María Elizabeth Cesar tiene 43 años, es uruguaya y productora rural, aunque se define como “madre por sobre todas las cosas”. Su establecimiento, llamado “El Rincón”, se ubica en Marmaraja, la zona rural del departamento de Lavalleja, Uruguay.
“Estamos en las Sierras del Este y hoy en día trabajamos más de 500 hectáreas, parte de la propiedad de la empresa familiar y una gran parte en arrendamiento”, describe Elizabeth. “Nos dedicamos a la ganadería mayoritariamente de ganado vacuno, aunque también hay lanares, y hacemos el ciclo de cría de las dos especies”.
Hace muchos años que el planteo es de pastoreo rotativo sobre campos naturales, con algunos potreros donde se agregaron algunas leguminosas en cobertura para potenciarlos. No realizan nada de agricultura y compran el grano o raciones que usan, cuando es necesario.
“El ganado vacuno es Hereford con Angus, aunque estamos en un punto en que ya tiene más de Angus. La majada son de dos razas, Corriedale y Texel. Esta última es sólo para la producción de carne mientras que la Corriedale es doble propósito, carne y lana. Dentro del establecimiento criamos algunos caballos y todos los usamos para trabajar en el campo, y los pura sangre también para deportes de resistencia, raid y enduro”.
En “El Rincón” también entrenan algunos caballos criollos de la cabaña de unos amigos con los que la hija, Sara, compite en carreras de resistencia de esa raza, participa de pruebas de rienda y de fiestas gauchas. Así, los caballos, además de ser un medio de transporte y una herramienta de trabajo son parte de la diversión, del deporte y de toda la vida diaria de esta familia que eligió vivir en el campo. “En lo personal los caballos me generan un mundo de emociones indescriptible e incomprensible para quien no lo siente”, se emociona Eli.
“Nuestra empresa es familiar en toda su dimensión: trabajamos los tres en todas las tareas, tanto en los trabajos con ganado, en los alambrados, en la gestión predial y en la económica. La hacienda se comercializa por intermediarios pero mayormente en el campo, porque al ser criadores somos el primer eslabón de la cadena y nosotros vendemos a los invernadores. En Uruguay hay una carga impositiva alta pero para mí lo que más complica es la incertidumbre de los valores de venta, o sea lo inestable de los precios en el mercado”.
Elizabeth explica que para ellos la pandemia tuvo impacto en la educación de Sara, que pasó a ser virtual e implicaba una necesidad de acompañar desde un lado más pedagógico y no sólo como padres pero que en su vida cotidiana no tuvo ninguna incidencia. “A nivel económico veremos cómo afecta los mercados mundiales que se reflejan en los mercados locales”, reflexiona Elizabeth.
El Rincón no realiza turismo rural, aunque es una actividad que a la familia le resulta interesante y que en Uruguay también está teniendo un buen marketing: “Creo que en esta nueva etapa, después del sacudón del Covid, se valoró y se le empezó a mirar como la mejor opción para vacaciones; hay una mirada que cambió, se ve una vuelta a lo sencillo, a apreciar y valorar lo simple”.
Elizabeth destaca la suerte de haber elegido la vida que lleva y de haber encontrado en su pareja alguien con quien compartir una forma de ver el mundo y los parámetros que consideraba óptimos para vivir.
“Criar a nuestra hija en el medio rural es una elección, no para alejarla de nada citadino sino para que encare la vida en sociedad con una visión más global”, explica.
“Actualmente concurre a una escuela en la ciudad a la que la llevamos desde el establecimiento, a la vez que estudia inglés y ha ido probando diferentes disciplinas como ballet, patín artístico y natación. Si de algo estoy orgullosa es de haber roto con el prejuicio que criar un hijo en el campo es coartarlo o brindarle menos oportunidades”.