Finalmente, el buque uruguayo que hace más de 60 días cargaba la hacienda con destino a Turquía descargó la mayor parte de los animales en Libia. El conflicto comercial, que mantuvo en vilo durante semanas a las autoridades sanitarias del país oriental no terminó con la concreción de la venta en los términos pactados, pero al menos el alivio llega con la confirmación de que las casi 3000 vacas a bordo pudieron ser reubicadas. 40 de ellas murieron en el camino.
El de la exportación de ganado en pie es un negocio tan limitado como complejo, que afronta muchos requisitos sanitarios y exige de la cooperación activa de ambas partes. Eso fue lo que falló en el caso que el mundo siguió durante días, en donde diversos factores -de un lado acusan falta de documentación, y del otro desacuerdos entre importador y exportador- dejaron al buque Spiridon II varado en el mar de Mármara por 3 semanas hasta que encontró un nuevo destino.
¿Qué faltó efectivamente? ¿Puede sucederle lo mismo a Argentina? ¿Cuál es nuestra situación en este particular mercado? Esas preguntas -y muchas más- respondió el veterinario Gabriel Carnevale, responsable de la sanidad en las operaciones de comercio exterior de la consignataria Colombo y Colombo.
El caso merece antes una breve historización. A principios de año, el gobierno anunció con bombos y platillos que, mediante el Decreto 133/25, se habilitaba nuevamente la exportación de ganado en pie. Estrictamente, lo cierto es que esa operatoria no estuvo nunca vedada en el país, salvo que fuese para faena inmediata en el país de destino, y de hecho ya se habían registrado algunas operatorias durante el gobierno de Néstor Kirchner.
Lo cierto es que esa normativa terminó de eliminar la única “traba” que quedaba en ese comercio, la que -mediante el decreto 322/1973- prohibía el envío de animales gordos a otras latitudes para ser faenados en destino. Creada para afrontar problemas de desabastecimiento en esos años, luego la medida se mantuvo para no desincentivar el agregado de valor local con el envío a mercados muy pequeños y casi “artesanales”.
Ese adjetivo, “artesanales”, es el que usa Carnevale, quien explicó a Bichos de Campo que no por eso dejan de ser importantes. “Son ventas que suman y no modifican el stock”, comentó el veterinario, que señala que cada vez se registran más pedidos de hoteles, restaurantes o particulares de un puñado de animales con destino a la faena directa o, incluso, para la producción de leche.
A lo que se refiere el especialista es que, además de nuestros potenciales compradores más importantes, como Chile o Israel, puede enviarse ganado en pie a los mercados “premium”, donde la carne y la leche argentinas se consideran “delicatessen” y se venden a precios exorbitantes.
Hace un tiempo, por ejemplo, fue él quien coordinó el envío de vacas Holando desde Bolívar a un hotel cinco estrellas de Nigeria, que quería ofrecer esa leche en su desayuno. Del mismo modo, no descarta que “pueden enviarse 2 o 3 novillos a un alemán o un japonés para que haga el asado en la fiesta del fin de semana”, motorizado por las facilidades logísticas que ofrece el comercio internacional.
“Está funcionando, lo están pidiendo y cada vez nos discuten menos el precio”, observó.
De hecho, cuando se trata de envíos tan pequeños y personalizados, el medio elegido es el aéreo que, considera Carnevale, podría aprovecharse mucho más considerando que las importaciones de ropa y electrónicos crecieron notablemente y que, como la bodega del avión regresa vacía, “ahí pueden enviarse animales a bajo costo”.

