Federico Novak trabaja como inspector de la Dirección Nacional de Control Comercial Agropecuario, la ex ONCCA. Forma parte del equipo que Marcelo Rossi fue preparando todos estos años para mantener a raya a los operadores marginales de los mercados agropecuarios, que son muchos y muy creativos. En el caso de Federico, su especialidad es el control sobre la molinería.
A Novak sus compañeros lo han apodado “Fratman”, como si fuera un superhéroe, por las arriesgadas maniobras que suele protagonizar a la hora de controlar los establecimientos d emolineda: subirse a camiones en marcha, escalar sobre enormes silos, meterse dentro de un molino…
Él se ríe, pero no tanto, porque finalmente siente orgullo por los resultados de su tarea. Como para no estarlo. El diario La Nación acaba de informar que gracias a estos controles realizados desde ese sector del Ministerio de Agricultura “ya se blanquearon 350.000 toneladas de trigo por 6000 millones” de pesos. Como diría un político, es plata que ahora ingresa al Estado y que debería servir para hacer hospitales y escuelas.
A Fratman desde hace rato se le ha dado además por escribir; lo hace bastante bien. Acaba de publicar un libro llamado “Cuentos de la Molinería”, donde justamente se dedica a intentar contar lo bueno y lo malo de su trabajo cotidiano como funcionario del Estado, sus aciertos y sinsabores. “Se trata de siete relatos que transcurren en inspecciones a molinos harineros en el que los tramposos son siempre indeseables y los inspectores: frustrados, mañosos, decentes y tristes testigos de un sistema que muchas veces los humilla y repudia”, nos cuenta en el prólogo.
Aquí, cortesía del autor, les ofrecemos uno de esos cuentos:
Hay pinceladas de resignación, de mufa y de desencanto en los relatos de Novak. Pero también subyace el orgullo del héroe de carne y hueso que, al servicio de la causa común, en contra de los malos, cumple con su tarea aunque sepa que nunca llegará hasta el final. En el control del sector molinero, y en tantos otros sectores, nunca ganarán definitivamente los buenos. Pero vale dar pelea.
Escribe Novak en el prólogo: “En un mundo por el que ya casi no vale la pena pasar, hacer trampa es uno de los pocos estímulos vigentes; descubrir la trampa también. Gastada la superioridad moral impuesta por algunos sectores del poder, en todos los personajes de este libro subyace la necesidad de volver a lo terrenal, despojados de cualquier vara subjetiva que pueda diferenciarlos. Hay un goce en hacer trampa y no ser descubierto, un por qué vivir, como también lo hay en descubrir la trampa y ponerla en evidencia. En ese sentido podría decirse que los personajes de estos siete relatos pulsean todo el tiempo por subir o bajar la vara ética y moral de la tarea que los pone en carriles opuestos”.
¿Es la trampa la energía vital que moviliza al mundo actual y a los personajes de los siete relatos? Es lo que se pregunta el autor de este libro que cuenta al dedillo el funcionamiento de ese sector agroindustrial clave. Y que, “con disparates e ironías, expone el límite difuso que existe entre el bien y el mal”.
Nos aclara nuestro pequeño gran héroe que, a pesar de ser imposible la victoria, a pesar de quedar tan cercana la derrota, “este libro no se propone desmoralizar ni hacer reflexionar a nadie sobre cuestiones morales o éticas. Por el contrario, es la oportunidad de gozar de unos torpes recursos técnicos literarios, dispuestos por el autor con el objetivo de ridiculizar el sinsentido de buscar un vigilante para cada trampa”.
“Pero por sobre todas las cosas, este libro expone, ignoro con qué fortuna, la necesidad de defender el rol del estado como igualador de oportunidades, para que el sector privado entienda, que más y mejor Estado es garantía de mayor igualdad para todos”.
Touché. Es palabra de Fratman.