En la Argentina existen cerca de 500 experiencias de familias y organizaciones que producen, multiplican y conservan semillas nativas o criollas, y que ejercen un cuidado activo de la diversidad de cultivos. Pero la mayoría de ellas siente que desarrolla esa actividad de modo ilegal, al margen de la Ley de Semillas vigente desde 1973. Esa ley, que desde hace años busca ser modificada, pone el acento en el cuidado de la propiedad intelectual de los obtentores de nuevas variedades.
Esos son los resultados preliminares de un relevamiento realizado por el equipo técnico del programa SemillAr, que funciona en el marco de la Secretaría de Agricultura Familiar y que se propone “recuperar y multiplicar la diversidad biológica y cultural, y revalorizar el rol de agricultoras y agricultores como guardianes de las semillas”.
El coordinador nacional de SemillAR, Alberto Chiavarino, explicó a la agencia Télam que “es un programa que aspira a impulsar a organizaciones de la agricultura familiar, a cooperativas, a asociaciones que produzcan semillas nativas y criollas”.
Durante la pandemia, en busca de mensurar ese universo, se realizó una encuesta en la que se identificaron “más de 500 experiencias en todo el país, de familias y de organizaciones que producen, multiplican y conservan semillas”, indicó Chiavarino.
Pero una de las dificultades que observaron los responsables del programa es que aquellos que se dedican a esta tarea “sienten que están en la ilegalidad, porque de alguna manera la ley vigente de semillas no permite comercializar semillas, sin registrarse por ejemplo”.
“Esto no es fácil para nadie, entonces lo que pasa es que todo el mundo siente que está haciendo algo que la ley no permite, lo que es falso porque tanto nuestra ley de Agricultura Familiar, como los tratados internacionales que Argentina firmó, buscan revalorizar este rol histórico de las comunidades en la producción de semillas”, subrayó Verónica Lozano, asesora de la Secretaría e integrante del equipo coordinador del programa.
Este programa -que ahora actuaría como paraguas de esa iniciativa- surgió para materializar “reclamos históricos de las organizaciones de la agricultura familiar”, dijo la misma Lozano. En rigor, la Ley 27.118 de Reparación Histórica de la Agricultura Familiar, sancionada en 2014 y que aún espera por su reglamentación, contempla en su artículo 26 la creación de Centros de Producción de Semillas Nativas (Ceprosena) que tienen como objetivo registrar, producir y abastecer de semillas nativas y criollas.
En la Argentina existen diversas experiencias de producción, intercambio y resguardo de semillas, entre los que se destacan iniciativas como Casas de Semillas y Ferias de Intercambio, que son espacios de encuentro y formación que se constituyeron como espacios de las comunidades para almacenar, conservar y recuperar semillas.
La pérdida de variedades nativas y criollas que dejan de ser sembradas o conservadas por los agricultores es una preocupación de la agricultura familiar por la función que cumplen estas especies en la conservación de la biodiversidad y la adaptación a las condiciones ambientales locales.
“Nosotros aspiramos a que de punta a punta de la Argentina todos aquellos productores de semillas, los que hacen intercambios de la semilla, o que tienen una venta a lo mejor no habilitada, puedan dar un paso importante, ir cubriendo un espacio mayor en la producción, en el cuidado y ampliación de la diversidad de semillas”, expresó Chiavarino.
El coordinador nacional de SemillAr explicó que “la humanidad concentra en pocas especies la producción y la alimentación: el 80% de la alimentación se basa en ocho o nueve especies del mundo, de las 200 mil especies vegetales que había hace muchísimos años, es decir, se fue concentrando de esta manera; esto es un riesgo muy grande y es una debilidad”.
“No sólo se achicó la cantidad de cultivos sino que en cada uno de esos cultivos se perdió variabilidad, son los dos procesos. Fue disminuyendo la cantidad de especies que se utilizan y además, en esas especies, vamos perdiendo variabilidad, y vemos que en esos cultivos en que se termina sustentando gran parte de la alimentación mundial, tienen menos capacidad de adaptación a los cambios”, añadió Lozano.
La propia Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) planteó que la “diversidad de las especies vegetales se ve amenazada por la ‘erosión genética’, un término acuñado por los científicos para referirse a la pérdida de genes individuales o combinaciones de genes, como los que se encuentran en las variedades nativas adaptadas a nivel local”.