Javier Milei, el presidente de los argentinos, ha decidido pronunciar su discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso el viernes por la noche. La situación complicará la participación de funcionarios nacionales y legisladores cuyanos a la primera Fiesta de la Vendimia a realizarse en esta nueva era libertaria, que comienza a la misma hora. Pero no es ese el asunto que más preocupa a los integrantes de la comunidad vitivinícola, sino que en esta cosecha se ha vuelto a hablar de la posibilidad concreta de habilitar las importaciones de vino, como ya se hizo en el gobierno de Mauricio Macri, provocando un visible daño entre los productores.
Fue el presidente del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), Carlos Tizio, quien coqueteó hace unos días con esa posibilidad. El propio Tizio era quien ocupaba el mismo lugar en 2017, cuando la gestión macrista autorizó el ingreso de vino chileno a granel, a pedido de las grandes bodegas. Esto deprimió todavía más los flacos precios que cobraban los viñateros locales y provocó un debate mayúsculo, que ahora -en tiempos libertarios- amenaza regresar.
En el marco del primer encuentro del año de la Coviar en San Juan, el funcionario nacional se mostró a favor de la importación de vino, al señalar que “no es un fantasma” y “ojalá todos hubiéramos tenido un mercado abierto desde hace mucho”.
Obviamente, según cuentan los diarios locales que cubrieron ese encuentro, la Federación de Viñateros de San Juan y la de Viñateros Independientes reaccionaron muy negativamente a la propuesta de Tizio, ya que los antecedentes no lo ayudan y muchos tienen fresco lo que sucedió en 2017, una época de bajísimos precios de la uva, en la que los negocios de grandes importaciones contribuyeron a deprimir más los valores. En rigor, es poco feliz la declaración del funcionario en los días plenos de la vendimia, justo cuando empieza el tironeo entre productores y bodegas por definir el valor que cobrarán los viñateros.
Tizio argumentó que es razonable, en tiempos libertarios, aplicar una política espejo, en la que si Argentina quiere exportar sus vinos sin restricciones a todo el mundo debería aceptar también una liberalización total de sus importaciones. “Exportamos vino a países como Estados Unidos y Canadá, Chile es parte de ese grupo”, dijo. Y agregó: “Tenemos que entender que, en un mercado libre y mundial, todo es una ida y vuelta”.
Para dar más sonoridad a esta declaración de un funcionario oficial, luego se sumó Rodolfo Vargas Arizu, el ministro de la Producción de Mendoza, quien declaró a Radio Nihuil que no hay por que impedir la llegada de vino de otros países, en especial de Chile. “Si no hay vino acá de las características que necesitan las bodegas para abastecer los mercados internacionales será una opción. Nosotros estamos infestados de aranceles y todo eso hay que modificarlo, pero menos intervención del Estado significa eso. No creer que los privados son tontos y el Estado debe ser el que deba digitar las cosas”, se pronunció.
Tras el reinicio de este debate, Eduardo Garcés, presidente de la Federación de Viñateros, consideró que “el libre mercado es horrible”, porque al haber dos tipos de cambio en el país (dólar oficial y dólar blue), los productores locales pierden competitividad por la diferencia entre los costos y los ingresos. Por eso, manifestó que, ante esas condiciones, no se puede hablar de libre mercado porque “no existe”.
Lo mismo hubiera sucedido si el gobierno de Milei, tal como pretendía en la ley ómnibus que finalmente no prosperó en el Congreso, hubiera reimplantado las retenciones a las exportaciones de vino argentino, aún en niveles menores del 8% como decía el proyecto.
El dirigente viñatero recordó cuando en 2017 la entrada de vino chileno a granel causó un sobrestock en el país, y destacó que si eso vuelve a pasar los perjudicaría porque no compiten de igual a igual, dado que cuando los empresarios compran vino de afuera, lo hacen al precio de la divisa oficial, mientras que el producto local es más caro por los costos a valor del dólar paralelo.
Además, habló de la calidad del vino del vecino país y comentó que las reglas del juego tampoco son iguales porque en Chile las normas permiten agregar a dicho producto hasta un 7% de agua, cosa que aquí no está autorizada.
Juan José Ramos, de la Federación de Viñateros Independientes, también se mostró disconforme con una posible importación. “El libre mercado es posible cuando hay muchos compradores y vendedores, lo que no ocurre en el país. Hay pocas empresas que manejan casi el 60% del mercado”, se lamentó.
El periodista especializado en vitivinicultura, Pablo Pérez Delgado, también dio su opinión, consultado por Bichos de Campo: “Me parece una burrada traer vinos de afuera cuando acá nos está sobrando. Lo que pasa es que ahora los libertarios tienen esta opinión de que hay que abrir los mercados para todos. Lo cual no está mal si vos jugás con las reglas de juego parejas para todos”.
En ese sentido, consideró que la Argentina debería equilibrar esas reglas y, en caso de habilitar las importaciones, “poner determinadas reglas, así como nos ponen reglas afuera a nosotros. El tema es, por ejemplo, que Chile tiene tratado de libre comercio con China, con otros países, con Estados Unidos, para exportar con arancel cero, cosa que nosotros no tenemos. Entonces en eso estamos en desigualdad de condiciones”.
Como en el caso de la Argentina, que sufrió en la temporada 2023 los efectos de las heladas tardías y la sequía sobre su cosecha de uvas -que se redujo casi 25%-, Chile también vio resentida su producción y sus embarques cayeron casi 30%. “Por supuesto siguen exportando mucho más que nosotros. De hecho, exportaron 1.500 millones de dólares de vino de todo tipo, mientras nosotros no llegamos a 1.000 millones”, indicó Pérez Delgado.
¿Y cuál sería el problema? El mejor Carmenere es el chileno.