A unos 15 kilómetros de la ciudad bonaerense de Alberti, se encuentra la pequeña –por no decir pequeñísima- localidad Plá, conocida por sus 200 habitantes como la “capital del mundo”.
Bautizada así hace muchos años por un payador de la zona, y aceptada con ese mote por todos los lugareños, aquella “capital” de apenas una veintena de manzanas esconde innumerables historias en sus rincones. Una de ellas yace en el cruce de las avenidas Las Mercedes y Alberti, detrás de las puertas de la Herrería Quico.
“Mi padre vino acá en 1953, y en esa época se arreglaban carruajes o herramientas de tracción a sangre, y maquinaria agrícola. Yo he visto herrar caballos en la herrería o arreglar sulkys con todo tipo de herramientas de mano”, dijo Mario “Quico” Ciccociopo, dueño de aquella herrería rural, a Bichos de Campo durante una visita.
Para Quico, apodo que heredó de su padre, es clave aclarar que aquel local está lejos de ser un taller mecánico aunque por fuera lo parezca.
“Acá no se reparan motores, no se reparan cajas, no se reparan embriagues ni autos. Esto es maquinaria agrícola pura y exclusivamente”, señaló el hombre, que con varios años de retirado aún recuerda sus primeras visitas al local de su padre.
“De chico me sacaban de la oreja para que no me quemara o no tocara algo, pero después empecé a trabajar acá. En el año 75 cuando mi padre compró un torno, trabajaban entre 4 y 6 personas. Acá nunca faltó el trabajo, nunca. Siempre sobró”, recordó el herrero.
Si bien hoy posee pocos habitantes, Plá supo tener mayor densidad poblacional gracias al semillero Klein, que contaba con muchos operarios, y al ferrocarril que conectaba ese pueblo con otros de la zona. Allí, la actividad agrícola fue y sigue siendo una de las patas centrales de la movilidad económica del lugar, destacándose particularmente por la producción triguera.
Por dar un ejemplo, los momentos del año con mayor cantidad de trabajo en la herrería eran durante la época de las fiestas, donde la cosecha de trigo estaba en plena marcha.
“Acá siempre fuimos muy respetuosos de los horarios. Se trabaja de las 8 hasta las 12, se para dos horas y luego se sigue. Mi padre no tenía horario en la noche y no tenía sábados, e incluso a veces no tenía domingos. En las fiestas, a pesar de que en los últimos 50 años se adelantó casi un mes, se hacía la cosecha y nosotros hemos pasado Navidad y Año nuevo acá adentro. Si una máquina se rompía teníamos que repararlo para que vuelva al toque a cosechar”, contó Quico.
Mirá la nota completa acá:
Y el aprendizaje para lograr eso no se obtenía más que con la práctica, a pesar de haber incluso asistido a una escuela industrial en la localidad de 9 de Julio.
Un momento clave para eso fue entre 1957 y 1975, dos fechas que Quico recuerda bien ya que entre ellas llegaron a Plá la corriente eléctrica y los primeros tractores.
“La llegada de la electricidad fue todo una novedad. Nosotros no teníamos heladera, no teníamos televisor, no teníamos nada en la zona en esa época. Si bien alguno había con algún grupito electrógeno muy precario, la luz llegó cinco años después que a Alberti. Y allá por 1975 viví el despegue de la tracción a sangre a la tracción a combustible. Viví los primeros tractores. Entonces a partir de ahí se incorporó un torno y la soldadura eléctrica. Por eso acá uno se va haciendo mientras hace. La verdad es que no sabemos hacer otra cosa”, señaló orgulloso Ciccociopo.
Uno de aquellos aprendices, al que hoy Quico define como su amigo y hermano de la vida, fue Héctor Raúl Santa María, conoció por todos como “El Negro”. Él es quien maneja la herrería desde el retiro de Ciccociopo y mantiene funcionando las antiguas herramientas de la firma familiar.
