Como ingeniero electrónico especializado en luminaria, Rodrigo Iribarren podría haber trabajado en cualquier sector de los ya existentes, pero decidió abrirse su propio camino de la mano de los cultivos vegetales bajo cubierta.
La idea se la aportó el sistema de “indoors” que suele utilizarse para el cultivo hogareño de cannabis. Generalmente, sea en una carpa o en un armario, se suele alimentar a esas plantas con una luz artificial específica y un sistema de ventilación. Pero también al ver cómo avanzaba la tendencia de los cultivos verticales en el mundo, Rodrigo decidió combinar ambas ideas y desde entonces busca encontrar la forma de producir verduras prescindiendo de la luz solar y en espacios reducidos.
“Las plantas en sí necesitan energía lumínica, y no tienen forma de saber cuál es la fuente de esa luz. Si vos le estás dando con un led, con un sodio o con el sol, la planta no se entera”, explicó el ingeniero en diálogo con Bichos de Campo durante el último congreso argentino de hidroponia.
Sin embargo, ese principio básico no significa que se pueda usar cualquier foco bajo consumo para hacer verduras de hoja en el armario de casa, y es allí donde reside el trabajo de Rodrigo. Él es quien investiga qué colores y longitudes de onda son las adecuadas para que exista fotosíntesis y luego comercializa esa luminaria y enseña esos conocimientos desde su empresa Acqua Garden.
Aunque esta tecnología recién está dando sus primeros pasos, a él no le caben dudas de que la Argentina “puede ser una potencia” en su desarrollo. El estrecho vínculo que guarda con la hidroponia, como así también con otras técnicas tradicionales, permiten pensar que ese diagnóstico no es del todo descabellado.
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Tal vez lo más novedoso es el ahorro de tiempo que genera el uso de la luminaria adecuada. Si en una chacra tradicional la lechuga se cosecha unas 4 veces al año, en un invernáculo 8 y en hidroponia 12, las estimaciones son que en un “indoor”, con todas las variables controladas, podría elevarse a 18 veces.
Para que eso sea posible, el trabajo de Rodrigo continúa de forma periódica en una suerte de polo experimental que montó en la casa de su tía abuela, en Villa Luro. Mientras que comercializan la tecnología que ya sabe a ciencia cierta que funciona, hoy trabajan en un “hilado más fino”, estudiando qué tipo de luz y qué color puede funcionar específicamente para cada cultivo.
“Estamos viendo cómo bajamos el consumo energético y aumentamos la cantidad de gramos desarrollados. Cuanta menos energía eléctrica tenga que invertir, más gramos tenga, mejor me va”, explicó.
Mirá la entrevista completa:
De por sí, la factura de luz es amortizada por el mejor precio de venta que empezó a tener este tipo de hortalizas, a lo que se suma, señala Rodrigo, que la luminaria led “es de bajo consumo y muy eficiente” y que, gracias al cultivo vertical, puede incrementarse la escala sin problemas.
“Al tener la posibilidad de iluminar en más de un nivel, te aumenta muchísimo la capacidad productiva. A futuro, uno podría cultivar en un subsuelo, en una terraza o dentro de los edificios sin problema”, afirma el ingeniero, que confía en que hay futuro en la agricultura a base de luz artificial como método de acercar el alimento a los consumidores y de reducir costos logísticos.
En parte, ese anhelo también lo cubre la hidroponia, y es por eso que esta tecnología conjuga muy bien con ese esquema productivo. “Te hace más fácil el trabajo diario”, explicó Iribarren, a propósito de que, si se usa la luz artificial adecuada -aunque sea como complemento de la natural- puede garantizarse que las plantas crezcan “parejas” y similares entre sí, en los tiempos estimados.
“Le tengo mucha fe a este proyecto. Las ganas están, la gente lo conoce y tenemos los científicos y productores”, concluye Rodrigo, que está más convencido que nunca de que fue una buena idea ser un ingeniero electrónico abocado a las plantas en vez de a la iluminación de eventos o el diseño de dispositivos convencionales.