Fernando Andrade aún no se recupera de la sorpresa que fue recibir la distinción “Investigador de la Nación Argentina” y del reconocimiento que le siguió de parte de sus colegas y todo su alumnado. Se podría decir que entre todos sus abultados títulos –investigador principal del CONICET, profesor titular de la cátedra de Ecofisiología de Cultivos y coordinador nacional del Área Estratégica de Ecofisiología Vegetal del INTA- “lo más preciado de su vida profesional”, como le gusta decir, es acompañar a todos sus entusiastas alumnos.
Como ecofisiólogo, distinguido por aportar nuevos conocimientos y desarrollar innovaciones con impacto social, Andrade estudia el funcionamiento de los cultivos y su interacción con el ambiente. Al entender cómo crecen, cómo se determina el rendimiento y su fisiología vegetal, es posible adaptar las prácticas de manejo, aumentar la eficiencia y reducir el impacto ambiental.
Los estudios que realizó con su grupo durante los albores de la producción sojera, en el sur de la provincia de Buenos Aires, lo transformaron en una suerte de guía para el sector. “Cuando mi equipo empezó a trabajar allí se veía que no era una zona muy apta. Nuestras experimentaciones empezaron a demostrar que con ciertos ajustes la soja podía andar: la manera en que se la sembraba, espaciamiento entre hileras, densidad, etcétera. Por suerte en los últimos años estamos yendo hacia sistemas más diversos, con mas gramíneas en la rotación”, recordó, satisfecho.
Mirá la entrevista completa a Fernando Andrade:
Haber rechazado varias ofertas para trabajar en el sector privado, incluso en el exterior, hoy lo reconforta y le permite volcarse de lleno a la docencia y la investigación. Algo de este interés quedó plasmado en su participación en el Proyecto 10 de Balcarce, una iniciativa solidaria que arrancó en medio de la crisis de 2001 y que sigue funcionando y se encarga de acompañar a estudiantes con potencial académico.
Ante la pregunta por el rumbo ambiental que ha tomado la agricultura argentina, Andrade aseguró que el aumento en la demanda de alimentos por el crecimiento poblacional a nivel mundial, representa una gran oportunidad para el país, pero también una gran responsabilidad de cumplir con los esquemas de la sostenibilidad.
“Todos los aumentos de producción en el mundo vienen acoplados con un impacto ambiental de distinta índole. Argentina tiene una de las regiones más ricas del mundo para producir alimentos. Es una gran oportunidad pero hay que darle también un valor agregado”, reflexionó.
-¿Es posible ser sustentable y a la vez intensivo?
-Es posible en la medida en que se hagan buenas rotaciones, se apliquen buenas prácticas, principios ecológicos y ecofisiológicos para una producción sostenible. Cada vez hay más científicos en el mundo que aceptan que es totalmente compatible el concepto de la intensificación con el de la sostenibilidad. Hay que ir en contra de la tecnología pura de insumos. Tenemos que usar los insumos cuando son necesarios, pero tratar de ir sustituyéndolos con tecnologías de conocimientos y procesos, que hagan un uso más eficiente de los recursos e insumos.
Frente a ese pensamiento, para Andrade esta tarea es indisociable del trabajo colaborativo entre actores. “El modelo interactivo de innovación se nutre de la sinergia entre distintas visiones, actores y disciplinas. En mi experiencia, cuando abordamos temas junto con los productores, junto con profesionales del campo, cuando hay empresas, ese sinergismo genera muchos mejores resultados que la suma de los efectos individuales”, sostuvo.