Enrique Seminario es ingeniero agrónomo y extensionista, pero sobre todas las cosas es un observador. Conoce tanto el mundo de las grandes estancias como el de los pequeños productores que necesitan acceder a un pedazo de tierra. Nada más oportuno que conversar con él en estos tiempos en los que se ve una reiteración de discusiones entre una supuesta oligarquía y militantes sociales que impulsan una supuesta reforma agraria.
-¿Qué pensás cuando escuchás esos términos?
-Siento que es una conversación vieja, arraigada en el imaginario urbano de grandes ciudades, que fue una realidad que tuvo un momento de concentración política y económica a principios de la década de 1920, aunque luego esos apellidos ilustres y patricios fueron diluyéndose y fragmentándose-
En diálogo con Bichos de Campo, Seminario dijo, hablando de la vieja oligarquía, que “esos apellidos ya no tienen ese poder que tuvieron, aunque sí noto que hay un poder simbólico desde el cual se convoca con diferentes intereses, lo que se ve más representado en la Sociedad Rural Argentina (SRA)”.
A su juicio, la oligarquía “es un fantasma que aunque tiene más de 100 años, evoca una causa de justicia, de democratización, de combatir un poder hegemónico que es atractivo y que está muy instalado en el pensamiento de circuitos intelectuales vinculados a la educación, tanto escuela como universidad”.
Mirá la entrevista completa a Enrique Seminario:
Según Seminario, esa Argentina del poder oligárquico, que en una época supo generar riquezas, “tuvo a su vez un componente interesante de todo el gringaje migrante que también construyó parte de esa pampa húmeda en combinación con las estancias y con esa oligarquía que tanto se cuestiona”.
Seminario, que integra la Fundación Irradia, una ONG latinoamericana que busca fortalecer el entramado comunitario, sostuvo que existió “un proceso de articulación con tensiones que en su momento se manifestaron con el famoso grito de Alcorta, sucedido en 1912”.
-El historiador Roy Hora nos decía que, más allá de la gran estancia y a pesar de los intereses concentrados en esa época, el campo daba lugar a la posibilidad de emprender también con pequeños capitalistas que fueron haciendo sus propias construcciones de independencia económica. Puso como ejemplo al Martín Fierro, quien aunque no era dueño de campo, sí de algunas vaquitas. ¿Vos ves que Argentina brinda posibilidades a los pequeños?
-Yo trabajé en el mundo de las estancias, exploré varios mundos, y puedo decirte que hay posibilidades de complemento en estos esquemas de organizaciones que convocan distintos actores para conformar un proceso productivo. Esto se acentuó en su momento con la soja, pero luego entró en recomposición porque los grandes fondos de capitales se retiraron, porque la volatilidad del negocio no los satisfizo lo suficiente. Quedaron los actores locales concentrando espacios de producción a través de los alquileres. Ahí fue cuando ingresaron varios actores del mundo chacarero, a través de la figura de contratistas, que también crecieron en esos procesos.
Ahora, esa capacidad que tenían en términos de potencia financiera, escala y capacidad de alquilar, era diferente a la que podía tener un chacarero de 200 o 250 hectáreas, y ahí viene la discusión que planteaban la Federación Agraria y Eduardo Buzzi de “una agricultura con agricultores”. El agricultor va cambiando en el mundo a través de los procesos tecnológicos que tienen impacto en lo sociológico. No son lo mismo las organizaciones que manejan 100 mil hectáreas con recursos financieros, que un chacarero que tiene que recurrir al Banco Nación. De modo que lo financiero influye mucho. Pero sí creo que hay espacio para todos.
-Pero la política tiende a crear una agenda confrontativa. ¿Se puede escapar de esta trampa?
-Yo pienso que sí. La solución del país no pasa por el hecho de que un espacio de poder gane con el 51% y gobierne sin acordar con el otro porcentaje. Creo que hay que facilitar que haya actores de distinto tipo. Y en el agro, claramente una variable a poner en juego es el asociativismo, ya sea cooperativo o no.
Adquirir escala para acceder a distintos recursos hace que sea posible mantener la figura del chacarero de principios del siglo XX. En Europa la agricultura familiar está sostenida por un paquete de subsidios, y es una decisión estratégica en cuanto a ocupación territorial y mantenimiento de identidades culturales con foco en el cuidado ambiental. Son como guardaparques distribuidos en la campiña, sin intención de ser peyorativo.
-Es que allá la decisión social ha sido esa, que la ciudad subsidie al habitante rural para que custodie tradiciones y modos de alimentación con denominaciones de origen, por ejemplo.
-Me he metido mucho en explorar los procesos de agricultura familiar sobre todo a través de los procesos de ProHuerta del INTA (promueve las prácticas productivas agroecológicas para el autoabastecimiento), dado que mi mirada sobre ese programa de políticas públicas no era de mucho valor en ese momento. Pero he visto procesos interesantes en los últimos años a través de estos proyectos especiales. Por ejemplo el ProHuerta aplicaba los recursos que le transfería Desarrollo Social para conseguir mejor impacto en el desarrollo local y en proyectos que por lo general estaban vinculados a asociaciones de diferentes tipos, desde apicultores a pescadores.
No tiene porque pensarse todo en términos de exclusión. La habilidad reside en tener un diseño de políticas que promuevan una ocupación del territorio y que se generen riquezas, con transformación de granos en productos con mayor transformación, y que no siempre es valor agregado, sino costo agregado en el proceso necesario para obtener un producto con otro tipo de mercado. Y esos procesos, cuanto más locales más empleo generarán en el territorio, pero esto implica tener una mirada acordada.
-Pasan los gobiernos. Uno llega al poder y parece que todo tiene que dirigirse a cierto tipo de productor. Cuando lo ganan otros, hay que desmantelar lo anterior para definir que el beneficiario es otro. En ese ida y vuelta no hay una política agropecuaria útil y aplicable para ninguno de los dos tipo de de productores en pugna.
-Es así, y continuamos con la inestabilidad. Ahora hay un enorme foco puesto en la agricultura familiar campesina e indígena. Hay huertas por todos lados y se está pensando en re migraciones porque aseguran que eso dará más trabajo. Lo que pasa es que seguimos conversando en términos de exclusión del otro. Y acá lo importante es que debemos trabajar desde la no exclusión. Hay que construir con el otro diferente.
–Pero todavía se ve que es difícil salir de esa rotonda…
-Hoy hay una palabra más amable que los agronegocios, y no lo digo para eludir, pero la bioeconomía me parece un lugar de encuentro, porque habla de lo biológico, de la vida, y de la economía que implica administrar los recursos escasos. Entonces, ¿cómo hacemos una bioeconomía que dé más oportunidades a la gente en todo el territorio nacional para evitar la conglomeración de gente en los conurbanos sin destino?
Todo el mundo se pregunta cuál será el mundo del trabajo, si seguirá existiendo la sindicalización como tal, o si se “uberiza” o precariza. Hay muchas miradas que analizar para llegar a una propuesta superadora actual. Superar lo actual es fácil, porque es tan pobre. Ahora, naturalizar la pobreza en el conurbano y que la única estrategia sea asistirla en niveles de sobrevivencia me parece indigno como expresión de la sociedad. Una sociedad que naturaliza eso se descalifica a sí misma. Por ahí voy yo explorando, para entender mejor y proponer esta idea de la no exclusión.