Con la llegada de diciembre, la venta en fresco de ananá vuelve a formar parte del paisaje a la vera de las rutas misioneras. La fruta proyecta una buena temporada, con una cosecha que, según la zona productiva, comienza en diciembre y se extiende a lo largo de todo el verano.
El ananá tiene una historia propia en la tierra colorada, ya que es la provincia que lidera la producción nacional con más de 60 hectáreas implantadas, según datos del último Censo Nacional Agropecuario (2018) y registros provinciales. Las primeras plantaciones se desarrollaron en la localidad de Jardín América, sobre la Ruta Nacional 12.

Con el tiempo, el cultivo se afianzó sobre la costa del río Uruguay, especialmente en Colonia Aurora donde cada año se celebra la Fiesta Provincial del Ananá. En la actualidad, el ananá gana terreno en el noreste misionero, en la zona de Comandante Andresito, con una cuenca emergente que se consolida de manera sostenida.
En el municipio de Colonia Aurora, parte de la cuenca tradicional, Víctor Dermer se dedica al cultivo de ananá desde hace más de dos décadas. Junto a su familia, proyecta una producción que alcanzará las 25.000 frutas esta temporada. “La cosecha viene demorada por las bajas temperaturas de este año. Estimamos que a mediados de enero estaremos sacando las primeras frutas. Si bien estamos un poco atrasados, la producción viene bastante linda y con buenas perspectivas”, cuenta Dermer en diálogo con Bichos de Campo. Toda la producción familiar se destina a la comercialización dentro de la provincia.

Orgulloso de su trabajo, Dermer afirma: “Nosotros producimos de los mejores ananás en Misiones y en el país. Es una fruta que se adaptó muy bien a la zona, no tiene comparación con la que viene de Brasil en cuanto a sabor y a dulzura”.
No obstante, el productor advierte una merma en la zona tanto en volumen como en cantidad de productores. El ananá es muy sensible a las bajas temperaturas y puede verse afectado por heladas tardías que se registran en Misiones.
“Era uno de los mejores emprendimientos en la zona y algunas heladas mataron las plantas, entonces los colonos optaron por otros cultivos como el tabaco y la yerba. Se trata de una planta que no es fácil, hay que cuidarla de los hongos, usar protección antihelada pero así y todo es un cultivo con buenos márgenes de ganancia”.

Un panorama diferente se presenta en Comandante Andresito, donde Germán Oszurkiewicz se posiciona como uno de los referentes del cultivo en la zona. Su incursión en el ananá comenzó hace diez años, a partir de la necesidad de diversificar la producción de la chacra frente a los cultivos tradicionales. “Probé varias opciones y el ananá fue lo que más me gustó. Se vende fácil, a la gente le encanta y, si se logra buena calidad, ubicar la producción no es difícil”, cuenta a Bichos de Campo.
Consolidado como productor de yerba mate, Oszurkiewicz decidió destinar dos hectáreas al cultivo de este fruto tropical. Una de las tecnologías simples pero que considera indispensables es el uso de manta antihelada, un material tipo TNT que protege a la planta durante el invierno.
Por otra parte, señala que el manejo del suelo, la fertilización y la sanidad son parte de un proceso de aprendizaje constante. “Cada productor encuentra su forma, pero siempre buscando mejorar. Nosotros ahora estamos cosechando frutas que plantamos hace un año y medio”, resume.
Bajo el sello Ananá de la Selva, Oszurkiewicz comercializa parte de su producción en los principales centros urbanos de la provincia, donde el producto tiene una muy buena aceptación, mientras que otra porción se destina a la venta en fresco en Buenos Aires, una experiencia reciente con perspectivas de crecimiento. Con la cosecha en marcha, Oszurkiewicz espera que la producción alcance entre 8.000 y 10.000 frutas por mes, de manera escalonada, hasta marzo.

Con una trayectoria marcada por altibajos, el ananá argentino tiene identidad misionera casi en su totalidad. La ampliación y consolidación de cuencas emergentes, como la de Andresito, donde productores históricamente yerbateros incorporan frutas tropicales como el ananá y la palta, abre nuevas oportunidades para un cultivo que en el mercado interno aún depende, casi en su totalidad, de la fruta importada de países como Ecuador y Brasil.





