Pablo Acosta es un paraje con 16 habitantes ubicado a 57 kilómetros de Azul (partido al que pertenece), 60 de Tandil y otros tantos de Benito Juárez. En la esquina “principal” de este lugar se ubica el Viejo Almacén, construido en 1900, que durante mucho tiempo estuvo cerrado y que ahora, desde hace 15 años, es habitado y llevado adelante por una familia que decidió cambiar de vida.
Son las 2 de la tarde de un viernes. Unos diez motoqueros (con campera de cuero y todo) almuerzan en una mesa larga bajo la sombra de los árboles. Vivivana Coluccio, guía de turismo nacional y pulpera, los (nos) atiende sonriente y con celeridad, mientras en la parte de atrás Fabián, su marido, ya ha preparado la tanda de flanes con dulce de leche porque en un rato nomás ya se pone con el otro emprendimiento de la familia.
“Estamos elaborando chorizos secos ´distintos´”, explica, “algunos tendrán whisky, otros avellanas y hasta tendremos una línea baja en sodio. La idea, además, es armar el circuito completo para el turista: que la gente venga, haga su propio chorizo y se lo lleve; el que no quiera elaborar tiene la opción de mirar el proceso completo, por eso hemos armado la sala de elaboración a la vista”.
Viviana es especialista en turismo cultural y por eso también disfruta por partida doble el cambio de haber venido a vivir al Almacén, hace ya 9 años. Claro que al principio no fue fácil debido a la logística familiar (niños, escuela, luego escuela agraria y muchos etcéteras) y por las condiciones en que recibieron el almacén. “Hubo que hacer de todo”, recuerda, “hasta cambiar toda la instalación eléctrica ya que los cables eran de tela”.
“No teníamos un mango así que pudimos hacer todo gracias a la confianza de toda la gente de Azul que nos vendió los materiales a pagar en largos plazos porque de otra forma no podíamos”.
Además de todas las cosas que hace, Viviana también es miembro del Club de la Lavanda, una iniciativa local que agrupa a productores y emprendedores relacionados a esta aromática y que busca que Azul sea la puerta de entrada a la Ruta de la Lavanda. “En lo personal siempre me gustaron las lavandas pero además es una propuesta que tiene que ver con el turismo, y le suma tanto a la comunidad como a visitante”, dice Viviana mientras nos muestra sus plantitas que vienen creciendo.
“Vivimos en un lugar muy especial, privilegiado”, recalca. “Estamos en el sistema de Tandilia que posee las sierras más antiguas del Planeta dado que nacieron cuando Pangea se separó y se formaron los continentes y nuestro almacén se ubica a 7 kilómetros del monasterio de los monjes trapenses, creado en 1958 y que es un lugar muy bello y muy interesante para visitar”.
La orden trapense tiene un perfil agropecuario así que apenas empezaron a habitar las 1.080 hectáreas de su predio que fueron donadas por Pablo Acosta (el nieto del fundador del paraje que lleva el mismo nombre), en seguida comenzaron a limpiar los cerros para hacer agricultura. Hoy, y desde hace ya tiempo, a esa actividad le han sumado una prestigiosa cabaña de toros Hereford.
“Es el primer monasterio de la Orden de América Latina y el último que se construyó con arquitectura cisterciense (de la orden del Cister), de características medievales”, explica Viviana. En la actualidad existen catorce casas trapenses latinoamericanas: dos en Argentina, dos en Brasil, dos en Chile, dos en Ecuador, dos en México, dos en Venezuela, una en República Dominicana y una en Nicaragua.
Viviana hace un alto en nuestra conversación para servir los flanes a los motoqueros que en breve seguirán su rumbo por las rutas argentinas. Se los ve contentos, conversando entre risas y relajados en este paraje bonaerense donde han encontrado un lugar lindo para comer bien.
“Además de trabajar con el turismo, desde 2018 damos de comer a los empleados de las empresas que han venido para instalar los molinos eólicos que suministran energía a la Red Nacional así que tenemos mucho trabajo. Al principio fue difícil pero estamos muy contentos con la decisión que hemos tomado, nos gusta nuestra casa, lo que hacemos, tratar con la gente y vivir en el campo. Aunque nunca me imaginé que iba a terminar viviendo en un lugar como este, hoy es lo que realmente quiero”, concluye Viviana.