El de las brechas de rendimiento es un fenómeno que los especialistas en nutrición del suelo advierten hace tiempo. Como regla general, significa que en los principales cultivos se produce entre un 20 y un 40% menos de lo que potencialmente se podría producir, debido a diversos factores pero, sobre todo, por la falta de estrategias articuladas de manejo y la deficiente fertilización.
Nahuel Reussi Calvo es un investigador del Conicet que insiste siempre en que, “aunque suene utópico”, hay que hacer lo posible por cerrar esas brechas. Para eso, sostiene, el foco debe estar puesto en los datos que arrojen las mediciones del suelo, porque sólo así se pueden tomar las decisiones correctas en términos de eficiencia.

“El gran problema es que hay pocos datos, y ese es el gran desafío que tenemos los que hacemos investigación y extensión”, observó el especialista al ser consultado por Bichos de Campo.
En verdad, muchas entidades, como CREA, cuentan con bases propias ya sistematizadas, que permiten anticipar decisiones y alimentar modelos predictivos, pero, afirma Reussi Calvo, eso aún no ha tenido más que un alcance marginal para el productor de a pie.
“Falta mucha extensión”, agregó el investigador, que considera que en eso juegan un papel clave la academia y las instituciones.
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Que se produce menos de lo que se debería está claro, y que eso se debe a la falta de nutrientes, también. El interrogante está en cómo lograr que esas definiciones se traduzcan en hechos concretos, para que haya finalmente un cambio de paradigma que escape a los esfuerzos individuales y se convierta en regla.
“Atrás del conocimiento tiene que estar el convencimiento. Y para convencer a un productor de que es necesario medir y tomar mejores decisiones en cuanto a nutrientes, lo tiene que ver”, opina Reussi Calvo, que por eso llama a hacer una “autocrítica” a sus pares y a trabajar en mensajes claros para que se reflejen en decisiones concretas.
En su caso, opta por las cifras económicas, porque aquello que no entra por el oído de seguro lo hace por el bolsillo. En el caso de la soja, el especialista estima que si se considera que falta aumentar la fertilización en sólo un tercio de la superficie, se pierden anualmente no menos 1000 millones de dólares en producción. Un cálculo similar puede hacerse para cada uno de los granos.
– ¿Qué es lo que pueden hacer ustedes desde la academia?
– Me parece que en tiempos de brechas hay una gran brecha entre la información y el conocimiento que finalmente se aplica, y ahí tenemos un gran desafío. Los que hacemos, investigación y docencia necesitamos bajar los grandes avances académicos a un lenguaje llano y explicarle al productor cómo le sirve eso para tomar mejores decisiones.
– ¿Hay una cultura, una forma tradicional de hacer las cosas, que debe ser superada?
– Sí, por supuesto. Eso lo vemos sobre todo en algunas regiones en donde el productor está en una zona de confort de la que le cuesta salir.
-¿Por qué hay que salir de esa “zona de confort”?
– No hay que quedarse quietos porque en algún momento el suelo nos va a pasar factura y, de hecho, es algo que ya está pasando en muchas zonas.




