“Toda la vida hasta los 18 había pensado que iba a ser abogado, un poco por ver a mi viejo, que era gerente de personal y trabajaba con abogados, pero terminando la secundaria hice un curso con orientación en derecho y me di cuenta que era lo que no quería seguir. Ahí se sacudió todo, apareció la posibilidad de ser historiador y surgió la agronomía. Mi padre, me dijo: ´Es la carrera del futuro´, desafortunadamente apenas me vio empezarla, falleció en seguida”.
El relato, palabra por palabra, es de Fernando García, uno de los mayores referente de la fertilidad en Argentina y la región, que ha sabido forjar no sólo una carrera profesional destacada sino también un camino en el que se ha hecho querer. Todos quienes lo conocen lo aprecian, respetan y valoran.
En el capítulo de El Podcast de tu Vida que les escribo hoy (el número 87, publicado en diciembre de 2023), les presento la historia de este agrónomo nacido y criado en Olivos, Buenos Aires, recibido en 1980.
En 1987 hizo una maestría y doctorado en la Universidad de Kansas, Estados Unidos. Trabajó después varios años en el INTA Balcarce, ciudad donde hoy vive. Durante 21 años fue director regional del Instituto Internacional de Nutrición de Plantas, el IPNI, para el Cono Sur. Actualmente es consultor privado en temas de fertilidad y manejo de suelos, profesor de la Universidad de Mar del Plata y Presidente de la Comisión 3.3 Fertilidad de suelos y Nutrición Vegetal de la Unión Internacional de la Ciencia del Suelo.
Los invito a transitar este camino de emociones y sensaciones, tanto en lo profesional como en la vida, dentro y fuera del surco. Pasen y lean…
-¿Cómo fue tu infancia allí en el barrio de Olivos? ¿Qué cosas te gustaban hacer?
-Nací en un sanatorio de San Fernando y me crie en Olivos. Me acuerdo mucho en lo que se llama del barrio Golf, que para los que conocen es entre Avenida Maipú y Panamericana. Y me acuerdo de mucho fútbol en el campito de la esquina que estaba cerca de casa. Muchos amigos, bici, trepada de árboles, mucha calle. Un colegio parroquial. La vida que se hacía a fines de los años 60.
-¿Cómo estaba conformada tu familia y qué hacían tus viejos?
-Somos cinco. Mi padre era gerente de personal en una fábrica de Avellaneda, y después de Fate. Y mi madre ama de casa, después de trabajar en otros lugares. Tengo dos hermanas mellizas cinco años y medio menores que yo. Me quedó eso de ser el hermano mayor.
-¿Qué era el campo para vos en esa niñez? ¿Había algo de campo?
-Yo siempre identifico la razón más fuerte en mi abuela materna, la que nosotros siempre conocimos como la abuela “Pipí” y el abuelo “Pipí”. Pipí era porque tenían gallineros en la casa de Olivos, en esa época todavía se podía. Mi abuela, una castellana de Castilla, muy cerca de la frontera de Asturias, vivió toda la vida en el campo, entonces los cuentos que nos contaba en las tardes que pasábamos con ella, era mucho de historias de campo. Eso es lo que me marcó mucho. Años más tarde pude ir a ver donde había crecido mi abuela. Ir a La Braña fue un golpe tremendo para mí porque era pararme, mirar y saber como si hubiera estado antes. Es que mi abuela lo describía tan bien en las historias que era imposible no saber.
-¿Algo más?
-Antes de estudiar agronomía debo haber ido al campo 10 veces. A acompañar a mi padre que cazaba. Pero no mucho más. La primera vez que fuimos fue en Villa Cañás, tendría 10 años. Tengo lindos recuerdos de eso también. Esa conexión con el campo.
-Por otro lado, ¡Qué bueno lo de las historias de los abuelos! Hoy todos los abuelos y abuelas trabajan. Antes no era así.
-Claro. Con mi abuela paterna también es loco porque viene de Asturias. Las dos decían que eran de pueblos muy lejanos, pero estaban a 20 kilómetros una de otra. Las dos abuelas tenían quinta. Sacar yuyos. Y mi abuelo era tremendo lector. Había sido guardia de tranvía. Tenía historias de tranvía a morir. Y de joven había sido policía durante la semana trágica de 1919. Ahí dejó de ser policía, no quiso saber nada más. Y ahí, empezó en el tranvía, de noche, y ahí conoció a mi abuela.
-Bueno, hablabas de la carrera. Agronomía. ¿Tenías un plan B o era eso y punto?
