Cesar Massaccesi y Pierre Brocvielle son amigos y apicultores y, como suele suceder con las personas que se dedican a la producción de miel, apasionados por las abejas. Pero en este caso esa pasión no quedó en el ejercicio individual del oficio sino que se manifestó en hechos concretos y para el bien común: lograron una ordenanza que ha declarado a la abeja de interés municipal y que, por lo tanto, garantiza su protección.
“Apuntamos a la educación y no al control policial que ya ha quedado demostrado que no funciona, como cuando en su momento hubo que evitar fumigaciones con agroquímicos”, recuerdan. “Pero gracias a esta ordenanza varios municipios vecinos también tomaron la iniciativa y la abeja está protegida en toda la Comarca Andina”.
“Por ejemplo, hace poco apareció una mosquita que ataca la fruta y ya querían hacer pulverizaciones, pero gracias a esta ordenanza se pudo impedir y surgió otro tipo de soluciones mucho más acertadas, como varias opciones de manejo de los frutal, tales como no dejar fruta podrida en el piso ni que se madure en exceso en la planta, entre otras cosas”, explicaron.
Esta iniciativa de Pierre y César está a tono con la ciudad donde viven: El Bolsón, provincia de Río Negro, un lugar reconocido por promover el concepto de “bienestar” donde se fusiona naturaleza con espiritualidad, tanto para sus habitantes como para los turistas. En las noticias, tristemente, esta localidad patagónica aparece ahora mencionada por otras cosas.
“La apicultura es una actividad tradicional en la zona y la cantidad de miel que se consume localmente supera en 10 veces el promedio nacional”, cuenta César, apicultor desde que a los veintipico vio un cartel en el INTA local que decía: “Cambio maquinaria eléctrica por colmenas”. Como las abejas le gustaban desde hacía rato, se animó a dar el paso.
“La miel está incorporada al consumo diario porque se conocen los beneficios de todos los productos de la colmena; vivimos en un paraíso de flores, esa es la característica de nuestra zona, la variedad que dan los frutales y que suelen generar una miel clara y la variedad que da el bosque con sus plantas nativas como el radal, el pañil y el maitén que dan mieles más oscuras. Justamente, también por este motivo, nos parece que nuestra miel debería ser diferenciada a la hora de exportarse”, relata.
En la Comarca la mayoría son apicultores que tienen entre 5 y 10 colmenas y uno de los motivos de manejar esas cantidades, explican los especialistas, es que a diferencia de otras regiones aquí es necesario controlarlas a diario. “Hay que estar encima de las colmenas porque rápidamente se dividen y hacen enjambres debido a la abundancia de comida que hay por todos lados, entonces se debe hacer un manejo para que no se vayan”, enfatizan. Aclaran que a la famosa varroa también la sufren, pero que les resulta fácil de controlar y que con curarla una vez por año, alcanza.
Trabajan con razas de abejas del norte de Europa, porque cortan la postura en otoño e invierno y por lo tanto consumen menos, lo cual es clave porque en esa época no hay alimento en la Comarca debido al frío y a la nieve.
La cosecha de miel arranca en agosto y dura hasta marzo, y a partir de ese momento la miel que queda en las colmenas les sirve de alimento a las propias abejas para que puedan pasar el invierno. Los rindes promedio en la zona van entre 35 y 40 kilos por año cada colmena, pero con un manejo cotidiano; en cuanto a las reinas, los apicultores suelen hacer las suyas propias aunque a veces también compran.
Nacido en Marruecos y luego de haber trabajado 35 años en la industria petrolera, hoy Pierre tiene 5 colmenas para consumo familiar. Dice que siempre le gustaron las abejas y que empezó a hacer apicultura hace algunos años en provincia de Buenos Aires, específicamente en Capilla del Señor, pero cuando la zona empezó a urbanizarse demasiado “para su gusto”, con su esposa decidieron mudarse y en 2016 encontraron su lugar en el mundo en El Bolsón.
“Estar con las abejas implica un aprendizaje y un descubrimiento diario, me siento un testigo privilegiado de su saber porque ellas nos muestran todo lo que hacemos mal como humanos, nos están alertando acerca de lo que le está pasando al ambiente pero nosotros no escuchamos”, se preocupa Pierre.
“Yo quiero ser su vocero porque las abejas y todo lo que nos dan están invisibilizado… por ejemplo acá se produce fruta fina y hay muchos productores que no entienden que sin abejas no hay frambuesas ni ningún otro fruto, es como si no vieran la relación; ellas nos hablan y si nosotros queremos, podemos escucharlas”.
Por su lado, César tiene más colmenas y vive de la apicultura, vendiendo miel fraccionada y diversos productos de la colmena que los vecinos van a comprarle directamente a su casa. “Cada vez necesito menos para vivir”, asegura. “Mis hijos se independizaron, tengo mi casa con huerta y frutales, una camioneta que tiene sus años pero funciona y la verdad es que no necesito nada más”.
Con esta idea de visibilizar todo lo que significan las abejas y los frutos de la colmena es que estos dos amigos -junto a otros apicultores- están organizando una feria para el sábado 11 de diciembre donde se darán charlas y estará dedicada tanto a los productores como al público en general. “Se nos ocurrió hacerla porque hay muchos apicultores que están dispersos en la zona y la idea es encontrarnos a intercambiar información y, a la vez, que la gente se acerque para contarles lo maravilloso que es el mundo de las abejas y lo importante que es su trabajo para el ambiente y para la producción agropecuaria”, detallan. Más info: brocviellepierre@gmail.com
“Vivimos en una sociedad de caos y la colmena representa el orden, porque allí ellas saben cómo funcionar y vivir en armonía, así que tratar de entender esa sociedad de la colmena es todo un desafío y una pasión porque me enseña cosas a mí mismo”, reflexiona César. “Comprender a las abejas tiene que ver con un estado de conciencia: ellas nos enseñan pero hay que estar abiertos para escucharlas; la naturaleza es generosa y esa generosidad podría ser contagiosa”.
Fotos: Berenice Delgado, Fernando Nahuelpan, Mónica Murga.