“Las cosas se dieron muy naturalmente: un día una mujer vino al campo -que hasta ese momento era exclusivamente de producción agropecuaria- me preguntó si podía tocar una vaca, lo hizo, y cuando su mano se posó sobre el animal se emocionó muchísimo. Ahí supe que aquí había una gran oportunidad para el turismo rural”, resume de un tirón Carlos Carbonell. “Soy un hombre de ciudad pero hace 30 años que estoy en el campo y entendí lo importante que es todo esto que el hombre urbano no ve en su vida diaria”.
El lugar en cuestión se llama Tranqueras de Colón, ubicado en la ruta provincial 135, en Colón, Entre Ríos y perteneció al grupo de Turismo Rural ´Aire de las Colonias´ de INTA Cambio Rural. En 2018 obtuvo el tercer puesto en el Concurso de Hotelería Sustentable de Fehgra, Federación Empresaria Hotelera Gastronómica de Argentina. Desde 2008 hacen turismo.
Carlos cuenta que luego de esa experiencia empezó a hacer unas cabañas para recibir turistas pero se encontró con el problema de no tener electricidad, ni cloacas ni recolección de residuos. Entonces ideó un sistema para separar los desperdicios y reciclarlos y hoy se enorgullece de poder decir que son un establecimiento Basura Cero. En las cabañas hay tres recipientes: uno para residuos patológicos en el baño, otro para orgánicos que está en la mesada y otro junto a la heladera, donde va lo reciclable que llevamos luego al contenedor municipal. El resto se recicla o se composta y lo patógeno se incinera.
“A lo largo de estos años la gente, los mismos pasajeros, me han dado muchas ideas acerca de cómo ser sustentables y con muchos de ellos nos hemos convertido en amigos. Generalmente el que se hospeda aquí tiene un ´inspector ambiental´ que son los hijos, porque el que viene al campo es por ellos, si no irían a un lugar con el acceso más fácil donde el auto no se ensucie. Son los chicos los que marcan la conciencia ambiental”, describe.
“Cuando hace unos años nos propusieron participar en el concurso de Hotelería Sustentable, me tomó por sorpresa pero acepté el desafío y el día del evento arranqué diciendo la verdad: que en mis inicios yo no era un hombre ecológico pero con el tiempo me di cuenta de que era la única forma de solucionar los problemas de la naturaleza. Si dejo una bolsa con yerba usada, a los tres días hay agua podrida, mientras que si hago compost tengo una tierra maravillosa que luego me da un zapallo perfecto. Es simple”, enfatiza.
“Cuando arrancamos a trabajar aquí en Colón nuestra base era la ganadería pero no nos cerraban los números, nos costaba muchísimo todo. Cuando le sumamos el turismo rural empezamos a tener otro tipo de ingresos y mientras tanto nos fuimos adaptando a todos los cambios y gustos de la sociedad. Hice muchos cursos de turismo rural y agronegocios que fueron muy útiles”, describe Carlos. “Hoy, además de todo lo que hacemos, producimos macetas de cartón con la Fundación Micaela García, que se venden en el establecimiento y es un beneficio para ambos”.
“Tuve siempre un gran apoyo del INTA: me ayudaron mucho a generar una diferenciación de mi propuesta turística, algo que es clave para que funcione el negocio porque cada emprendedor de turismo tiene que encontrar su estilo. El trabajo en los grupos me abrió los ojos en miles de cosas, me aportó mucho, me hizo poner en valor nuestro cotidiano, como sacar un huevo de un gallinero”, ejemplifica. “Con el grupo hacíamos reuniones todos los meses, intercambiamos ideas y hemos ido a distintos lugares para ver otras experiencias”.
Hoy en Tranqueras de Colón hacen ganadería, tienen gallinas y varios tipos de animales, todos sueltos que son tanto para el turista como sustento para la familia cuando baja el turismo y pueden vender un cordero o huevos. La propuesta turística es estar en el campo, en un lugar sin ruidos y sin preocupaciones, poder caminar de la mano con un hijo y estar en contacto con los animales. También tienen huerta, que genera mucha empatía dado que los turistas preguntan mucho.
“En relación a esto nacieron la compostera y la huerta móvil, hecha en friselina, un producto degradable en el tiempo (se transforma en hidrógeno y carbono), con la idea de que esta huerta se replique y tuvo tanto éxito que a través de ArgenInta se está usando en muchas escuelas de Colón”, cuenta Carlos.
“A la vez hago compost con los residuos de aserraderos, que me sirve para abonar el campo y que mejoró muchísimo la calidad de su suelo, mientras que el residuo de los baños va un biodigestor que lleva todo lo liquido para usar como riego de árboles mientras que lo sólido va a otro lugar y se deja compostar”.
Ante la necesidad de mejorar el suelo del campo, que estaba muy degradado, en 2007 empezó a traer residuos de biomasa de aserradero primero con su propia camioneta y ahora se la traen los aserraderos y hasta le pagan para recibirlo. Lo empezó a compostar, compró una pala cargadora y una zaranda que embolsa de a 4 bolsas, una chipeadora y la novedad es que ahora tienen una pelleteadora que les va a permitir transformar ese abono tan rico, en pellets que se pueden usar en siembra directa y así “empezar a reemplazar parte del abono químico por el orgánico, con todos los beneficios económicos y para el suelo que eso implica”.
“Todo esto surgió por la necesidad de suplir la falta de cloacas y la falta de recolección de residuos. Hoy soy un hombre que cuida y respeta el medioambiente y pude resolver mis problemas logísticos de forma ecológica. Venir a Tranqueras de Colón no es venir a un hotel, es venir a un entorno y a ese entorno hay que cuidarlo”, concluye Carlos.