A la lechería le exigen siempre ser un hit, pero no durante el verano sino durante todo el año, sin contemplar que es una actividad que tiene una irregularidad constante, no sólo en productividad sino en precios, en políticas y en cuanto al mercado interno y también al internacional. Vamos a tratar de entender cómo suena esto.
¿Es justo entonces sólo mirar datos aislados, analizar las variables de modo fragmentado, mirar por arriba una actividad con profunda influencia pasional, escuchar a cualquier voz o a las que más gritan?, claramente la respuesta es no.
Apretemos el “fast forward” de la casetera y repasemos. En Argentina la producción de leche está ligada directamente con la historia, no sólo por la tradición y las décadas acumuladas sino por cómo copia el sector la influencia de las políticas y de la economía de la manera más inmediata.
Aunque a muchos les moleste, 2024 en definitiva terminó siendo un año bueno, no por la caída productiva, no por el cierre de tambos y la continuidad de la tendencia a la concentración, no por la disparidad cambiaria, no por los bajos precios internacionales, no por la falta de reservas en los tambos, no por el aumento en insumos y servicios, sino por la mejora en los precios a los productores, por la aparición de créditos para el sector lechero, por la consolidación de las estrategias exportadoras de muchas empresas, por la desaparición absoluta del cobro de derechos de exportación, por las inversiones en los tambos de todos los tamaños; y así otros detalles más.
Ponemos pausa porque es cierto es que cerraron tambos, por muchos motivos que no son necesariamente políticos, que tienen pocos motivos en la rentabilidad, pero si en la ineficiencia, en las complicaciones de traspaso generacional, pero también en lo que muchos apuntan de la continuidad de la marginalidad, porque son menos tambos, pero las vacas están y se sigue presentando el esquema de concentración habitual.
En 2023 el Dólar Soja, las malas políticas generales y la ausencia de las sectoriales no pudieron compensarse con los programas Impulso Tambero, las últimas subvenciones que sostuvo la administración anterior para intentar amortiguar el impacto del desbarajuste general. Sumado eso a la llegada de un tercer verano consecutivo de sequía, la alimentación no alcanzaba, la re-diagramación lechera hacía lucir a los mejores y ahí si el golpe fue fuerte.
Aquel año finalizaba con una producción de 11.325,6 millones de litros de leche en 10.197 unidades, dos puntos porcentuales menos que 2022, con la mayor liquidación de rodeo de las últimas décadas en primavera, hecho que continuó hasta los primeros meses de 2024, llegando a marzo con 1.486.248 cabezas.
Es así que el último ejercicio anual terminó con 9.129 RENSPA (los registros sanitarios), con 1.483.148 vacas a diciembre pasado, para un total estimado en 10.585 millones de litros de leche, que en el comparativo descendió 6,5%.
¿Pero realmente se cayeron del sistema tantos tambos? Es probable que muchos hayan cerrado y estén reconvertidos, pero también es cierto que al no existir más los esquemas de compensación, todos los tambos que se habían registrado para cobrar los subsidios se hayan retirado nuevamente de la actividad formal y sigan aportando a lo que se conoce como suministro de leche “vía 2”, la materia prima que se vende y se compra en negro, que sigue afectando al sistema en general.
Porque las vacas siguen estando, pero su distribución se sigue modificando. Lo que persiste, requiere controles y castigos por ser netamente informalidad, para así darle las mismas condiciones a todos, pero primordialmente a los que trabajan dentro de los parámetros de la ley.
Claro que la clave está en la eficiencia, la palabra que molesta tanto pero por la que tendríamos que tener siempre el “récord” listo, porque es la fundamental en la continuidad de las empresas lecheras y las industrias lácteas, así como en cualquier negocio o actividad. En un país tan irregular, la eficiencia interna es la única clave para seguir.
Con los sonidos en del verano en “play”, ponemos la lupa en un tambo estándar de la principal cuenca lechera, el de Fernando Córdoba, ex dirigente y que actualmente ordeña 112 vacas, que tienen un promedio de 24 litros diarios, que dan un aproximado de 2.700 litros en Estación Clucellas, centro-oeste santafesino.
“En el primer cuatrimestre del 2024 ahí fue donde tuve la caída más pronunciada respecto a 2023 de un 15% promedio en los cuatro meses, después de mayo hacia adelante empecé la recuperación con valores de 6, 7, 8% cada mes respecto a 2023”.
El punto central estuvo en recuperar reservas y pasturas. “Lo logré a través de mayor alimentación y de mejor calidad. Los primeros maíces de primera se pican en enero y febrero, aquel consumo mejor fue lo que hizo que las vacas se acomodaran y empezaran a producir más”.
Córdoba agregó que “este año veníamos bien, arrancamos bien, pero ya los calores que hicieron esta última semana se dé una caída de producción del 15%”, lo cual coincide con las principales zonas tamberas, donde un aproximado de 20 días sin lluvias y temperaturas estivales habituales hacen que los animales se resientan, por más sombra y aguadas que tengan en las parcelas y los galpones, o toda la ventilación y aspersión con la que cuenten en los corrales de espera.
“También es cierto que entre enero y febrero se secan muchas vacas, que son las que van a parir allá por marzo y serán las que permitan que la producción rebote a partir de ese momento”, con lo cual abre una perspectiva optimista para lo que será el trayecto del segundo trimestre de este año.
En algunas zonas lecheras los maíces de primera ya se empezaron a picar, en otras se esperan unos días más, mientras las hojas ya acusan recibo de tanta radiación, pero la certeza que tiene el tambo para este año es una reserva buena de alimento para el invierno y así mirar hacia una primavera que vuelva a tener grandes números y con ella poder sumar para un año en el que los 11 mil millones de litros regresen como una realidad, más allá del estancamiento al que estamos habituados.
Mientras tanto, los precios no caerían significativamente como algunos estiman, a pesar que la exportación no esté dando los resultados de hace un año atrás, con toda la polémica de la extraña denuncia de “dumping” brasileña, pero ya con un consumo interno en lenta recuperación que pasando el piso del verano, promete un 2025 mejor.
Como para ir cerrando y apretar “stop”, se puede decir que la lechería es un clásico, un infaltable, es como “el bombón asesino”, al que la mayoría se le anima, pero claramente a muy pocos les sale bien interpretarla, en todo sentido.