Pese al importante volumen de producción de la campaña triguera 2019/20, en el mercado local existen algunos temores respecto del stock remanente y necesario para cubrir las necesidades del consumo interno en los meses que quedan hasta la llegada de la nueva cosecha, en noviembre próximo, cuando aparezcan los primeros trigos del norte del país.
Según los datos oficiales la última cosecha fue de 19,7 millones de toneladas, a las que deberían agregarse 1,7 millón de toneladas de stock inicial, lo que suma una oferta muy elevada de 21,4 millones de toneladas.
De esa oferta total hay que restar 1 millón que se utiliza en estos momentos como semilla para la nueva siembra. Quedarían entonces 20,4 millones de toneladas para atender el mercado. De ese volumen los exportadores ya compraron 15 millones de las que tienen comprometidas 12 millones con sus clientes en los mercados internacionales. Así que en poder de las cerealeras quedan 3 millones de toneladas, de las cuales ya revendieron 1,5 millones a la molinería, que a su vez compró otro 1,5 millón de toneladas de trigo a los productores.
Entonces, como balance final, de la oferta disponible de 20,4 millones de toneladas ya se negociaron 16,5 millones, por lo que restan 3,9 millones para cubrir las necesidades de la industria que muele trigo y produce harina. Se estima que este sector, constituido por unos 160 molinos en todo el país, requerirá de al menos 3 millones de toneladas para abastecer a la demanda interna y a la exportación de harina hasta el empalme con la nueva cosecha.
En definitiva, las cuentas indican que la relación entre oferta y demanda de trigo es “ajustada” y que quedaría un stock muy reducido, de apenas 900 mil toneladas, como pase para la próxima campaña.
Diego Cifarelli, el presidente de la Federación de la Federación de la industria Molinera (FAIM), dijo que “no deberíamos tener problemas, porque el trigo en teoría alcanza. Pero habrá que ver cómo evoluciona la venta por parte de los tenedores”. En ese sentido advirtió que “cualquier postergación de venta se hará sentir en el mercado”.
Este es el escenario más temido, ya que cualquier suba de precios en el mercado local de productos panificados podría desencadenar una reacción del gobierno. Por ahora, la secretaria de Comercio Interior, Paula Español, viene monitoreando la situación, confiando en que funcione el precario acuerdo de abastecimiento entre el Ministerio de Agricultura, los exportadores y la industria molinera.
Temores a un nuevo cambio en las reglas de juego: Todos se apuran para sembrar y vender el trigo
“Desde que arrancó el año no hubo faltante, pero costó hacerse de la mercadería porque la incertidumbre repercute en la toma de decisiones de los productores”, explicó Cifarelli. En rigor, hay empresas agrícolas que retuvieron su cereal en un marco de inestabilidad de las reglas de juego.
Los productores enfrentan un escenario complejo. Por un lado, hay temores a las respuestas que pueda dar la política, muchos no descartan tampoco un nuevo aumento en las retenciones.
Por otro lado, se supone que podría haber una nueva devaluación. Algunos analistas muy escuchados en el sector hablan de que el contexto económico y la falta de dólares obligará a una nueva actualización cambiaria, incluso del dólar oficial.
Por otro lado, nadie quiere vender para quedar posicionado en pesos. Por lo tanto el que se desprende de un bien busca canjearlo por otro que le permita definir costos, como pueden ser los insumos, o también pasarse a otros bienes que sufran una pérdida de valor menor a la de la moneda local, como puede ser la hacienda vacuna y en especial la cría, que permite una opción de venta de más largo plazo.
En cualquiera de los casos, la situación no parece fácil porque las posibilidades de perder dinero y quedar en pampa y la vía están al alcance de la mano.