-Básicamente toda la vida hasta los 18 había pensado que iba a ser abogado. Mi viejo era gerente de personal, trabajaba con abogados. Mi padre falleció cuando yo tenía 17 años. Yo tuve la suerte de ir a un colegio secundario que el último año te daba un curso especializado de lo que vos creías que ibas a seguir. Y yo opté por la orientación derecho. Y después de las dos primeras clases, la verdad que le agradezco al juez que nos explicó porque lo hizo muy bien, me di cuenta que derecho no quería seguir. Era lo único que no quería hacer. Entonces ahí pasaron un vendaval de cosas. Apareció historiador. Y ahí surgió la agronomía. Mi viejo decía que era la carrera del futuro. Desafortunadamente apenas me vio empezarla, pero tenía razón. Estamos hablando del año 1973/74.
-¿Y te gustó?
-Me encantó. Si, la biología. Biología y producción. Estar en el campo. Siempre decimos en casa que nosotros, con mi familia, nos gustan los lugares verdes. Y bueno.
-¿Y por qué te especializaste en fertilidad?
-Fue una mezcla. Pasamos muchas épocas, algunas en las que no había muchas alternativas de trabajo. Cuando me recibí en los 80s, si tu familia no tenía relación directa con el campo, vos podías entrar al INTA, o te acercabas a los CREA. Era difícil encontrar trabajo. A mí siempre lo que me había gustado era la forestación. Y esa era mi primera opción. Buscando trabajo aparecieron unas becas de la Comisión de investigaciones científicas de Buenos Aires, con la posibilidad de trabajar en Balcarce. Y ahí apareció la oferta de poner el ojo y trabajar en fertilidad de suelos bajo el ala de Angel Berardo y Néstor Darwich. A mí me gustó el lugar, vine acá y no había mucho más para pensar.
-¿Qué te gustó de eso?
-Lo genial de todo esto era que trabajaba en investigación, pero en campos de productores, que era lo que promovían Berardo y Darwich. Eso la verdad lo disfruté y lo disfruto hoy muchísimo. Ver lo que puedas probar en acción y ayudando a cada uno de los productores, me da una gran satisfacción. Estás haciendo algo útil para el productor, su familia, la región, el país.
-Es un toma y daca, porque vos también te nutrís de ellos también. ¿Es eso lo que más te gusta de lo que hacés hoy?
-Te diría que sí. Y algo importante que me gustaría remarcar. Todo lo que aprendemos de los productores. Es muchísimo más muchas veces lo que nosotros nos llevamos y aprendemos de los productores y la gente que trabaja que lo que uno les da. La ventaja nuestra es que somos especialistas en algo, en mi caso, fertilidad, y apuntamos todo nuestro esfuerzo y capacidad ahí. Pero para ellos es una partecita. Entonces, a mí me encanta porque en la interacción, nosotros que, dicen (se ríe), estamos con los dioses de la fertilidad, caemos al mundo real. La posibilidad interactuar es lo que más disfruto.
-En algún momento te fuiste a hacer un doctorado a la Universidad estatal de Kansas. ¿Qué te acordás, qué aprendiste de la vida de esa experiencia?
-Si. Yo arranqué en Balcarce en marzo de 1981 y logré entrar en INTA en 1983. En 1987 hubo unas becas del gobierno de Alfonsín y accedí. Eso fueron un poquito menos de 5 años, espectaculares desde lo profesional, pero también familiarmente fue una posibilidad tremenda. Más en los 80. Hoy estamos mucho más globalizado. Yo siempre cuento que el segundo día que llegué doy vuelta un pasillo y veo un muchacho de piel bien oscura, bien negro y con una camiseta de Maradona. Claro, era 1987. “¿De dónde sos?”, le pregunté. “De Malawi”, me dijo. “Ah, ah”, dije. Yo. Inmediatamente lo fui a buscar a la biblioteca a un planisferio, porque no tenía ni idea. En ese momento no se podía googlear. Conocí gente de todo el mundo. La ciudad es una ciudad pequeña. Toda la gente fue genial. Lo disfrutamos. Y mis hijos, crecieron bastante ahí. Fueron muy generosos con nosotros, por supuesto que tenés que trabajar, pero si vos cumplís, la gente te trata muy bien. Es algo que he impulsado a los chicos estudiantes que hagan. Puede ser en cualquier lado, donde puedas ir, pero un periodo fuera te deja experiencias muy positivas. Te abre la mente.
-Hablabas de los jóvenes, ¿Cómo los ves? ¿Qué te entusiasma?
-La verdad que mucho, todo. Porque recuerdo que hace muchos años cuando empecé con el IPNI en 1988 tuve una conversación con Víctor Trucco y él me dijo “siempre rodéate de jóvenes”. Yo en esa época tenía 40 años, todavía me sentía muy joven. Pero creo que eso me quedó muy grabado y siempre trato de hacerlo. Porque estar con jóvenes te lleva a estar más despierto, inquieto, a ver nuevas ideas. A mí me alimenta muchísimo eso. Y a esta edad, me da nuevas energías. Te sentís con 20 años menos… Cosa que no es así (se ríe).
