La producción arrocera es una de las tantas economías regionales que le dan vida al litoral argentino. La lista la completan la producción de cítricos dulces, la de yerba mate, la del ovino, la avicultura, la ganadería vacuna y también la agricultura extensiva. Es una zona muy rica que cuenta con un recurso hídrico esencial para el arroz, el agua. Eso impulsó al abuelo de Laura Varese a comprar un campo en la localidad entrerriana de La Paz, recostada sobre el Río Paraná, y luego el molino para agregarle valor a la cosecha.
Hoy dos de los cinco hermanos que conforman la tercera generación de la familia Varese se dedican a producir y vender en el mercado interno y en la exportación el arroz “Tacuarita”, que es la primera marca premium de la firma Duval Flores. También vender el arroz Don Bernardo. Y entre las variedades que cosechan hay arroz largo fino, doble carolina, fortuna, mochi y hasta yamaní.
Laura Varese, que actualmente gerencia la producción e industrialización del arroz en el molino Santa María, explicó que el objetivo de la empresa es “seguir la producción de una punta a la otra, desde la semilla a la mesa del consumidor”. La empresa entrerriana ya tiene 90 personas trabajando en relación de dependencia, a las que suma varios puestos de trabajo más en forma indirecta.
Escuchá la entrevista completa a Laura Varece:
En diálogo con Bichos de Campo, Laura destacó el rol que tiene el personal en la firma: “Apostamos a capacitar a nuestra gente, tenemos un sentido de pertenencia y arraigo fuerte a esta sociedad, valoramos mucho la mano de obra porque sin ellos la empresa no crece y por eso seguimos apostando a pesar de la coyuntura, de la pandemia y de los vaivenes de la economía”.
Esos vaivenes, definidos por los altos costos de la actividad y las políticas erráticas de los gobiernos para estas economías regionales, vienen complicando el resultado económico de la actividad y expulsando a los productores de menor superficie en Entre Ríos. Y es que es mucho el dinero en juego como para sufrir sobresaltos: “Producir una hectárea de arroz implica una inversión de 1.000 dólares”, explicó Varese. Aclaró que la cifra final depende de cómo se riegue el campo aunque ése es el promedio en la región.
A esos costos hay que sumar la presión impositiva, entre la que se cuenta el descuento de de retenciones que son de 5%, cuando la rentabilidad promedio del negocio arrocero deja un margen menor a ese porcentaje, según advirtió la empresaria.
Varese destacó que este año, en compensación, hubo una mejora de 30% en el precio internacional del arroz, que ahora promedia los 450 dólares por tonelada de la variedad largo fino. La suba fue consecuencia de algunos cambios en el comercio mundial, como por ejemplo la decisión de Vietnam de limitar sus exportaciones en tiempos de pandemia.
“En esta carrera entre costos y precios, el precio fue ganando pero la situación es dura”, comentó la productora de La Paz, quien destacó que en estos meses también se produjo una mejora en el consumo interno de arroz, debido al interés de la población por hacerse de alimentos en el arranque de la pandemia y porque “la crisis económica vuelve a fortalecer la presencia de hidrato de carbono en la mesa”.