El 90% del arroz producido a nivel mundial se concentra en Asia. Dentro del 10% restante, Brasil es uno de los líderes, con más de un millón y medio de hectáreas sembradas al año. Lo que no se sabe es que allí, en el vecino país, una buena parte de la siembra se realiza con genética desarrollada en la Argentina. Y más precisamente por el INTA.
Eso se lo debemos a los investigadores de la EEA INTA Concepción del Uruguay. Como Entre Ríos, al igual que Corrientes y Santa Fe, concentra la producción local de arroz, la estación experimental se aboca a una tarea con doble propósito: Debe encontrar el mejor cultivo para el productor, pero que al mismo tiempo aporte el mejor grano para el industrial y el consumidor.
La difícil tarea de maridar ambos objetivos la tiene el equipo de mejoradores que lidera el biotecnólogo José Colazo. Su tarea es hacer cruzamientos del material de su banco genético, avanzar en la selección a campo y la selección asistida por marcadores moleculares y, una vez que se consigue una variedad con potencial agronómico y culinario, evaluarla en el laboratorio.
Todo ese proceso no demora menos de una década. Por eso, lanzar una nueva variedad al mercado, y encima poder exportarla, como suele hacer el INTA, es todo un suceso. “Es una alegría y una satisfacción enorme. Es casi como tener un hijo”, señaló a Bichos de Campo el mejorador Fernando Cattaneo.
Y han tenido varios hijos, cada uno con su nombre y fecha de nacimiento. En 2003, inscribieron Cambá; en 2006, Puitá; en 2012 surgió Gurí, uno de sus éxitos rotundos; Memby Porá, un arroz largo y fino, se lanzó en 2017; al año siguiente llegó Kirá; y el más joven es Angiru, nacido en 2023.
Mirá la entrevista completa con Fernando Cattaneo:
El resultado que cada variedad tiene en el mercado depende de cuánto han cubierto las expectativas. Al ser un cultivo de manejo complejo, que requiere de mucho trabajo, no es sencillo que los productores adopten nueva genética si no están seguros de su resultado.
Lo mismo sucede con los industriales y, por consiguiente, los consumidores. Si le preguntamos a Cattaneo qué es un arroz de calidad culinaria, enumera rápidamente: debe tener “milosa superior a un 25%, temperatura de gelatinización baja, y que cocine seco y suelto”. El famoso arroz que no se pega.
Que una variedad sea obtenida en las investigaciones del INTA no significa que, necesariamente, predomine en nuestros campos. De hecho, desde que se lanzó Gurí, eso no ha vuelto a suceder con los arroces del INTA, que son mejor recibidos puertas afuera. ¿Nadie es profeta en su tierra? En genética es más complejo, y Cattaneo aseguró que “puede suceder que en casa no funcione y en otro lado sí”.
Lo positivo es que en Rio Grande do Sul, la principal región arrocera de Brasil, el 80% de las variedades utilizadas son desarrollos del INTA. En tanto, un 20% de los los uruguayos también la eligen. “Eso nos da capacidad operativa, porque nosotros captamos recursos de toda esa genética para seguir trabajando y seguir investigando”, explicó el mejorador.
Un papel clave en la generación y exportación de la genética argentina es la Fundación ProArroz, integrada por actores de toda la cadena del cereal y abocada a la investigación y transferencia de tecnología. Gran parte de la demanda local y regional de variedades, al igual que el abastecimiento de semillas, pasa por esa entidad, que también brinda apoyo financiero al INTA.
En cuanto a su último lanzamiento, que el INTA presentaba en la Expoagro, el arroz Angiru, Cattaneo puso el foco en su potencial. A pesar de que hay solo unas 5.500 hectáreas, de un total de 200.000 sembradas en Argentina, se estima que su rendimiento es 15% mayor al famoso Gurí. En cuanto al grano, su tamaño lo hace apto para la exportación y su calidad, con un 70% de grano entero y una milosa del 27%, lo hace viable en términos industriales. Además, la nueva variedad tiene unos días menos de ciclo, lo que se traduce en ahorro para el productor.