A partir de un convenio con la Fundación 500RPM, abocada a las energías renovables, investigadores y extensionistas del INTA Esquel, en la provincia de Chubut, promueven desde el uso de energías como la eólica y la solar para producir frutillas de alta calidad y de gran dulzor.
“Frutillas del viento”, nombre que adquirió esta iniciativa de la que ya participan 23 productores de distintas localidades, funciona desde hace tres años con un promedio de 15.000 a 17.000 plantines cultivados anualmente.
La producción se realiza enteramente en microtúneles con riego por goteo, cuyas bombas se nutren de la energía generada por los aerogeneradores y paneles solares, que cuentan con una cobertura de suelo con mulch negro y plantación en lomo a doble hilera.
“Con el sistema de riego por goteo se logra hacer un uso eficiente y racional del agua, ya que día a día la lámina de riego requerida por el cultivo varía, ya sea por temperatura o por viento. Para llevar adelante la integración de la energía renovable, construyeron molinos eólicos que se realizan con escuelas técnicas de la provincia. Estos convierten la energía del viento en energía eléctrica y se utilizan en las instalaciones productivas, así como paneles fotovoltaicos”, explicó Eduardo Miserendino, profesional del INTA Esquel.
Esto resulta clave teniendo en cuenta lo dispar que es la pluviometría anual de Chubut: mientras que en la zona de Esquel el régimen de lluvias es de 500 a 600 milímetros al año, en otras localidades no supera los 200 milímetros. A eso hay que sumar que durante la temporada productiva, que se extiende de septiembre a mayo, el clima es variable y puede presentar vientos, heladas y días cálidos.
“La variabilidad climática es mitigada con el microtúnel. Que permite mediante el manejo de apertura y cierre, mantener las temperaturas adecuadas al cultivo y protegerla del viento. No existe mes libre de helada, por lo cual hay que estar alerta para proteger el cultivo”, señaló el especialista del INTA.
En esta porción del territorio, la plantación de esta fruta se realiza entre septiembre y octubre, para ser cosechada entre noviembre y marzo. Si bien la campaña inicia en meses fríos, gracias al microtúnel se logran temperaturas internas más elevadas que favorecen su desarrollo.
Este proceso deriva en una característica clave de estas frutillas, que tiene que ver con su dulzor. Con días de verano más largos que en otras zonas, que alcanzan las 16 horas de luz; y con noches de temperaturas que rondan los 8 a 13 grados, las plantas poseen más horas para hacer la fotosíntesis y elaborar azúcar. Esto da lugar a fruta con 10 a 14 grados brix, mientras que las frutillas obtenidas en otros lugares poseen 7 a 8 grados de dulzor.
Aún así, Miserendino aclaró: “Este proceso, si no es acompañado por un manejo de fertilización adecuado, puede presentar variaciones. Desde “Frutillas del viento”, el equipo técnico del INTA ajusta la fertilización de cada uno de los productores de acuerdo con las características de sus suelos, agua y tiempos de riego. Por otro lado, propone el uso de fertilizantes orgánicos para fertirriego y realiza pruebas con microorganismos locales como promotores de crecimiento para que los cultivos sean seguros y productivos”.
En cuanto a los aerogeneradores, el especialista explicó que se activan con el viento, y que en función de su velocidad generan energía que se almacena en baterías. Sin embargo, si el viento se vuelve excesivo, el modelo empleado cuenta con un sistema de autofrenado para protegerlo. Del mismo modo, si la energía generada es mucha, se desvía a una resistencia para evitar inconvenientes.
A partir de este proyecto ya se implantaron más de 50.000 plantines de frutilla, que se distribuyeron entre Alto Río Percy, Cholila, El Hoyo, Paso del Sapo, Costa del Lepá, Paso de Indios, Tecka y Esquel.