Ramon Merlo se define primero como mochilero y amante de la naturaleza, antes que como ingeniero agrónomo. Después de que se recibió, trabajó seis años en distintas empresas agropecuarias convencionales, hasta que decidió pegar un giro radical y fundar, junto a tres de sus primos, su propia empresa. Lo único que tenían claro es que querían hacer algo agroecológico. Y comenzaron sembrando un cultivo muy extraño, el lupino, en una zona muy poco habitual, el partido de Ayacucho.
“Estudié agronomía porque era la carrera más cercana a la naturaleza que había, y además, no existe la carrera de mochilero, entonces, Agronomía, ¿Por qué no?”, dijo Merlo, entre risas, a Bichos de Campo.
Épicos es el nombre que pusieron los primos a esta singular emprendimiento, que con el correr del tiempo fue virando hacia otra cosa más compleja. El origen de ese nombre también tiene una anécdota divertida. Ramón recordó que él y sus primos Agustín, Lucas y Tomás, venían de distintos caminos, trabajando en diversas cosas, hasta que se juntaron a pensar como generar un cambio ambiental y social. Era un cambio ‘ético’ el que se proponían y por eso ese fue el primer nombre en el que pensaron. Por suerte apareció uno de los tíos y propuso cambiar la t por la p.
Mirá la entrevista a Ramón Merlo:
“Yo quería hacer algo distinto porque no me terminaba de cerrar el sistema para el cual laburaba, que era el de la agricultura convencional. Entonces alquilamos 15 hectáreas en Ayacucho y empezamos a producir lupino, un cultivo que no se hacía acá en la Argentina. Luego lo convertimos en harina en un molino en mi casa, y empezamos a venderlo, viendo que había aceptación”, contó Ramón.
En referencia al lupino, el joven productor resaltó que aunque en Argentina había antecedentes a nivel ensayos pero no los había a nivel comercial. “Nuestra variedad no tiene alcaloides, se las sacamos de modo natural; es decir que es un lupino que podés harinar, cuando el tradicional que se consume en Bolivia o Perú es muy amargo y para harinarlo tenés que dejarlo debajo de un río por tres meses”, remarcó el emprendedor.
El lupino fue llevando a los primos a incursionar en otros cultivos. Al campo alquilado en Ayacucho sumaron luego otro en Tandil. “Vendí el auto hace tres años, y cuando nos quedamos sin plata para alquilar más campos para hacer más lupino comenzamos a producir quinoa, amaranto, te, sorgo blanco, entre otros”, describió el productor.
Como la venta de las harinas iba viento en popa, a su rol de productores los socios de Épicos fueron de a poco sumándole el concepto de marca y asociativismo con otros productores.
El esquema de negocios también es bastante particular: “Asociamos productores a nuestro modelo de negocios, a quienes les damos la posibilidad de virar hacia la agroecología. Nosotros le damos las semillas para que siembren, y cuando se cosecha, lo industrializamos y de la cantidad de paquetes que sacamos de esos campos, lo vamos vendiendo a lo largo del año y le pagamos a los productores todos los meses”, describe Ramón.
Y cierra el relato: “Así el productor llega al mismo margen que tenía con el modelo convencional, pero sin tener los agroquímicos en su campo”.
Merlo enfatizó en el objetivo de Épicos, de bajar el costo ambiental y social, y señaló que trabajando mediante una asociación en la que producen en conjunto con otros productores, de forma agroecológica, se arma una producción de valor en la que el productor no se desentiende de su grano cuando sale de la tranquera del campo, sino que lo hacen formar parte de toda la cadena hasta llegar a la dietética de un barrio, en forma de paquetes de harina. Todo con marca propia.
Acerca del actual modelo agrícola, Merlo opinó que “el modelo que exporta commidities no está dejando nada en Argentina, porque el laburo se lo damos a Europa o a China. Yo hoy voy al molino y veo que hay gente embolsando lupino y me pongo re contento. Y no es porque sea un genio; el modelo es copiable”.
Si así fuera, cree Ramón, “la Argentina sería otra, los acuíferos serían otros y el laburo en el interior también seria otro”.
