El cordobés Gustavo César Vivián Astrada es ganadero bovino de alma y actualmente se halla haciendo un mejoramiento genético hacia la cruza de Limangus. Pero a diferencia de muchos otros productores, su realidad es totalmente diferente, porque él no trabaja sobre una planicie sino sobre las llamadas sierras bajas de Calamuchita, en Córdoba.
Pese a que su establecimiento queda a pocos minutos del famoso valle cordobés donde abunda el confort de las instalaciones para recibir a miles de turistas, el entorno productivo de Gustavo es sumamente desafiante. A modo de ejemplo, a este productor también le apasionan los caballos desde chico, y hace unos años intentó criarlos, pero cuenta que los potrillos son el bocado principal de los pumas que abundan en los cerros, y eso le impidió continuar con aquel proyecto.
Salta a la vista que es el ambiente ideal para esos felinos. En las alturas de Calamuchita, el campo es pedegroso, muy escarpado y difícil. La “Hacienda El Carrizal” cuenta con unas 1400 hectáreas y se halla en pleno cerro, sobre el Camino Provincial A 261, que vincula las localidades de San Agustín y Villa General Belgrano.
La familia materna de Gustavo -los Astrada- fue pionera en el desarrollo agropecuario de la zona, a comienzos del siglo diecinueve, en tiempos del virreinato. Fueron sus ancestros los que empezaron a desmontar para realizar los primeros cultivos en las zonas bajas, mientras que en el resto, en los cerros, lo único que se podía hacer era ganadería.
En diálogo con Bichos de Campo, Vivián Astrada habló sobre aquellos orígenes:
-¿De dónde te viene esta pasión por los animales?
– Fue mi abuelo materno, Mario Augusto Astrada, quien me inició desde muy chico en el mundo de las vacas y de los caballos, por la zona baja de Soconcho, donde antes, los Astrada supieron tener grandes extensiones. Vivíamos en Córdoba capital y, cuando tenía 15 años, mi abuelo ya había dejado de trabajar en su campo. Como a mi padre Oscar le gustaba el trabajo rural, se hizo cargo y yo empecé a acompañarlo. Después elegí estudiar agronomía, me recibí, y en cuanto pude, me fui a vivir al campo, donde formé mi familia.
-¿Enpezaste en este campo tan difícil? –
Desde 1982 iba y venía a trabajar a El Carrizal. Pero el campo familiar adonde me vine, en Soconcho, era la estancia Don Mario, de 600 hectáreas, donde tenía cultivos, hacienda y hacía ciclo completo, cría, recría y engorde. Allí viví unos 10 años, desde 1990 hasta el 2000. Fue cuando me mudé con mi familia al campo de El Carrizal, donde vivimos hasta el 2008, porque después nos fuimos a Almafuerte, pero yo seguí viniendo a trabajar a acá.
-Al año siguiente, toda esta zona se incendió.
-Sí, en 2009 el campo se incendió y me tuve que llevar todo. No dejé más que unos pocos caballos. Habíamos perdido la mitad de la hacienda. En 2012 pude regresar al campo y tuve que ponerme a recomponer todo: alambres, corrales, instalaciones, a sembrar pasturas al boleo, hasta que en 2022 me volví a vivir al campo, pero sin mis hijos, que ya se habían recibido. Los cinco me ayudaron en el campo mientras estudiaron, sobre todo uno, agrónomo, y mi hija veterinaria. Después, cada uno hizo su camino.
Mirá la entrevista completa:
-Haces ganadería sobre las sierras de Córdoba. Imagino que aquí podés hacer solamente cría, porque no tenés pastura para un ciclo completo.
-Acá lo único que se puede hacer es ganadería y básicamente cría, que con un poco de manejo se puede llevar adelante. A lo sumo se podría hacer una recría. Sólo tenemos pasturas naturales y es imposible sembrar algo, salvo una recomposición con siembras al voleo con un pasto llorón o un panicum coloratum, que también se da en esta zona.
-¿De cuánto es la carga?. Para comparar con un campo del llano…
-Estos campos pueden recibir una vaca cada 4 hectáreas o en el mejor de los casos cada 3.
-El manejo debe mucho más complejo, ¿no?