Llegamos al pin-pong de El podcast de tu vida, temas “fuera del surco”, ¿Qué te gusta hacer cuando llegás a tu casa después de un día largo? ¿Cómo despejás la cabeza?
-En el día a día yo necesito ese momento de pausa, estar tranquilo, café, ponerme al día con mi señora, antes con los chicos. Y a veces cuando estoy muy pasado de vueltas me pongo a escuchar música. Me gusta mucho, toda clase de música. Eso me baja a tierra. La música es mi cable a tierra.
-¿Y qué te gusta escuchar?
-Prácticamente todo. Porque no soy un especialista. Pero originalmente, en mi infancia, tuve mucha influencia de chicos mayores ahí en el barrio de Olivos, de lo que en ese momento se llamaba “La Progre”. Que era el enfrentamiento con la música comercial. Había rock nacional e internacional, después el jazz, que me encanta. Y hay momentos que también sale música clásica. Y después cosas que le gustan a todo el mundo, Serrat para mí es único.
-¿Qué aprendiste de tus viejos? ¿Qué te quedó como legado?
-Mis viejos fueron siempre un ejemplo. Aparte construyeron una unidad familiar de muchísimo cariño entre todos. Me dejaron honestidad, la conciencia del trabajo, el estudio. Mi viejo me dijo una vez: “Vos tenés dos obligaciones en la vida, acordarte de sacar la basura a la noche y estudiar”. Y las agallas de mi vieja. Mi viejo falleció a los 44 años. yo empezaba agronomía y la obsesión de mi vieja era que no dejara de estudiar. Mis hermanas también estudiaron. Esa fuerza, esa garra me quedó mucho. Y después tuve la suerte de encontrar a Liliana, mi mujer, y mis dos hijos.
-¿Algún lugar, país, ciudad que conozcas y te haya impactado?
-Hablamos hace un rato de La Braña, en España, un lugar hermoso (norte de España). Me gustan mucho los paisajes de montaña. Estuve en el oeste de Canadá, en Vancouver, un lugar hermoso. Tuve la oportunidad de estar en el sudeste de Asia, otro lugar espléndido. Si quieren ir a una playa hermosa vayan a Puget, en Tailandia. Increíble. Parece dibujada.
-¿Y alguno que te gustaría ir y no hayas ido?
-Todavía tengo que hacer toda la ruta 40. La otra que me gustaría hacer son los fiordos del sur patagónico, entre Chile y Argentina. La vi en un documental y dije que tengo que ir. Siempre me intrigan también los países nórdicos, lo difícil que parece vivir ahí y como han llegado a donde están. Y Australia y Nueva Zelanda.
-¿Libros, series y películas por donde vas?
-Una mezcla. Me gusta un poco todo. Con mi hijo vamos compartiendo libros. Antes yo le recomendaba a él, ahora es al revés. Me gustan los de historia. Series no soy tan fanático, una que vi hace mucho, había una serie que se llamaba “Cheers”, que veíamos para terminar el día. En Argentina no se vio mucho, la vi cuando estaba en Estados Unidos.
-¿Si pudieses tener algún superpoder cual sería?
-Siempre había dicho viajar en el tiempo. Pero el otro que me gustaría tener es sanar a la gente. A veces se ven cosas muy difíciles que me gustaría cambiar. Mucha gente que la está pasando mal de muchas formas distintas.
-¿Si pudieses viajar en el tiempo a dónde te gustaría ir?
-Probablemente ver el nacimiento de Argentina. Explicaría muchas cosas de hoy. Y me encantaría revivir el nacimiento de mis hijos. Vernos a los dos, a los tres y a los cuatro en ese momento otra vez. Porque es algo que se pasa tan rápido que uno lo disfruta, pero no tanto.
-¿Algún tema musical para terminar?
-Estoy tentado de decirte la de “Cinema paradiso”, que me emociona cada vez que la escucho. Tentado de decirte “Mediterráneo”, de Serrat, que la canto muchísimas veces en la semana. Y “Muchacha ojos de papel”, que fue emblema durante muchos años. Pero en este momento que está atravesando la humanidad, debería ser “What a wonderful world”, que mundo maravilloso.
Hola mas que felizitar el esfuerzo que puso este ingeniero agronomo, yo trabajé en el campo asta los 27 años co mi padre al norte de Santa fe donde la polica de Martines de Hos me llevó a la quiebra todas mi ilusiones.