Generalmente, los procesos preparatorios antes de exportar ganado en pie suelen ser muy largos ya que, una vez obtenido el visto bueno por parte del municipio, provincia y país, el vendedor debe enviar todos los documentos al municipio, provincia y país receptor. Lo que se hace es simular la venta antes de embarcar, un ejercicio que, señaló el especialista “tiene sus costos pero no hay que dejarlo librado al azar y hay que trasladarlo al precio”.
“Aparentemente, esto no se hizo en el caso uruguayo. El barco estaba autorizado para atracar en Turquía, pero no tenía los protocolos sanitarios para la provincia y localidad a donde se dirigía”, puntualizó.
El especialista, que ha trabajado mucho en la búsqueda de clientes fuera del país durante los últimos meses, considera que esta operatoria se trata de capturar nuevos mercados “del mismo modo que China o Japón, por ejemplo, lo hicieron con la tecnología hace décadas”.
Sin embargo, nada en la producción agropecuaria es “soplar y hacer botellas”, y lejos de una solución rápida, Carnevale señala que lo que se necesita es “aumentar la preñez y disminuir la mortandad animal”, para luego sí destinar ese excedente -que estima de entre 300.000 y 500.000 cabezas, antes no tenidas en cuenta- a esos mercados.
“Hay países enteros a los que no les alcanza la carne y piden animales en pie porque lo que compran congelado no alcanza. Es el caso de Turquía, Alemania o Rusia, por nombrar algunos ejemplos. Podemos exportar parte de lo que años atrás se moría y capturar esa demanda”, aseguró.
Está claro que esa rama del negocio, enfocada en los pequeños mercados de Medio Oriente o África del Norte, no se compara en absoluto con los grandes envíos como el que finalmente concretó Uruguay en las últimas horas. Pero, así y todo, Carnevale asegura que es un buen puntapié inicial para incursionar en la exportación de ganado en pie a mayor escala.
“Argentina recién está empezando, y la idea es exportar en pie no más de 300.000 cabezas por año”, precisó. Esa es la cifra que, justamente, envía anualmente el país vecino a Turquía, con el que, aseguran, no se ha dañado la relación comercial tras el incidente.
Lejos de obstaculizar el agregado de valor local -un argumento siempre esgrimido contra este mercado- el veterinario asegura que exportar animales vivos “ayuda a construir precio y a mejorar la producción”, pues incentiva a los productores a retener cabezas y aumentar kilos, conscientes de que si no hay compradores locales ni frigoríficos exportadores interesados, tienen en última instancia esa posibilidad abierta.

No es menor la aclaración de “última instancia”, pues Carnevale explica que deben atravesarse largos procesos burocráticos antes de llevar a cabo una transacción de este tenor.
Aunque no ha habido precisiones al respecto, el argumento esgrimido por las autoridades turcas parece indicar que algo de ello falló por parte de Uruguay. Una vez que el Spiridon II atracó en las costas del Mármara, las 2901 vacas no pudieron descender porque unas 469 animales no tenían certificados válidos y 146 tenían microchips ilegibles.
“Nadie puede estar esperando que en el avión o en el barco se arreglen las cosas. Tiene que salir todo autorizado antes de cargar la hacienda”, observó al respecto el veterinario, que considera que lo que falló en ese caso fueron los registros pertinentes que debe hacerse en cada uno de los estamentos del origen y el destino.
“Antes de cargar hay que tener las 8 autorizaciones, que incluyan las de ambas comunas, provincias y países, porque no hay que hablar de exportación a un país, sino a una ciudad en particular. El destino es una localidad que pertenece a una provincia y cada una tiene sus reglamentos”, explicó.

Generalmente, los procesos preparatorios antes de exportar ganado en pie suelen ser muy largos ya que, una vez obtenido el visto bueno por parte del municipio, provincia y país, el vendedor debe enviar todos los documentos al municipio, provincia y país receptor. Lo que se hace es simular la venta antes de embarcar, un ejercicio que, señaló el especialista “tiene sus costos pero no hay que dejarlo librado al azar y hay que trasladarlo al precio”.
“Aparentemente, esto no se hizo en el caso uruguayo. El barco estaba autorizado para atracar en Turquía, pero no tenía los protocolos sanitarios para la provincia y localidad a donde se dirigía”, puntualizó.
Más allá del agregado de valor, que Carnevale descarta que se vea afectado con estos bajos volúmenes, como telón de fondo está la discusión en torno a los precios, de por sí ya presionados por la caída en los stocks nacionales y la reconfiguración del consumo global.
Pero en eso, el veterinario asegura que lo que hay es un déficit estructural. “¿Dónde está el culpable de la suba de precios? Si le tengo que poner apellido son los nueve meses de gestación que tiene una vaca porque, mientras nace un nuevo ternero, nosotros ya nos comimos casi 50 kilos de carne”, observó, en línea con lo que otros consultores ganaderos ya califican como una “nueva era” de la ganadería, donde los precios se sostendrán por, al menos, dos años más.