-Sí, el manejo es fundamental y se complica en la parte sanitaria. Para mover la hacienda necesitamos de gente muy baqueana y se hace todo a caballo, no hay otro modo. Pero la sanidad es muy importante, porque en los últimos diez años nos ha complicado la garrapata.
-¿También las sierras de Córdoba se está convirtiendo en una “zona sucia”?
-Sí, y no hay un plan de lucha, como hubo antes, cuando se erradicó con baños. Sólo algunas medidas al voleo y cada uno hace lo que puede por su cuenta. Hoy tenés productos inyectables o pour on, que te facilitan el combate. Pero no hay un plan estratégico regional.
-¿Y a pesar de estas dificultades de manejo estás haciendo un mejoramiento genético hacia Limangus?
-Nosotros empezamos con un rodeo del viejo Aberdeen Angus, que era un animal chiquito, liviano, que se adaptaba a esta zona. Pero en los años ‘90 incorporamos Brangus y obtuvimos un animal más grande, rústico, aguantador y de mejor peso al destete. En 2000 empezamos a introducir el Limousin, como padre, para absorber el Brangus y quedarnos con el Aberdeen Angus y el Limousin. Y a partir de ese momento empezamos a tener una hacienda tipo Limangus.
-¿Y con qué objetivo? ¿Qué buscabas con ese giro?
-Un animal de mejor calidad carnicera, para llegar al mostrador, con los cortes más importantes, como la pierna. Se mejoró mucho la culata del animal.
-¿Para que rinda más al gancho?
-Con la cruza de Aberdeen Angus y Limousin se obtiene un animal que se busca mucho, porque no es tan duro de engordar, como el Limousin puro.
-De todos modos, la característica de esta zona es producir terneros para que engordar en otras zonas más planas.
-Sí, la gente busca sacar un ternero más pesado, pero a veces el destete no llega cuando tiene que ser y se lo deja un poco más. Eso hace que al otro año, la vaca llegue a perder la cría. Por eso el índice de preñez en esta zona, es del 60% o 62%.
-Bastante alto para la complejidad de producir en esta zona escarpada. ¿Crees que se puede ir mejorando ese porcentaje?
-Se puede mejorar ese porcentaje retirando el ternero antes, quitándole a la vaca un peso -que es el ternero-, cuando empieza a decaer la calidad del pasto. Para poder mejorar más, habría que hacer potreros chicos, para poder rotar la hacienda y estarle más encima. Pero los costos de alambrar en las sierras son altísimos.
-¿Y se consigue mano de obra?
-En esta zona se consigue poca gente idónea y los del llano, como los correntinos, no se adaptan a esta zona.
-Además está siempre latente la amenaza de los incendios.
-No hay forma de parar los incendios, por los accesos y demás. No se permite hacer quema alguna, ni controladas, para limpiar potreros. En 2009 se produjo un gran incendio. Muy cerca de nosotros hay un coto de caza, con jabalíes y ciervos colorados, antílopes y búfalos. Los pumas extinguieron los antílopes. El único que se hizo plaga es el jabalí y hay que cazarlo. El puma no te permite criar el caballo en forma extensiva, sólo se puede hacer en potreros pequeños y galpones.
-¿Qué les pedís a las autoridades para seguir produciendo en este campo difícil?
-Tener buenos caminos para poder sacar la hacienda con camiones, y tener alguna forma de prevenir y controlar el fuego.
-Muchas veces se culpa de los incendios a los ganaderos, pero a ustedes los perjudican mucho.
-Los incendios han comenzado por algún descuido en la zona baja y se nos vino para las sierras. No fuimos nosotros y no quisiéramos volver a sufrirlos, porque además de lo económico, nos destruye el ambiente, los molles, los cocos y lleva muchos años regenerarlos.
-Pese a las dificultades, ¿te sentís feliz haciendo esto? Parece que algo te retiene y te ata a los cerros.
-Si dudas. Yo elegí esta vida hace muchísimos años, cuando me vine al campo con 30 años a hacer ganadería y algo de agricultura. Y hay algo de romanticismo, con el ambiente y los animales, que me ha llevado siempre a continuar.
Por el asunto de los pumas que se arrime al remate de Beltrán en Bordenave, que le deben quedar algunos buenos toros Charolais astados que los compraban mucho la gente de Río negro para defenderse de los pumas.