Algo se zambulle en la oscuridad. Al día siguiente encontraremos huellas de puma cerca de nuestra carpa, pero ese momento aún no llegó: todavía es de noche y hacemos campamento sobre el río Bermejo. Hemos venido hasta aquí para recorrer y conocer esta zona a 10 años de la creación del Parque Nacional El Impenetrable, en la provincia del Chaco, con una superficie de 128.000 hectáreas.
Las tierras que dieron origen a esta área protegida pertenecían a la estancia ganadera La Fidelidad, de casi un cuarto de millón de hectáreas totales (ubicadas en las provincias de Chaco y Formosa), en buen estado de conservación y que aún contaban con la vida silvestre típica de la zona, como corzuela, pecarí, oso hormiguero y hasta tapir. El último inventario del hoy parque nacional, realizado en 2023, dio como resultado 530 especies de plantas, 30 hongos, 660 artrópodos, (incluyendo arañas, insectos, cienpiés y milpiés), 74 peces, 36 anfibios, 52 reptiles, 352 aves y 59 mamíferos.
Como dato ilustrativo de la biodiversidad chaqueña, nos cuentan que el verano pasado se registró una orquídea de flores rojas (Sacoila argentina) que desde 2018 no se veía y que cuando llueve mucho pero mucho se puede descubrir un hongo bioluminiscente del género Mycena que crece en las cortezas de los árboles.
Pero no es nuestro caso, aunque no es poco comer frente al río como lo estamos haciendo, en medio de una negrura absoluta solo interrumpida por nuestras linternas frontales tipo minero. El cielo es un poncho interminable que no para de brillar, son tantas las estrellas que nos conmueven y nos sentimos tan humanos y afortunados de estar aquí.
Este viaje consiste en un recorrido de turismo de naturaleza para conocer la belleza y la diversidad del Impenetrable chaqueño. Una diversidad de animales, plantas y paisajes -como estamos viendo- y también de actividades, ya que los pobladores del lugar (muchos pequeños productores rurales y antes cazadores) se han unido en una asociación civil para brindar servicios a los turistas que llegan interesados en vivir una experiencia en la naturaleza profunda.
Sin duda resulta mucho más interesante tener como guía a alguien que ha vivido toda su vida en el monte y lo conoce al dedillo y, además, es una forma de contribuir al desarrollo de las comunidades y a fomentar el arraigo.
Parte de la “experiencia Impenetrable” tiene que ver con hacer kayak en el río, cabalgatas entre los palmares y caminatas por el monte con reconocimiento de árboles y animales. Pero el Impenetrable no es solo paisajes: la cultura tiene una impronta muy fuerte en la propuesta. Es por eso que hay un circuito de artesanías en cerámica, cuero y lana, y también una importante oferta gastronómica que va desde las comidas más tradicionales -como guisos y la infaltable torta parrilla- hasta opciones más sofisticadas de cocina gourmet con ingrediente nativos, como una infusión de ucle (el fruto de un cactus de la zona) o un brownie de algarroba cosechada por los pobladores, muchas veces de sus propios predios.
La propuesta gourmet se ofrece en los dos “glampings” que hay en el Impenetrable. Allí, al mejor estilo de safari africano de carpas rígidas sobre decks de madera, se puede dormir en el medio del monte pero en cama con sommier y con baño privado, que incluye hasta ducha.
Justamente, luego del campamento sobre el Bermejo del inicio de esta nota, nos toca dormir en el glamping Los Palmares. Allí Lara, cocinera que fusiona con exquisita delicadeza los ingredientes del Impenetrable con productos gourmet, nos da de comer como si fuera la última vez: flan de quesillo con cherries, ñoquis de mandioca con salsa de zapallo cabutiá y flan de dulce de leche con arenado de algarroba. ¿Bebida? Infusión de hierbas del monte. Ah, y previo a todo esto, un aperitivo vaya a saber de qué (no preguntamos, es tanto el cansancio y el hambre) con bocaditos en una terraza montada sobre el río para ver el atardecer.
El día siguiente nos encuentra nuevamente en el Bermejo pero ahora haciendo un “kayak de flotación” en unas embarcaciones que más que kayaks parecen gomoncitos con los cuales uno puede dejarse llevar por la corriente. El sol pega fuerte, así que es fundamental llevar camisa de mangas largas y anteojos de sol. El cielo es archimega celeste y el contraste con el color marrón rojizo del río le da a la escena un aire de irrealidad que propicia el dejarse llevar por el agua sin hacer esfuerzo. Eso sí, hay que estar atentos porque en algunas partes el nivel es tan bajo que podemos quedarnos varados (el Bermejo es un río muy cambiante y según las estaciones varía su caudal, pudiendo aumentar su altura en la zona del Parque Nacional El Impenetrable hasta seis metros en pocos días).
