La crisis hídrica se convirtió en una normalidad en Mendoza durante la última década. Desde el Departamento General de Irrigación, que tiene una importancia superlativa en la provincia, proponen regular los caudales de acuerdo a la características y clima de cada región, e insisten en un plan de infraestructura que haga más eficiente el consumo de agua potable, en donde hay muchas pérdidas, y en el sector agropecuario, que utiliza el 90% de agua disponible en la provincia para regar los cultivos, en especial las vides.
“Esta es la sequía más larga que tenemos registrada. Hace 10 o 12 años que los caudales de agua del deshielo están por debajo del promedio histórico”, dijo a Bichos de Campo Rubén Villodas, director de Gestión Hídrica del Departamente General de Irrigación en Mendoza.
Villodas, que también fue consultor en sistemas de riego del Programa de Servicios Agrícolas Provinciales (Prosap) y de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), manifestó que “el reparto del agua se da en un 90% para la agricultura, y luego, un 4% para abastecimiento poblacional, otro tanto a la industria y por ley, nada de agua para la actividad minera”.
Todos estos cambios se dan enmarcados, según el funcionario, “dentro del cambio climático. Ahora transitamos lo que los meteorólogos llaman variabilidad climática. Lo pronosticado para nuestra zona es mayor cantidad de lluvias en verano y menos nieve en invierno”.
Villodas aseguró que “gran parte de la gestión de este momento apunta a tomar medidas de adaptación al cambio climático. No son otras medidas más que usar el agua de forma más eficiente. Mendoza tiene graves pérdidas en el consumo de agua a nivel poblacional, pero también hubo falta de inversión en infraestructura durante muchos años”.
En ese sentido, expresó la necesidad de tecnificar el riego dentro de las fincas. “Es importante hacer más eficiente el riego agrícola, que se lleva el 90% de agua de la provincia. Se está trabajando en construir reservorios de agua, como por ejemplo pequeños embalses al lado de los canales, lo que permitirá guardar el agua en un sector para aprovechar en otra ocasión”, observó.
Mirá la entrevista completa realizada a Rubén Villodas:
El funcionario explicó que “Mendoza tiene cinco grandes cuencas en donde distribuye el agua, y nuestra gestión se basa en manejar los embalses para poder distribuir el agua de riego, y además pronosticamos cuánta agua habrá cada año para poder planificar su distribución”.
De las cinco cuencas que tiene Mendoza, destacó que “hasta el año pasado los mayores problemas los tenía el río Tunuyán, pero en este momento los dos ríos que peor están son los del sur, el Atuel y el Diamante, porque en los últimos años no lograron recuperar los embalses”.
“En Mendoza tenemos acumulados de lluvias de 200 milímetros en todo el año, cuando Buenos Aires está arriba de los 1500 milímetros. Pero esos acumulados se dan con 4 o 5 tormentas de verano que no hacen otra cosa que traer más conflictos que beneficios, por granizo y roturas. Por eso, el agua de lluvia en Mendoza casi no se tiene en cuenta para la planificación sino la que es pura y exclusivamente de las nevadas”, agregó Villodas.
“El gran despertar de los cultivos acá es en primavera, que es justo cuando se da el mayor déficit de agua, ya que aunque haya nevado no hay todavía alta temperatura para derretir esa nieve; por eso los embalses guardan agua en otras estaciones del año como otoño e invierno, para entregarla en primavera”, resaltó Villodas.
El funcionario comentó que la provincia tiene 9 estaciones automáticas de medición de nieve en alta montaña, por arriba de los 3000 a 4000 metros. “Cada día recibimos el reporte de todos los parámetros metorológicos, y con eso hacemos el seguimiento de la nieve que hay cada temporada. Además, hacia agosto y septiembre vamos en helicóptero y medimos ciertos lugares para terminar de armar un gran pronóstico que presentamos cada 30 de septiembre, donde informamos qué volumen de agua se distribuirá para riego”, describió.
Villodas manifestó que “todas las jefaturas de las cuencas pueden planificar con ese pronóstico, cómo regarán en el año durante la temporada de riego que comienza en primavera; y además hacemos un seguimiento diario de los embalses para ajustar lo que se pronosticó”, al tiempo que comentó que, “aunque llueva, no hay forma de guardar ese agua. Por eso, lo lógico es dejar de regar donde llovió y guardar ese agua en los embalses”.
Acerca de cómo percibían esta temporada, el director de Gestión Hídrica de Irrigación en Mendoza dijo que, “generalmente, en fase Niño se producen nevadas importantes en la Cordillera, y por el contrario, en fase Niña, se dan sequías. Pero este año no habrá una fase tan marcada; se espera que sea neutro, lo que no ayuda a pronosticar”.
“Pero los modelos globales indican que habrá un bajo nivel de lluvias y por ende la sequía y la crisis continuarán un año más, con seguridad”, reconoció.