Instituido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2002, cada 28 de mayo se celebra el Día Mundial de la Nutrición, con el objetivo de generar conciencia sobre la importancia de alimentarse en forma adecuada. Sin embargo, aquel aspecto en Argentina se encuentra en la cuerda floja: aunque comer sano sea un deseo, el bolsillo es que el condiciona a los hábitos saludables.
Eso es lo que se desprende de un informe elaborado por la asociación Worldwide Independent Network (WIN), especializada en investigaciones de mercado independientes, junto a la empresa de consultoría e investigación Voices! en Argentina, que analiza las perspectivas y creencias de más de 35.000 personas de 40 países sobre hábitos alimenticios.
Tomando como punto de partida el consumo de suplementos vitamínicos a nivel mundial, que desde 2018 aumentó significativamente pasando del 25% al 34% en promedio en los países analizados, el trabajo muestra que Argentina se ubica en el anteúltimo puesto del ranking, con un 16% de consumo en forma regular, y un 62% de consumo nulo.
A continuación, y haciendo foco en los resultados locales, el trabajo mostró un cambio de hábitos relevante. “En Argentina se registran bajas considerables en el consumo de golosinas (60% señala que las redujo en el último año) y comida rápida (54% disminuyó el consumo) que además son bajas más significativas que las que se encuentran a nivel global. Por otro lado, cerca de un tercio disminuyó el consumo de sal (34%), carne (31%), leches y lácteos y productos bajos en grasas y azúcar (27% cada uno)”, detalla el informe.
Y añade: “Sin embargo, en la clase baja se intensifica la disminución en el consumo de alimentos frescos (carne, lácteos, frutas y verduras) mostrando el impacto de los costos en la alimentación”.
Constanza Cilley, Directora Ejecutiva de Voices! y responsable del estudio en Argentina, afirmó frente a esto: “Los datos de Argentina revelan una tensión cada vez más marcada entre el deseo de llevar una alimentación más saludable y los condicionamientos económicos que lo dificultan. Si bien se observan avances en términos de conciencia alimentaria, especialmente entre mujeres y personas de mayor edad, la caída en el consumo de alimentos frescos entre los sectores más vulnerables expone un problema estructural que requiere respuestas urgentes desde las políticas públicas y el acceso a alimentos nutritivos.”
En esta línea, y más allá del caso argentino, la encuesta global Worldviews marcó una tendencia clara: las restricciones financieras están estrechamente vinculadas a los cambios en la dieta.
“Las personas que reportan haber reducido sus gastos en los últimos meses presentan mayores tasas de disminución en casi todas las categorías alimentarias. Por ejemplo, el 51% de quienes ya redujeron algunos gastos en los últimos meses también han reducido su consumo de comida rápida, frente al 39% entre quienes no planean modificar su presupuesto. Del mismo modo, un 44% de este grupo ha disminuido su consumo de golosinas, y un 42% ha reducido la comida envasada o instantánea”, ejemplificaron.
En contraste, las frutas y verduras siguen siendo consideradas esenciales. De acuerdo con los resultados del sondeo general, “solo el 9% de quienes están ajustando su presupuesto ha disminuido su consumo. Sin embargo, un 26% del mismo grupo declara estar comiendo menos carne, lo que indica que incluso fuentes clave de proteína pueden verse afectadas”.