En Bichos de Campo venimos reflejando los avatares de la sequía y su impacto en las diferentes producciones agropecuarias. Varios testimonios dan cuenta de los escasos o nulos desarrollos productivos exitosos, especialmente en la zona núcleo, donde hay mejores condiciones –en situaciones normales- para que la agricultura se lleve a cabo con buenos rendimientos.
Esta escasez de precipitaciones histórica, que lleva tres años de extensión, también le pega de lleno y muy fuerte a la producción de frutas. Es que en pleno corazón de la agricultura, el pueblo de Pavón Arriba supo ganarse un lugar como región productora de duraznos y ciruelas. A tal punto que es la capital provincial del durazno.
Hasta mediados de la década del 90, los duraznos y otras frutas crecían y se desarrollaban en esta zona puntual, hasta que llegó la siembra directa y muchas fincas desaparecieron para darle lugar a la soja extensiva. Actualmente quedan solo algunos proyectos familiares relacionados con el durazno, comandados por dos familias, los Giurlani y los Baleani.
Este durazno santafesino debería estar siendo cosechado por estos días. Pero no. No quedó ni uno solo en planta. La sequía y las heladas tardías afectaron de forma brutal el trabajo de la finca de Leonardo Giurlani, uno de los herederos de esta tradición del sur de Santa Fe.
“Este año fuimos muy castigados con las heladas primero en agosto, y una seguidilla de heladas más en septiembre. Llegaron en una época donde el monte estaba florecido y con algunos duraznitos punteando. Además tenemos la sequía, que en esta zona es terrible. Producto de la sequía es esto, que el año pasado estaba con un vigor impresionante, y hoy no” cuenta visiblemente angustiado Leonardo Giurlani a Bichos de Campo.
Mirá la entrevista completa con Leonardo Giurlani:
Lo que explica el fruticultor santafesino tiene que ver con las adversidades climáticas que van más allá de esta extensa sequía, pero que en la sumatoria resulta letal. Su finca estuvo inundada cuatro años, y zafó. Luego vino la sequía y durante los primeros dos años, zafó. El tercero no lo superó. Leonardo produce duraznos y ciruelas en 15 hectáreas, y no pudo cosechar. Ni siquiera para probar. “El año pasado por la sequía fue tener un invierno seco, que ayuda a que no quedara ni un durazno ni una ciruela (…) Esto es crítico, tanto en la agricultura como en la fruticultura” enuncia el productor.
La explicación a esta problemática Giurlani la encuentra en la sequía como madre de todo. Ya que explica que al haber pasado un año seco, la producción de frutas se resiente mucho más que si atraviesa una helada normal, con algo de humedad ambiente. Incluso cuenta que llegó a registrar heladas con temperaturas largamente bajo cero en casi toda la primavera.
“No coseché absolutamente nada. Acá tenemos ciruelas y duraznos, pero ninguno de los dos frutales dio nada este año”, cuenta Giurlani, que no pierde las esperanzas a futuro: “Esperamos que el año que viene sea un poco mejor, que mejore la situación económica también. Estamos muy golpeados en la fruticultura acá. Muy pocas veces tuvimos un apoyo como en la agricultura. Acá no hay líneas de créditos, nada, cero”.
¿Qué pasa con el lote seco que tiene Leonardo? Dice que al depender 100% de las lluvias, necesita que empiece a activarse de nuevo la vida: “Lo que quedó de verde en algunas plantas, se la está aguantando, no sé hasta cuándo. Lo que ves seco, es por la sequía y la falta de raíces por la inundación. Esto se complica y hay partes de monte que se van a tener que arrancar, porque no van a dar más frutas”.
Sobre esto, el fruticultor analiza que tiene que ver cómo sigue la situación climática, pero sabe que esos árboles secos, que son la gran mayoría de los que tiene dentro del monte, no pueden seguir en pie. Piensa que no se recuperarán, y por estos días evalúa volver a plantar este año o recién el próximo. Regenerar el monte, sacar y poner plantas nuevas. Ese es el impacto de la sequía en la histórica producción de duraznos del sur de Santa Fe.