El Cuarto Informe de Evaluación de IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) elaborado en 2007 fue el que marcó los lineamientos políticos ante el fenómeno del cambio climático. La amenaza de que cambien todos los entornos en el planeta, según palabras del investigador Ricardo Villalba, “está entre nosotros aunque no lo percibamos en el día a día”. Villalba es mendocino y en su provincia todo se hace mucho más visible: “En la zona cuyana el cambio climático se manifiesta con efectos desfavorables sobre el recurso clave, que es el agua”.
“El cambio climático está produciendo una disminución de la precipitación nívea en Cordillera, y un aumento de las temperaturas”, explicó Villalba a Bichos de Campo. El investigador, que fue uno de los autores de aquel informe del IPCC, recordó que “el último gran año de buenas nevadas en la Cordillera de los Andes fue el 2005”, y destacó que la retracción de nieve “es un proceso que va a acompañarnos durante todo el siglo”.
“Desde el 2010 a la actualidad, las nevadas estuvieron por debajo de los valores medios. Los colegas chilenos la llaman la mega sequía, porque al igual que Mendoza, La Rioja y San Juan, ese país vive 10 años consecutivos con precipitaciones por debajo de la media”, agregó el investigador.
Mirá la entrevista completa realizada a Ricardo Villalba:
Villalba explicó que la Cordillera de los Andes es un excelente regulador de sistemas, porque tiene la capacidad de captar la humedad que viene del Pacífico y que se deposita allí en forma de nieve en invierno, mientras que en verano, cuando se derrite, pasa a formar parte del caudal de los ríos. Cuando hay exceso de nieve, esta pasa a formar parte de los glaciares, los cuales en situaciones críticas también aportan a la oferta de agua de los ríos.
El investigador forma parte del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla), que es la unidad ejecutora del Conicet en Mendoza. Ese organismo es responsable, entre otras cosas, de llevar adelante el inventario nacional de glaciares que se realiza cada cinco años. “Hay una ley nacional para la protección de los glaciares, que fue fuertemente impulsada por el Ianigla”, recordó Villalba.
El inventario relevó, informó el científico, más de 16.600 glaciares y más de 5.700 kilómetros cuadrados de hielo en todo el país. “Es mucho mayor que la superficie de la ciudad de Buenos Aires. En la cuenca del río Mendoza, la superficie de glaciares inventariada es de 500 kilómetros cuadrados; es decir que la superficie cubierta de hielo que tiene la cuenca de ese río es 10 veces el tamaño de la ciudad de Mendoza”.
Villalba advirtió que la retracción de glaciares es muy marcada y se puede notar tal fenómeno en glaciares individuales. “El inventario se volverá a hacer dentro de 5 años y allí tendremos una figura bien completa acerca de cuál ha sido la retracción. Pero uno lo nota cuando visita el lugar y observa que el glaciar está 200, 300 metros o incluso 2 o 3 kilómetros más atrás”, remarcó.
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¿Será posible que se revierta esta tendencia? Villalba cree que lamentablemente no, y que la respuesta debe venir de un uso mucho más eficiente del recurso hídrico. “En este momento la eficiencia en el uso del agua está en el 50% o menos. El riego por goteo en la provincia es de un porcentaje muy bajo. Nunca tendremos el 100% de eficiencia, pero tenemos margen para aumentarla”, detalló.
No obstante, aclaró que el riego por goteo tampoco es la solución definitiva, ya que “en un momento determinado, ese sistema termina creando una asociación salina alrededor de las plantas, y se vuelve necesario regar con el sistema tradicional”, observó. Agregó que otro problema es que, al igual que en la zona pampeana, aumentan las lluvias de verano, con lo cual, son más de 200 milímetros anuales los que recibe Mendoza”.
Ese aumento de lluvias trae según Villalba otras complicaciones en cultivos como la vid, porque, “suele venir acompañado de tormentas convectivas”. Estas a la vez provocan al famoso granizo de Mendoza y San Juan. Además, “cuando empieza a llover, el productor tiene la uva y no la puede sacar, y ahí comienzan las enfermedades criptogámicas, que ocurren como consecuencia de una mayor humedad que no es favorable para la vid”, resaltó.
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A su vez, el aumento de temperaturas deteriora la calidad de los vinos. Por eso, el investigador aconsejó “estar preparados para saber cómo vamos a vinificar en situaciones de ese nivel, cómo se va a manejar el viñedo y qué va a pasar con el incremento del dióxido de carbono en la atmósfera sobre la fertilización de la vid; todos temas asociados al cambio climático”.
“Esto requiere toda una decisión a nivel de productor y del Estado provincial, en mejorar los sistemas de regadíos, la eficiencia del transporte de agua, y tener un manejo muy inteligente combinando las fuentes de agua de la provincia, donde la fuente pacífica disminuirá en el tiempo y la atlántica irá compensando”, concluyó.
Si querés ampliar el tema del Cambio Climático podés mirar este programa especial de Bichos de Campo realizado en julio de 2019: