Cada 16 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Alimentación, instaurado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) con el objetivo de sensibilizar sobre los desafíos alimentarios globales y promover la cooperación en la lucha contra el hambre, la malnutrición y la pobreza.
En el mundo, según las últimas estadísticas disponibles, hay más de 700 millones de personas que padecen hambre o inseguridad alimentaria severa. Pero en la Argentina, país rico en materia de oferta de alimentos, usualmente no le damos demasiada importancia a estos asuntos, porque nuestros indicadores al respecto son muy inferiores de los que presentan otras naciones, que usualmente son importadoras de alimentos.
Eso no quiere decir que no debamos reparar en el asunto, que también nos toca la puerta aunque no lo atendamos. Por eso hemos seleccionado cinco gráficos sobre la evolución de indicadores alimenticios en la Argentina, para que descubramos que lejos de avanzar hacia el objetivo de “hambre cero”, que es el que se propuso la ONU para 2030, en las últimas décadas hemos venido involucionando, y cada vez más argentinos sufren el daño de tener a diario una mala alimentación.
Este gráfico muestra el número de personas subnutridas que hay en la Argentina. y que ha subido de modo alarmante desde principios del milenio. Según la última medición trianual, son 1,6 millones de compatriotas.
La FAO indicó que este año la conmemoración de cada 16 de octubre adquiere un valor especial, porque coincide con “80 años de trabajo ininterrumpido acompañando a los países en la erradicación del hambre y la malnutrición, y en la construcción de sistemas agroalimentarios más justos, inclusivos y sostenibles”. En un escenario de posguerra, la FAO fue la “primera agencia de las Naciones Unidas, su labor ha sido clave para promover el derecho a una alimentación adecuada y el uso responsable de los recursos naturales a través de la implementación de diversos proyectos en cooperación con gobiernos nacionales y provinciales”.
Este nuevo gráfico marca que no siempre se ha tenido tanto éxito, incluso en países donde hay un excedente de alimentos como la Argentina. En el trienio 2022/24, como en el resto del mundo, la tasa de subalimentación ha aumentado también aquí, para ubicarse en el 3,4% de la población total.
“Esta fecha nos invita a reflexionar sobre los avances alcanzados y los desafíos que aún persisten para garantizar una mejor nutrición, una mejor producción y un mejor ambiente”, destaca María Laura Escuder, oficial de programas de la representación de la FAO en Argentina en medio de los actos realizados.
Los números fríos de la estadística de FAO también son una invitación a pensar en el asunto. Por ejemplo, y siempre hablando del caso argentino, las cifras crecen a 15,4 millones de personas cuandos e habla de inseguridad alimentaria moderada. Esto ya no es joda, porque equivale al 33% de la población total del país.
“Los gobiernos, a través de políticas públicas integrales e inclusivas, tienen un rol fundamental en impulsar el desarrollo sostenible de los sistemas agroalimentarios y la protección del ambiente. La ciudadanía, por su parte, contribuye al cambio mediante decisiones cotidianas de consumo y producción responsables, que fortalecen la seguridad alimentaria y el bienestar común”, recordó al FAO en su comunicado.
Que el tema debe ser encarado con mayor profundidad es obvio, sobre todo si pensamos que los más afectados por una mala alimentación son los niños. De hecho, otro gráfico de la FAO refleja el crecimiento de la desnutrición infantil en el país de la soja, el trigo y las vacas. afecta a entre 10 y 15% de los niños de menos de cinco años.
En su prédica no siembre bien oída, la FAO trata de concientizar no solo a los gobiernos sino a los ciudadanos de a pie sobre los aportes que cada uno puede hacer desde su lugar. “La suma de nuestras acciones cotidianas marcan la diferencia”. Y recomienda:
- Elegir alimentos locales y de temporada: priorizar frutas, verduras, legumbres y granos integrales, que son más nutritivos y requieren menos recursos naturales.
- Adoptar hábitos saludables: promover dietas nutritivas en familia y con amigos, contribuyendo a la salud y al bienestar general.
- Diversificar para apoyar la biodiversidad: incluir alimentos tradicionales y cultivados localmente en la dieta, aprendiendo sus valores nutricionales.
- Practicar la inocuidad alimentaria: manipular y conservar los alimentos de manera segura, lavando bien las manos y evitando la contaminación cruzada.
- Leer etiquetas de productos: comprender mejor la información nutricional y las fechas de consumo para reducir desperdicios.
- Visibilizar el trabajo de productores, productoras y trabajadores que garantizan alimentos cada día.
- Reducir el desperdicio de alimentos: planificar compras y comidas, aprovechar los restos y compostar los orgánicos.
- Dar una mano: donar o ser voluntario para apoyar a quienes lo necesitan, especialmente en contextos de crisis.
- Informar y alzar la voz: compartir información confiable y sensibilizar sobre los desafíos alimentarios.
Nadie está a salvo de una mala alimentación. Ni siquiera quienes reciben alimentos en abundancia. Este último gráfico de la FAO muestra como en Argentina hay una muy elevada prevalencia de obesidad en la población adulta: el fenómeno de la gordura por mala alimentación viene creciendo sin prisa y sin pausa y ya afecta a más de 35% de la población.
La FAO nació en 1945 y acompaña, si se lo permiten, intenta cooperar con los países en el diseño de políticas públicas, de innovación y cooperación técnica, y en el fortalecimiento de capacidades para lograr sistemas agroalimentarios más justos, inclusivos y resilientes.
Tampoco en la Argentina parece tener mucha demanda de los sucesivos gobiernos. Gordo, ponete las pilas.