Los envíos de hacienda a la faena informados por el Senasa dan cuenta de una caída estrepitosa este mes. La reducción interanual es de 27%. Cabe señalar que marzo tuvo 19 días hábiles, y si hubiera contado con las 21 jornadas de trabajo que tuvo el tercer mes del 2023, el achique de la faena hubiera sido de 20%. De todos modos es un freno muy alto en la producción de carne vacuna.
En el tercer mes del año pasado los envíos de ganado a los frigoríficos habían sido de 1.274.616 cabezas, contra los 927.725 de igual mes de 2024, al que todavía le restan computar los datos de hoy. Será irrelevantes lo que se sume teniendo en cuenta el feriado largo: los negocios hoy fueron escasos.
Dos factores influyeron fuertemente en este freno de la faena. El primero es el cambio en la situación climática. El año pasado, la faena fue inflada por la sequía que obligó desde el inicio del año a sacar los terneros de cría de forma anticipada y a mandar a los frigoríficos vientres (vacas) todavía productivos y otras categorías para aliviar la carga por hectárea.
Este año la cuestión es la contraria en gran parte del área ganadera. Lo que se impone es la tendencia a la retención de hacienda y eso impacta en la disponibilidad para enviar a los frigoríficos que operan tanto con el consumo como la exportación.
La categoría más demandada por los mercados externos, la de los animales más pesados, fue la que más cayó. La estadística de Senasa dice que se enviaron a faena 218.795 novillos, un 33% menos que en marzo del año pasado.
La otra categoría que cayó fuerte fue la de vacas, que usualmente son exportadas a China. Las ventas sumaron 205.543 cabezas, 30% menos que en el tercer mes del año pasado. Esta categoría también está fuertemente ligada a la exportación. El mejor clima, la mayor oferta de pasto que hay este año y la necesidad de reponer el stock perdido influyen en la reducción de su oferta.
Las plantas frigoríficas que venden carne al extranjero vienen expresando las dificultades que tienen para hacerse sobre todo de novillos y vacas, y por eso convalidan precios que el negocio no permitiría pagar en condiciones normales. En definitiva, operan a contra-margen y como si fuera poco pagan los valores más altos de la región por el retraso cambiario.
El clima este año juega a favor de la ganadería. El rebrote del pasto que produjeron las lluvias que arrancaron en la primavera permite la retención de los criadores, para sacar terneros con más kilaje, y para que haya recrías y terminaciones con más kilaje. En estas condiciones es posible prever faenas en los próximos meses inferiores a las del año pasado y en consecuencia menos producción y oferta de carne vacuna.
Con respecto a las categorías que tienen como único destino el consumo interno, novillitos y vaquillonas, la caída en las remisiones a los frigoríficos de marzo fue de 20%. Los feedlots se fueron vaciando en los últimos meses y recién ahora están reponiendo así que el achique en su oferta continuará al menos hasta la entrada del invierno cuando aparezcan los lotes que se terminaron sin recría.
A pesar de esta importante reducción en los ofrecimientos los precios de la hacienda y de la carne no reaccionaron y aumentaron mucho menos que la inflación, lo que da cuenta de la crisis que vive el consumo y de los problemas de competitividad de la exportación.
El novillo en marzo promedió 1700 pesos, lo mismo que en febrero mientras que el promedio de novillitos y vaquillonas aumentó 6% contra una inflación mucho más alta.
En tanto, el último dato que se dispone de los valores de la carne vacuna es el de marzo cuando la suba fue de 4% a 6% en AMBA, Rosario y Córdoba según el relevamiento del IPCVA. Ese mes la inflación fue de 13%.
La paradoja es que justamente esta semana la Secretaría de Agricultura festejaba a viva voz, e incluso trasladó la algarabía al vocero presidencial Manuel Adorni, por el récord histórico de exportación de carne registrado en febrero pasado. Nada garantiza, con este fuerte ajuste de faena, que ese dato vaya a constituir una tendencia.