Aunque es nacido en Lomas de Zamora, Pablo Lapasset se las ingenió para pasar la mayor parte de su juventud en la localidad costera de Punta del Indio, muy cerca de la desembocadura del Río Samborombón. De chico, sus padres tenían allí una pequeña chacra en la que él podía despuntar el vicio de estar rodeado de animales y en contacto con la naturaleza. Ya de joven “yo era el muchacho que en vez de quedarse los fines de semana para ir a bailar, se tomaba un micro y viajaba cuatro horas los sábados por la mañana”, recuerda entre risas.
Esa pasión se tradujo en una mudanza con estadía a tiempo completo desde el año 1995, ya que luego de recibirse de ingeniero zootecnista optó por radicarse cerca de la casa familiar y dedicarse de lleno a la producción agropecuaria. Además de trabajar varios años como asesor de algunos campos de la zona, Lapasset alquiló varias hectáreas que destinó en un primer momento al engorde e invernada de vacas. Con el tiempo se achicó en extensión de tierra y se enfocó en la recría de terneros.
“Esta zona es netamente de cría. Sobre la cría vos podes trabajar y profundizar pero siempre con esta base. Acá no tenés campos aptos para la producción agrícola redituable, las experiencias agrícolas con fines económicos no funcionan porque son campos muy pobres. Todo se destina a servir a la ganadería”, señaló Pablo Lapasset a Bichos de Campo.
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Su trabajo hoy consiste en el engorde de terneros livianos, de entre 120 y 150 kilos, para llevarlos a los 220 o 230 kilos aproximadamente. El sistema no apunta a la ganancia de peso individual, sino al aumento de peso del promedio total de los animales. Y para lograr ese objetivo la clave está en la constante disponibilidad forrajera, punto con el cual el productor tuvo varias dificultades.
Como parte del problema, además de la limitante de alimentos, surgieron las crecientes presiones de algunos vecinos en esa localidad donde el agro se combina con el turismo.
“Acá estamos dentro del Parque Costero del Sur. Es una reserva internacional de biosfera, amparada por la UNESCO, que abarca una lonja ribereña, cubriendo los talares desde Magdalena hasta Punta Piedras. De un día para el otro me prohibieron fumigar y establecer verdeos tanto de invierno como de verano, por las restricciones del parque”, recordó Lapasset.
Si bien dicha reserva existe desde el año 1986, no fue sino hasta hace tres años que los productores de la zona, que se dedicaban a la producción en sistemas ganaderos tradicionales, se encontraron en la disyuntiva de reconvertirse o tener que ver mermar su producción. La reserva tiene una particularidad: no está ubicada sobre tierras fiscales sino privadas.
Aunque en un primero momento la decisión fue económicamente muy perjudicial para el ingeniero, ya que significó no poder seguir adelante con los sorgos de verano y los raigrases de invierno, no le tomó mucho tiempo encontrar una solución: había que reordenar el sistema para aprovechar al máximo los montes y pastizales naturales de esa zona, que hasta entonces no habían sido su prioridad.
“De a poco nos fuimos readecuando y tres años después estoy con buena disponibilidad forrajera en el campo. El mismo está armado con tres potreros limpios de dos hectáreas y media, en función de las aguadas, en donde hago rotaciones de los animales cada dos o tres días. En este momento estoy en un esquema donde no vuelvo a la parcela original hasta dentro de 70 o 75 días posteriores al pastoreo. Se regeneró el pastizal natural e incluso hay especies que aparecieron nuevamente”, afirmó el productor.
“Se trata de compatibilizar el buen uso del recurso tierra con una producción sustentable, sin deteriorar el ambiente. Lo que a mí no me gusta son las exageraciones que se traducen en limitaciones, que a veces son incorrectas. Todos nos tenemos que ganar nuestro pan. Yo alquilo el campo y a la vez estoy limitado para producir, esa ecuación es difícil. Creo que todos tenemos que buscar la forma de producir conservando”, agregó.
Además de la compra y venta de hacienda para la recría, Lapasset también se vio obligado a diversificar su negocio y comenzó a brindar un servicio de hospedaje a campo para caballos. Dado que es una zona muy turística que está cerca de las grandes ciudades, el emprendimiento dio frutos rápidamente y hoy cuenta con una clientela fija que le confía sus animales.
“El campo es adecuado para el caballo: hay buen agua, sombra en verano y reparo en invierno por los montes. No diría pensión porque no estamos dándoles comida. Yo les cuido el caballo una semana a campo. Entre las comisiones por la venta de hacienda y este servicio voy tirando”, indicó el ingeniero.
El resultado del modelo fue tan positivo que Lapasset recibió la visita de la cartera del Ministerio de Ambiente de la Nación, para analizar como ejemplo su producción al interior de la reserva.
-¿Recibiste la mano de los sectores públicos para hacer esta reconversión?- le preguntamos.
-Parcialmente, porque es muy difícil un apoyo concreto del municipio o de otras entidades públicas. Sí tuve el apoyo de la Sociedad Rural de Punta Indio. El municipio te acompaña pero no toma medidas porque tienen una presión social muy grande de un sector de la población. Yo estoy de acuerdo en que se cuide, pero que se cuide produciendo porque yo tengo que vivir de esto.
-De acá no te sacan ni a palos parece…
-No, de acá no me voy.