La historia de Miguel Ángel Fabricio ha sido de lo más vertiginosa y cambiante: se puede decir que pasó por todos los eslabones de la cadena de ganados y carnes, un sector siempre marcado por los avatares de la política y la economía argentinas. Luego de haber atravesado todos los estados, ya veterano, ahora dice haberse quedado definitivamente con lo que más le gusta: es ganadero.
El periplo de Fabricio comenzó a fines de la década del 50. “Empecé con un camioncito Chevrolet modelo 46 distribuyendo entre 3 a 4 reses por día que compraba en frigoríficos”, comentó. “No sabía nada de carne, pero las reses fueron creciendo a 15, 20 y hasta 30 por día, pero veía que los matarifes evolucionaban mejor que yo”, prosiguió.
Por esa razón pasó a ser matarife (quien lleva a faenar su propia hacienda a un frigorífico y luego vende la carne) cuando comenzaba la década de los 60 y los argentinos consumían unos 90 kilos de carne vacuna por año y por persona. “Cometí mil errores, porque no sabía nada del rinde al gancho, pero terminé evolucionando de una jaulita por semana a mil jaulas”, recordó Miguel Ángel en una amena charla con Bichos de Campo.
Aquí la entrevista completa con el aventurero hombre de la carne:
Llegaban los ’70 y Fabricio quería empezar a producir carne. Ralató este momento: “Me casé, ya tenía mi departamentito y compré 200 hectáreas en Pehuajó, donde me agarró el Rodrigazo. Recuerdo que la última cuota me costó lo mismo que un cartón de cigarrillos Clifton”, recuerda para retratar le economía del momento.
Luego redobló la apuesta y se compró su propio frigorífico. “Ahí no me fue nada bien. Fue un desastre por la parte gremial, manejar 220 obreros en este país no es nada fácil. Teníamos muchísimos inconvenientes, faltaban siempre menundencias; se mataban 700 cabezas y por ahí contábamos 650 lenguas”, relató.
“Eran todos los días un dolor de cabeza, estaba de ocho a ocho en el frigorífico con problemas diarios”. añadió. El sufrimiento duró hasta que Fabricio decidió desprenderse de dicho negocio.
Por último, para completar la cadena de ganados y carnes, este experimentado empresario contó que también empezó a trabajar como consignatario. “Tuve una casilla acá en el Mercado de Liniers”, recordó. Fue allí donde se hizo esta entrevista.
“Pasó que me contacté con la gente de (Amalita Lacroze de ) Fortabat y me interesó ser comprador de ellos porque cada 6 minutos les nacía un ternero y de una calidad excepcional, todo Angus”, describió Miguel Angel sobre aquella faceta del negocio. “Pero no me vendían sino tenía casilla en Liniers. Así que compré una media echada a menos”, completó.
Hoy en día, Fabricio se desprendió de todos los negocios que le daban algún dolor de cabeza y solo se dedica a lo que más le gusta. “Solo produzco carne, tengo un feedlot y trabajo con Limangus, una raza argentina que está entre las mejores del mundo. Hace 30 años que le vendo a Coto y a Sáenz Valiente y Bullrich, trayendo casi toda la producción aquí a Liniers, que es un mercado muy transparente”.
Nos burló, siempre sonriente, cuando apagamos los micrófonos: “Les dije que conmigo iban a tener una historia completa de la carne argentina”.
Hace unos días que leo las notas y son muy interesantes.