Esta semana se está realizando la reunión anual del Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés) en Davos (Suiza) y ya comenzaron nuevamente a difundirse mensajes contrarios a la producción de carne bovina.
El evento, si bien es organizado por una entidad privada, actúa informalmente de manera coordinada con Naciones Unidas y líderes de las principales naciones y corporaciones globales. Comenzó ayer lunes y se extenderá hasta el próximo 20 de enero.
En el programa de actividades del evento del WEF 2023 se menciona que “debemos acelerar la acción climática para la transición hacia una economía de carbono cero” y que “los recortes drásticos en las emisiones de carbono ahora son una medida crítica para evitar una catástrofe ambiental”.
El WEF elaboró un video didáctico al respecto con “siete acciones cruciales” recomendadas para evitar el cambio climático, entre las cuales se incluyen reducir la emisión de generación eléctrica en base al uso de carbón, expandir la red de transporte público, mitigar la emisión de gases de efecto invernadero provenientes del sector de la construcción, reducir la deforestación y eliminar progresivamente el subsidio a los combustibles fósiles.
Pero uno de los consejos en cuestión es incrementar las dietas basadas en plantas, lo que “implica que la gente en naciones desarrolladas no debería comer más de dos hamburguesas por persona por semana o su equivalente en otros productos cárnicos”.
La cuestión es que el video no hace referencia a esas hamburguesas artesanales gigantescas que son el aliado perfecto de una cerveza o sidra bien fría, sino a la “feta de jamón” que ofrecen en la mayor parte de las cadenas de hamburgueserías.
La recomendación, que está línea con el último informe del Programa Ambiental de las Naciones Unidas (“The Closing Window”), plantea una reducción de consumo de un producto específico para la población, algo que –extrañamente– no sucede con el resto de los sectores económicos contemplados.
La animadversión contra el sector pecuario se origina en el estándar establecido por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), el cual determina que una molécula de metano (CH4) es equivalente a 28 moléculas de dióxido de carbono (CO2). Sin embargo, existe evidencia científica que indica que el metano generado por bovinos no puede ser considerado como un gas de efecto invernadero en términos equivalentes a dióxido de carbono porque forma parte de un ciclo natural.
Eso porque, si bien es más potente que el dióxido de carbono, el metano es un contaminante climático de corta duración que permanece en la atmósfera durante aproximadamente diez a doce años antes de que se descomponga y se elimine. En contraste, el dióxido de carbono de origen fósil permanece en la atmósfera durante siglos, lo que implica que las emisiones son acumulativas y contribuyen así a ser el principal impulsor del cambio climático.