorporación de tecnologías que permita incrementar los rendimientos, la calidad de los productos, y que nos defienda de agentes bióticos y abióticos como la sequía por ejemplo, que es un fenómeno que afecta más desde los efectos del Cambio Climático”.
“En este punto, creo que debemos apelar a una mayor agronomía, y eso significa mejores insumos dentro de los cuales pueden entrar los biológicos, como los inoculantes que fijan nitrógeno del aire y que se usan de modo masivo en la soja y en leguminosas como la alfalfa. En Argentina ingresaron de un modo que no se registró en otra parte”, subrayó.
De acuerdo a Huergo, no hay necesidad de un cambio de modelo. “Este modelo es correcto desde el punto de vista de su impacto ambiental, la sanidad y la seguridad alimentaria”.
Reconoció que “hay presiones de ciertos grupos de interés que quieren otra cosa. Y bueno, si quieren otra cosa y están dispuestos a pagar por eso, alguien las producirá. De hecho, hay quienes producen soja no transgénica que va apuntado a ese nicho de mercado tecnofóbico”, declaró.
Respecto del incremento de la grieta campo-ciudad, Huergo no consideró que el agro deba hacer un mea culpa. “Yo creo que el agro no tiene nada de qué disculparse, porque no hizo nada en contra de la humanidad o en contra de una población que crece en cantidad y calidad, en su deseo de comer más y mejor, y de comer otras cosas. Pero me parece que si aparece una fórmula superadora, bienvenida sea”.
“Yo no soy un fanático defensor de las cosas como se hacen siempre. De modo que está bueno avanzar en alternativas superadoras, pero sin plantear que debamos hacernos un harakiri por algo que hicimos mal antes, porque no hicimos nada mal. La agricultura no ha matado a nadie, lo que ha matado es el mal uso de algún producto. Si alguien se toma un litro de nafta, se va a morir, si se mete medio litro de agua por la nariz, se ahoga. Entonces no se trata de demonizar ninguna forma de producción, porque todos los modelos en general fueron probados. Sólo los insecticidas pueden estar más emparentados con un peligro, pero no los herbicidas que son productos que liquidan plantas”, sentenció Huergo.
Consultado sobre si se considera “el padre de la bioeconomía“, Huergo explicó que “no me hago cargo de eso, porque en realidad fue una metáfora que usaron mis hijos celebrando un cumpleaños mío. La bioeconomía es otra cosa, yo creo que es una etapa superadora de la agricultura. Antes hacíamos comida y fibras, y ahora hacemos bioenergía, bioplásticos, biogás, generamos montones de moléculas que antes se obtenían a partir de fuentes fósiles y que hoy se logran de la fotosíntesis, y eso es la agricultura”.