Serafín Llanes es reconocido en su provincia de Jujuy por ser un trabajador incansable y porque siempre está soñando con progresar, pero no él solo sino con toda su comunidad.
Si bien es nativo de Corral de Piedra, donde continúa criando unas 100 vacas criollas y Braford, como lo hacía su padre, hoy reside en el paraje Tres Lagunas, a sólo 3 kilómetros y medio del pequeño poblado de Ocloyas, a 2000 metros de altitud, en plenas yungas jujeñas. Allí tiene su casa y en una hectárea de la finca familiar de su esposa, Lidia, tiene su huerta.
Allí desarrolló el cultivo de un sabroso fruto silvestre, nativo de América del Sur, llamado Chilto o Tomate de árbol, que tiene un sabor similar al maracuyá o a la naranja, según lo describe él.
En 2022, Serafín logró constituir una cooperativa agroganadera en la que se nuclearon 12 familias de productores de la zona de Ocloyas, de parajes como Catre, Naranjito, Tres Lagunas, Yuyal, Trementinal y otros. La llamaron COOPYJUY (Cooperativa de Productores de las Yungas Jujeñas).
Según Serafín, como la integran familias de la agricultura familiar, que todas crían sus animales y tienen su chacra con su huerta, decidieron comenzar con el cultivo del chilto y su agregado de valor. Pero señala que más adelante, piensan fortalecerse también en la parte ganadera, que aprovechan hoy para el autoconsumo y venden algo para comprar el forraje de invierno y hacer unos pesos.
El productor yungueño aclara que en su región, la mayoría tiene su chacrita, con sus animales, algunas vacas, cerdos, gallinas, y su huerta en la que plantan zapallos, cayotes, ajo, cebolla, y una gran variedad de verduras, hortalizas y de árboles frutales, con lo que pueden asegurarse el sustento diario y vender algo para tener ingresos.
Cuenta que hoy trata de no usar su camioneta, tan necesaria para su trabajo diario, y pasó a moverse en su moto, todo lo más que puede, porque ya cuesta mantenerla. Muchas veces camina los 5 kilómetros para atender su ganado. Sin embargo, él tiene la seguridad de que el país saldrá adelante sólo con trabajo y producción, y no pierde la esperanza de que “iremos mejorando, poco a poco”, asegura.
Relata LLanes que comenzaron siendo un pequeño grupo de productores que alquilaron una habitación en Ocloyas para elaborar mermeladas, salsas picantes y un “kétchup” a base de chilto, de modo muy artesanal. Un día, gracias a la ayuda del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, pudieron comenzar a viajar a ferias de Buenos Aires, donde lograron vender buenas cantidades de sus productos y también chilto en fresco. Así fue como regresaban a su pago “con buen dinero”, recuerda Serafín. Y cuenta que, sumando otros pesos de sus ingresos personales, entre todos los productores pudieron comprar un terreno, en Ocloyas, donde poder levantar una sala de elaboración profesional.
Luego de hacer los cursos para manipular los alimentos, en 2022 accedieron a un fondo de financiamiento del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), dentro del proyecto de Uso Sustentable de la Biodiversidad, por el cual pudieron conseguir los implementos necesarios para que cada socio de la cooperativa destinara 3 hectáreas de sus tierras al cultivo del chilto y protegiera a las plantas del ganado con alambrados.
Luego construyeron la sala de elaboración y se proveyeron de todas las maquinarias y herramientas necesarias. De ese modo ya están en condiciones de sacar las habilitaciones pertinentes “a fin llegar algún día a comercializar los productos en todo el país, y por qué no, exportarlos”, afirma el productor jujeño.
Explica Serafín que actualmente la cooperativa se halla atravesando una especie de “cuello de botella”, porque no tienen fondos para tramitar todas las habilitaciones pertinentes y el Estado les dice que no tiene plata para ayudarlos. Esto se debe a que en su región está costando vender sus productos y el Estado nacional hace años que no los convoca para ir a comercializar sus productos a Buenos Aires.
Sostiene él que preferiría conseguir un crédito, porque su padre siempre le enseñó que el dinero regalado -refiriéndose a los subsidios- no se valora, que lo mejor es el camino del esfuerzo y del sacrificio. Pero señala que no es momento para sacar créditos “a tasas imposibles de devolver lo que te prestan”, se lamenta.
Llanes no deja de soñar con todas las posibilidades que tiene el chilto, no sólo en los rubros alimenticio y medicinal, sino también en el cosmético, al explicar que su cáscara hace mucha espuma y piensa hacer pruebas para ver su destino como shampoo. Además se encuentra a punto de elaborar vino de chilto, para saber cuán rico resulta.
El productor aclara que el clima templado de Ocloyas no es el ideal para el chilto, por lo que siempre van haciendo adaptaciones. Que las zonas ideales son las de Ledesma, Fraile Pintado, Trementinal, donde el clima es más cálido.
Serafín tiene tres hijas que viven en San Salvador, la capital jujeña. Mariana, la mayor, integra la cooperativa y los fines de semana viaja con su marido a ayudar a su padre. Durante los días hábiles, ella y las otras dos, Luciana y Victoria, asisten muchas veces atendiendo el puesto en una feria, recibiendo la mercadería en una casa que Llanes tiene allí, pero en lo que más son útiles es en el manejo de la comunicación, las redes sociales, los trámites burocráticos y los envíos a clientes.
Su padre no pierde la esperanza y dice que necesitan ahora de al menos unos 8 millones de pesos. Eso les alcanzaría para conseguir todas las habilitaciones. Con eso podrían comenzar a comercializar sus productos en todo el país, sin problemas.
También señala que les cuesta mucho conseguir los envases de vidrio. Él se declara un consumidor fanático del chilto, tanto en jugo, como aderezando un superpancho con el “kétchup” de chilto, o las empanadas, a modo de “yasjua”, la típica salsa picante, a base de tomate, cebolla y ají locoto. En este caso, la que ellos elaboran es a base de chilto y el mismo locoto o “rocoto”, como lo llaman en Perú y Chile.
“Con la cooperativa tenemos cuenta bancaria y todos los balances al día, sólo nos falta una última ayuda para poder salir trabajar tranquilos y crecer, porque este producto no tiene techo, está todo por hacer”, concluyó, quizás pidiendo socorro a través de esta entrevista.
Serafín Víctor Llanes eligió dedicarnos el video clip de “Jujeño soy”, por el grupo La Cantada.