Aunque durante mucho tiempo los partidos bonaerenses de Coronel Suárez y Coronel Pringles se destacaron por su producción ovina, desde hace varias décadas las majadas de esa zona han comenzado a achicarse, y en algunos casos incluso han desaparecido.
La principal razón es que aquellos ganaderos que las mantienen obtienen una mejor rentabilidad al apostar por la cría de otros animales, como es el caso de los bovinos, o incluso al volcarse de lleno en la agricultura extensiva. Esto llevó a que el consumo de carne de cordero no forme parte de la dieta cotidiana y que se limite por el contrario, como sucede en gran parte del país, a las épocas festivas.
Esto es lo que analizaron integrantes de la Estación Experimental Cesar Naredo del INTA, quienes junto a la Agencia de Extensión Rural Coronel Suárez, a la Escuela Agropecuaria de esa localidad, y al área de Bromatología municipal realizaron la prueba piloto de un proyecto que pretende devolverle valor a la producción ovina de esa región.
“Una de las cosas que uno empieza a darse cuenta trabajando acá es que hay mucha majada dispersa que ha quedado en el campo, y que a la hora de vender los corderos se le complica a los productores porque o se los pagan muy poco o empiezan a tener dificultades para realizar la faena de los animales”, explicó a Bichos de Campo Sergio Dean, ingeniero agrónomo integrante de la EEA Naredo y productor ovino de la zona.
Para el caso puntual de los departamentos mencionados, la falta de salas de faena habilitadas y correctamente acondicionadas se transformó en el principal obstáculo para los productores de la zona, quienes no podían afrontar los costos de faenar en instalaciones ubicadas a grandes distancias.
“Acá tenemos un frigorífico habilitado en Pringles, y tenemos siempre la promesa política de que abrirán otro en Huanguelén, pero nunca se concreta. Pensemos que si el cordero sale del campo, viaja unos 100 kilómetros a Pringles, lo faenan allá, vuelve otros 100 kilómetros al campo, es un gran costo de logística, al que hay que sumarle el de la faena en sí. Eso te encarece mucho después el troceado del cordero, y dejás de ser competitivo. Vimos ese caso en un grupo de productores que faenaba en el frigorífico San Cayetano”, contó Dean.
Eso fue lo que motivó al agrónomo y a la Técnica Universitaria en Producción Agropecuaria, Débora Mascotena, quien también integra junto a Dean la EEA Naredo, a acudir a Bromatología para barajar la posibilidad de habilitar una sala de faena en Coronel Suárez, que facilite luego el troceo de los corderos y su colocación en el mercado local.
“Si uno mira la producción de cerdo, hace 15 o 20 años atrás no era carne buscada en las carnicerías. Desde que se empezó a trabajar en distintos frigoríficos la preparación de los cortes, el cerdo tomó gran empuje. ¿Por qué no puede pasar eso con el cordero? Si las carnicerías te venden medio cordero o incluso el animal entero, a la gente no le sirve. Pero el trózalo lo facilita y con una mejor oferta podemos facilitar su adopción en el consumo”, sostuvo el técnico de INTA, quien consideró además que ayudaría también a minimizar los negocios paralelos, y a otorgarle una mayor transparencia y seguridad a esa cadena de comercialización.
En este sentido, y para demostrar ese punto, Dean y Mascotena decidieron invitar a la Escuela Agraria de Coronel Suárez, que tiene una sala de faena habilitada en función de su currícula educativa, a realizar una prueba piloto junto a los estudiantes para enseñar técnicas de troceo.
Para eso se trabajó con seis corderos de 14 kilos cada uno, que la escuela mantiene en un campo de la zona con el que tienen convenio, y que fueron faenados por su dueño a campo bajo la estricta supervisión de Bromatología.
Luego, asesorados por un carnicero y ex alumno de la Escuela, los alumnos asistieron en el troceo y preparación de las bandejas con cortes de cordero, que posteriormente ofrecieron a la venta en esa localidad.
“Los chicos trabajan en proyectos con ovinos en la escuela, y en este caso logramos que participen en toda la cadena, desde la producción de los animales hasta la preparación de los cortes y su venta. Incluso les hicimos armar un logo para cumplir con toda la parte comercial. Por suerte, en menos de un día agotamos todas las bandejas”, celebró el agrónomo.
Ya con esta primera experiencia concretada con éxito, la siguiente etapa del proyecto apunta a acondicionar una sala de faena en Coronel Suárez, que permita escalar el proyecto e invitar a los productores ovinos de la zona que deseen sumarse.
“Lo que queremos es armar una red con los productores para que sean ellos los que se queden con el valor agregado. Que en vez de vender un cordero a cuatro mil pesos en el campo, lo puedan vender a siete mil pesos y se queden con el valor añadido, que no se lo tengan que vender directo a un carnicero. Por supuesto necesitamos inversores para lograrlo, pero ya lo tenemos visualizado”, señaló Dean.
La iniciativa contempla además que los alumnos de la Escuela puedan asistir y capacitar a otros en otras instituciones de la zona.
“Con este mismo proyecto queremos armar una majada en Casey -un pequeño paraje rural del Partido de Guaminí- donde hay una escuela agropecuaria metida en el medio del campo. Sería una experiencia interesante”, afirmó el técnico, quien añadió que esperan tener una segunda experiencia de venta de carne troceada durante el mes de noviembre.