Por suerte nuestro guía nos indica por dónde ir y cómo mirar. Esto es clave para “ver”. Porque si uno no tiene guía, los ojos desacostumbrados a este paisaje se pierden de todo: aves, fauna en general y ni qué hablar de los árboles, que parecen todos iguales.
Otra cosa que hace a la diferencia es ir en silencio: es la única forma de apreciar lo que da este entorno. Es así como en un momento aparece ante nosotros un yacaré casi totalmente mimetizado con unos troncos en un banco de arena, un Martín pescador que nos mira desde una rama y más allá uno de “los grandes”: un tapir se ha acercado a la orilla a beber. El espectáculo es fascinante. Este extraño animal con algo de paquidermo y de una trompa que no se termina de entender, nos muestra su extraña belleza, hasta que nos acercamos demasiado. De pronto ya no está, pero se ha quedado en nuestra mente, poniéndole un sello a esta experiencia Impenetrable.
Después del almuerzo salimos rumbo a otro camping, el único ubicado dentro del Parque Nacional El Impenetrable, que es de uso gratuito y también ofrece la posibilidad de alquilar una de las carpas ya montadas sobre decks de madera y sobre el río, ahora el Bermejito (el Bermejo -o Teuco- y el Bermejito son los dos grandes cursos de agua de esta zona). El camping cuenta con baños con ducha y un restaurante atendido por personas de parajes vecinos, donde hay que encargar la comida que se quiere para el día.
Hay también una red de senderos autoguiados para caminar por el monte, con miradores sobre el río. De este largo recorrido al Impenetrable, hoy es nuestro día de descanso, con todo el tiempo del mundo para detenernos en los miradores, sacar fotos, tomar notas y ordenar el cúmulo de información e imágenes de este territorio cuya abundante vida salvaje fascinó a los expedicionarios europeos a fines del siglo XVIII.
En nuestro último día de monte chaqueño visitamos la casa de Mabel, una de las Tejedoras del Impenetrable que tiene una propuesta distinta: no se trata solo de comprar sus obras (ruanas, chalecos, caminos de mesa) sino también de aprender a tejer en su telar “plantado”, es decir, fijo y en el patio de su casa. Allí nos recibe junto a Leoncia, otra de las tejedoras, que nos muestra cómo de un vellón de lana saca el hilo.
“Siempre trabajo con el huso”, dice mientras hace girar esta herramienta de hilado que parece sacada de un cuento de hadas, “y después teñimos con lo que nos da el monte, como cortezas de árboles y flores”. La clase dura unas tres horas y lo cierto es que no es nada fácil sacar y poner hilos, mover los palos del telar, que no se derrumbe todo y encima sacar una pieza tejida. Cuando nos toca probar, Mabel nos ayuda y así, poco a poco, logramos armar algo que va tomando forma hasta que se convierte en un pequeño tapiz/apoyafuente/adorno de un hermoso color tierra.
La actividad que cierra este viaje consiste en realizar parte de la Huella Impenetrable, un sendero de trekking con refugios de pernocte a lo largo del río Bermejito que brinda al visitante la posibilidad de cruzar a los parajes para comer y realizar recorridos. Estamos en el paraje La Armonía, ubicado a metros del acceso principal al parque nacional. Desde aquí salimos para hacer esta caminata de 15 kilómetros al costado del Bermejito, con el acompañamiento de dos guías de la comunidad que nos van contando lo que vemos: palo santo, caspi zapallo, palo borracho entre los árboles que más abundan, huellas de pecarí y nuevamente ¡de tapir! Pero solo huellas, no lo llegamos a ver esta vez.
Al cabo de 4 horas de caminata cruzamos en chalana (un bote atado a un cable de acero para ir de orilla a orilla) hasta el otro lado del Bermejito, donde nos recibe Nancy, otra de las Cocineras del Impenetrable, con una merienda que agradecemos de todo corazón. A un costado del patio de tierra y bajo techo, hay una mesa servida con tortas fritas, pan, budín, mermeladas y frutas. Se puede elegir entre infusiones, café y mate. Más allá, están los infaltables del Impenetrable: un horno de barro, una parrilla, una pava renegrida con agua caliente y un fuego siempre vivo.
Nos sacamos las zapatillas allí, frente al río, y mate en mano en el Impenetrable somos felices.