“Tipos como El Negro no están quedando. Son artesanos que saben calentar un fierro con la fragua, que saben moldear una chapa. Ocurre que hoy, por la tecnología, todo está computarizado, pero así y todo esto es necesario. Por más tecnología que haya, hay algunas cosas que la tecnología no soluciona y hay que hacerlas manual. Acá en el pueblo solo está él y en Alberti hay un par más a su altura, pero no van quedando. Como en todo lo que es manual, son cosas que ya no se enseñan en las escuelas industriales”, sentenció Quico.
-¿Qué es lo que más te gustaba de ese oficio?- le preguntamos.
-Bueno, somos fierreros natos de cualquier cosa. A mí me gustaba mucho soldar. Acá se picaba mucho, se disqueaba, se araba. Klein nos traía 200 rejas acá afuera y nosotros, con un aparato al que le decimos martinete, les devolvíamos el tamaño más o menos original. Eso me gustaba. Y nos gustaba también porque nos servía económicamente.
-¿Qué es lo más loco o raro que te acordás que hayan hecho?
-Hemos hecho algunos inventos. Por decirte algo, una vez apareció un hombre de Castelli que era viajante, que compró un motor importado de Japón, en la época en que se traían piezas en desuso y se ponían en camionetas. Este hombre tenía una coupe Chevy y apareció con un motor Nissan para ponérselo. Le dije que me animaba y estuve un mes acá en la fosa, era un desafío para la época. Y bueno, se fue el hombre andando con un motor japonés muy contento, que debe andar por ahí dando vueltas. Acá había que inventar, es artesanal esto.
-Si faltaba un repuesto o tardaba en llegar, había que improvisar la pieza también.
-Justamente. Salvo los bolilleros, antes se hacía todo. Y económicamente también servía. Ahora no te podés poner a hacer un repuesto artesanalmente si cuando vas a una góndola lo comprás por cierto dinero. La mano de obra hoy está relativamente costosa.
-¿Y le ves futuro al oficio o está en vías de extinción?
-Yo le veo futuro. No sé cuántas ganas más tendrá de trabajar El Negro, porque ya tiene cincuenta y pico de años. Pero esto a veces está lleno de productores que están todos apurados, que quieren que se les haga primero el arreglo porque tienen que trabajar. Esto va a seguir, estoy seguro de que va a seguir. No sé si va a seguir esta herrería u otra, porque se nos termina el tiempo. A mí se me terminó. Con sesenta y pico de años se me fueron las ganas. Si bien despunto el vicio con un negocio que tengo Alberti, donde juego y hago mis cosas, esto va a ser existiendo. Siempre habrá un fierro que se rompa y que habrá que volver a soldar.
-Salvo que empecemos a hacer todo el plástico algún día.
-La tendencia es que este tipo de trabajo va a seguir y va a haber cada vez menos artesanos, o sea que va a haber cada vez más trabajo. Así merme el trabajo, como habrá menos artesanos, va a haber mucho trabajo para el que trabaja.
-Lo considera así, como un oficio de artesanos.
-Sí. Lo dice la gente inclusive. Ocurre también con los talleres mecánicos del pueblo. El 90% de los talleres mecánicos hoy está con las computadoras, porque todo es así con los autos modernos. Pero les llega un auto relativamente antiguo, un auto que tenga 20 o 30 años, y se les complica con lo de la computadora.
¡Qué hermosa nota, gracias! Llegué por casualidad a esta página (no soy productora rural ni nada parecido), pero encontré cosas interesantísimas así que la voy a visitar seguido. ¡Felicitaciones por rescatar historias y saberes que del interior que se van perdiendo!
Me pasó la nota un vecino, tengo mi venta de garage y me encantan las cosas viejas, hermosa nota, felicitaciones a este señor que puso tanta voluntad en recrear la historia de Alberti, fantástico.
Felicitaciones, muy agradable e interesantes relatos, somos proveedores de componentes hidráulicos para maquinas agrícolas móviles y estáticas, como manifold hidráulicos y algunas válvulas. Sigan así !!!!!