“Si todos los campos fueran como este de 15 hectáreas que yo tengo en Ayacucho, ¿Existirían las villas miseria en el conurbano? Y no sé. Talvez fuera otra la realidad”, se pregunta.
Actualmente, los primos asociaron unos 7 productores a su modelo de negocios, todos de la provincia de Buenos Aires, desde Areco a Mar del Plata, sumando unas 300 hectáreas. “En general el productor pone un fichín en Épicos y realiza ensayos de algunas hectáreas, y por ejemplo, en Areco hace dos lotes de 5 hectáreas cada uno, en donde siembran lupino y otro cultivo. Eso nos encanta porque la idea es romper el prejuicio que tiene el productor convencional de la agroecología y viceversa, el agroecológico sobre el convencional”, manifestó.
“Yo vengo del palo convencional, porque estudié agronomía, y siempre que tocábamos la palabra agroecología, la asociábamos como muy radical, al nivel de Che Guevara y cargada de ideología. Todo mi backup me llevaba a lo convencional, hasta que me di cuenta que al agroecología no encerraba tanto prejuicio. Hoy tenemos un productor gigante de 11 mil hectáreas, que asoció 20 hectáreas con nosotros, y que también tenía nuestros mismos prejuicios”, señala.
Actualmente, los cultivos que producen pasaron de molerlos en su casa a hacerlo en un molino tercerizado provisto por el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). Pero el próximo salto de los Épicos es el de poder tener su propio molino. “Hoy lo molemos ahí y envasamos a fasón, en una envasadora, mientras que recorremos los campos de los socios, y controlamos que no apliquen agroquímicos ni tengan personal contratado en negro o en condiciones marginales”, explicó.
Épicos vende sus harinas, principalmente en dietéticas, y también en supermercados chicos, al tiempo que exhiben a diario cómo es su labor diaria a través de su red social de Instagram. “Tenemos unos 150 puntos de venta, todo con marca propia y en paquetes de 150 gramos”, dice Merlo.
Agrega que, contrario a lo que se suele pensar, “hay mucha más demanda que oferta, con lo cual, ese backup de que si no hacés solo maíz, a quien le vendes lo otro es mentira. Yo hoy tengo un lupino y podría vender cinco. Así que hay mercado”.
-¿Y qué pasó con aquel viejo mochilero que pasó a producir un aspecto más comercial?
-Ese mochilero me está pidiendo que esté más en el campo, me pide más naturaleza, que me mude a Bariloche tal vez. Pero al mismo tiempo está contento, porque sabe que estoy haciendo algo bueno. Hoy estoy más tiempo haciendo Excel y contratos con socios, que recorriendo un campo de lupino o mochileando, pero el fin es bueno.
Que bien. Mueven la tierra y siembran a mano tal cual se hace en la china comunista. Un avance impresionante. Tienen ganancias y monotributo al dia?.El molino esta inscripto y en regla?. La AFIP le cubico los contenedores?. Emiten factura?. Tienen carta de porte para mover el producto?. Tiene empleados en regla?. Hacen sus aportes patronales?.
A que no tienen nada de eso. Existe algun agroecologista en regla?.
Cuando se pongan al dia se funden trabajando como esclavos chinos.
Veo una columna de humo en el horizonte.
Diría Luis Wall, romper la tierra es como un terremoto en Tokio a las 11 de la noche, para la vida del suelo. Cuando hablemos de ciertas cosas usemos las palabras que corresponden. Tienen certificación como producto agroecológico o simplemente es buena fe
Se da mejor en suelos profundos y arenosos. Puede ser seembrado en directa sobre girasol, maiz o soja. Es una ” soja de invierno” con mas proteina y sin aceite. Puede rendir 3000 kg o mas y en Medio Oriente, Chile y hace unos años Uruguay ya es conocido y sembrado.
Es uno de los cultivos nuevos con mas futuro en nuestra pampa humeda. Merece muchos mas estudios y ensayos de todo tipo, se ha perdido mucho tiempo con el Lupino.
El INTA que a veces estudia cosas insolitas, esta muy en falta con el Lupino.