Hace casi 100 año un grupo de inmigrantes alemanes dio inicio a la cooperativa Liebig, que hoy está enfocada en la producción de yerba mate, aunque en sus comienzos los colonos se las rebuscaron para pagar con lo que pudieron las chacras que había recibido para colonizar esa zona del norte de Corrientes.
El abuelo de Violeta Hauck, quien es hoy heredera de esa tradición y trabaja como comunicadora del INTA, fue uno de los fundadores que compraron con el arroz que iban cosechando las hectáreas que loteó la firma ganadera inglesa Liebig.
Ese grupo de inmigrantes, cuenta Hauck, “vino con la intención de replicar aquí la localidad de la que provenían y tenían un proyecto cooperativo escrito que dio inicio en 1926 a la cooperativa Liebig Limitada, con la que llegamos hasta hoy manteniendo los principios cooperativos y respetando la doctrina del asociativismo porque si no, no se puede crecer”.
Violeta tiene su chacha en el nordeste de Corrientes, donde están radicados la mayor parte de los productores asociados a esta cooperativa que tiene 96 años. La mayoría de ellos posee entre 35 y 50 hectáreas, aunque algunos cuentan con hasta 70, contó.
Esta productora yerbatera trabaja la tierra con una visión económica pero también sentimental: “No estoy tan interesada tanto en producir tantos kilos por hectárea, no estoy tan pendiente de eso, sino de mantener esta unidad económica que es un legado familiar al que cuido con mucho afecto porque mis abuelos estuvieron ahí”.
Para cumplir con ese objetivo decidió no apelar a la mecanización de la cosecha de yerba, pues eso obligaría a reservar el lote solo a este tipo de plantas y no permitir su convivencia con otras especies. En su caso, las maquinas no puede ingresar y la cosecha entonces es manual.
“Soy defensora de tener árboles nativos, como el lapacho”, define. Esto, considera Violeta, trae aparejado además beneficios para el cultivo de la yerba.
“Me doy cuenta al mirar la yerba en zonas sombreadas por árboles que da mucho mejor la planta, produce más, no se estresa tanto en épocas de seca como fue esta Niña y en la cual la radiación solar quemó muchos yerbales. Nosotros tuvimos buena producción porque le damos otro manejo”, explicó.
Escuchá la entrevista completa:
En su lote, Hauck además sumó otra tecnología: “el fertirriero”. Se trata de un desarrollo israelí que ahora no puede utilizar por los problemas que hay para importar insumos. “De todos modos en mi paraje viene lloviendo bien y no lo necesitamos”.
Violeta señaló que “en lo que más me focalizo es en el cuidado de la planta en sí. Se puede hacer yerba sin árboles nativos para evitar la competencia, y es totalmente válido, tengo muchos amigos que lo hacen. Lo mío es una decisión personal”, finalizó.
Tarea muy sacrificada de los que aman la tierra, amo el campo y la agricultura.
Desde que en INYM modificó la molienda tiene más palitos molido y el sabor no es el mismo, todas las marcas son iguales incluso las llamadas “organicas”